Capítulo 15: Quiero casarme contigo
Artemis desvió su enfoque de Edmund hacia Zayron, y sintió cómo la sombra de la sospecha surgía en su corazón mientras observaba al chico.
—¿Fuiste tú quien ayer editó la imagen de mi supuesto hijo ilegítimo que se convirtió en trending topic? —preguntó Artemis a bocajarro.
Zayron le miró con ojos inocentes e hizo un puchero infantil antes de responder.
—¿A qué se refiere, señor Luther? Apenas he comenzado segundo grado, y en mi colegio ni siquiera imparten clases de informática. ¿De verdad piensa que tengo las habilidades necesarias para editar una foto tan complicada? —respondió el niño con candor.
—Entonces, ¿por qué hiciste que Maxton te llamara «hermano» delante de los periodistas en aquella videollamada, cuando estaba aclarando el rumor que había surgido? —insistió Artemis con voz profunda mientras una chispa traviesa danzaba en sus ojos.
—¿Puedo saber qué relación tiene usted con Papá Eddy, señor Luther? —dijo el niño con una sonrisa.
Artemis contempló al chico con sorpresa durante unos instantes.
—Primos —siseó al fin con los dientes apretados, pero Zayron se encogió de hombros con indiferencia ante su respuesta.
—Pues ahí lo tienes —comentó Zayron con aire despreocupado—. Maxton y yo somos hijos tuyos y de Papá Eddy. ¿Qué tiene de malo que me llame «hermano» delante de los medios? —explicó el niño, lo que dejó a Artemis sin palabras durante un momento—. En realidad, usted no le debe ninguna explicación a la opinión pública, señor Luther. ¿Qué importa lo que piensen, mientras nosotros sepamos la verdad? ¿Por qué debería preocuparnos lo que el público piense sobre mí o sobre usted? Por supuesto, si usted insiste en hacerse una prueba de ADN para demostrar que no soy su hijo, estaré encantado de ayudarle; sin embargo, y aunque mi sangre en sí no tiene precio, una gota de ella vale un billón, así que sólo aceptaré sacarme sangre para el test si usted me transfiere esa cantidad —remató Zayron con desparpajo.
Ante aquel alegato, Artemis se quedó mudo, mientras que Edmund no pudo evitar una risita. «De nuevo está mostrando lo codicioso que es. Todos los meses le doy una paga de cien millones, ¿y no tiene suficiente con eso? No puedo creer que tenga el valor de tratar de estafar a Artemis. ¡Este chico es muy atrevido!» se dijo Edmund con cierta admiración.
—Artemis, si no necesitas nada más, nos vamos —dijo el hombre.
Los ojos de Artemis estaban fijos en Bailey. Cuando vio que no rechazaba el contacto físico con Edmund, su expresión se ensombreció. «Esta mujer se enfadó mucho cuando la toqué, pero ahora cuando otro la pone la mano encima, parece que no la importa» se dijo con rabia.
—¿Planeas casarte con ella, Edmund? —preguntó Artemis, y su primo levantó una ceja mientras se encogía de hombros con indiferencia.
—Zayron ya se dirige a mí como «papá», y por supuesto que voy a asumir toda mi responsabilidad con ellos. ¿Acaso tú no aceptaste a la señora ronda dentro de la familia Luther cuando ella se presentó con el pequeño Max en brazos? Además, ¿no es asombroso que las madres de nuestros respectivos hijos sean hermanas? Si se supiera que nos hemos casado con dos mellizas, nos haríamos un nombre, primo —comentó Edmund en tono jocoso, lo que dejó sin palabras a Artemis una vez más.
Mientras salían de la residencia Luther, Bailey retiró el dedo que Edmund sostenía en su mano por instinto y lanzó un suave suspiro.
—Lamento haberte metido de nuevo en un lío, y causar un malentendido tan grande con tus parientes. De ser posible, me gustaría invitar al señor y la señora Chivers a comer, para así poderles explicar todo en privado. No tengo intención de causarte problemas en tu vida personal —susurró ella en tono de disculpa.
Edmund le dedicó una sonrisa tan dulce, que levantaría el ánimo de quien la contemplase. Lo que dijo a continuación derretiría el corazón de cualquier mujer.
—Bay, han pasado muchos años ya, y estoy seguro de que eres consciente de lo que siento por ti. Ya que las cartas están sobre la mesa, quiero que hablemos sobre esto de manera clara: me gustas. O bueno… tal vez ya no se trata de que simplemente me gustes; tras todos estos años a tu lado, creo que mis sentimientos por ti han evolucionado hacia un amor profundo. Te quiero, Bailey —dijo él mientras la miraba a los ojos.
—Ed… —comenzó a objetar ella.
—No me rechaces con tanta rapidez, Bay. Ninguno de los dos está casado, de modo que es natural que haya desarrollado sentimientos por ti. Quiero casarme contigo, y eso siempre ha estado dentro de mis planes para nuestro futuro. Y creo que podemos discutir este tema como los adultos que somos. Mi corazón te pertenece por completo, así que quiero pedirte tu mano en matrimonio. Y mientras no te cases con nadie más, te esperaré cuanto haga falta —añadió Edmund.
Bailey inclinó la cabeza. Pese a todas las dificultades que había superado a lo largo de su vida, todavía era tan inocente como una chica de dieciocho años cuando se trataba de relaciones y sentimientos, de modo que no contaba con las habilidades necesarias como para tomar una decisión tan importante. Ella no tenía nada en contra de Edmund; por el contrario, se sentía protegida cuando estaba cerca de él. Sin embargo, ella ya tenía dos hijos, y tal vez los Chivers no aceptarían en su familia a una madre soltera.
—Edmund, alguna vez me comentaste que eras un cananeo de Ustrana.
—Ajá.
—También me contaste que tu padre es un artista de fama mundial.
—Sí.
—Y además, tu madre es una princesa de la familia real de Danontand.
—Ajá.
Bailey no pudo evitar reírse de sí misma por lo absurdo de la situación.
—Pero tú eres el heredero de los Chivers, la única familia que puede compararse en cuanto a prestigio y estatus con los Luther. Antes de hoy, ni siquiera sabía que ésa es tu verdadera identidad. Eres un noble, y tu estatus de heredero sólo aumenta la distancia que hay entre nosotros —afirmó Bailey con tristeza. Por respeto a Edmund, al cual consideraba su gran amigo y apoyo, ella jamás había investigado su procedencia, sino que siempre había creído en todo lo que él le decía sin plantearse nada más.
A lo largo de todos esos años, ella siempre le había tomado por un extranjero nacido en Ustrana; esa creencia, además, hacía sinergia con que los Chivers siempre habían mantenido un perfil bajo y evitaban a toda costa las apariciones ante los medios de comunicación, de modo que se mantenían en un discreto segundo plano.
Al ver que la expresión de Bailey se había ensombrecido, y que en sus ojos danzaba una sombra de derrota, Edmund entró en pánico, así que se apresuró a explicarse.
—Bay, yo no te he mentido: es verdad que soy un cananeo nacido en Ustrana, la cuestión es que poseo doble nacionalidad. En cuanto a mi padre, es un artista de fama mundial. ¿Has oído hablar del Sabio Aperol? —preguntó Edmund.
Bailey entornó los ojos levemente, a la par que un pensamiento cruzaba veloz su mente.
—¿Sage Aperol, ese artista tan famoso a nivel internacional como misterioso, es tu padre? —preguntó Bailey.
—Sí, ése era el pseudónimo que usaba cuando era más joven. Como sabes, los Chivers jamás permitirían que los varones de la familia se dedicasen al arte, en especial cuando se trata del heredero. El día que te eligen próximo cabeza de familia estás obligado a hacerte cargo de nuestros negocios. Sin embargo, Papá estaba obsesionado con dibujar; por ello, cuando aún estudiaba en el extranjero, comenzó a usar ese pseudónimo para entrar en la industria y su talento le convirtió en alguien famoso. Luego regresó a su casa y volvió a asumir su rol como cabeza de familia de los Chivers, aunque todavía crearía arte bajo ese nombre. En cuanto a mi madre… —En ese punto, Edmund vaciló y al fin guardó silencio. Algún pensamiento que flotaba en su mente le estaba provocando tanto dolor, que todo su rostro se había convertido en una máscara de sufrimiento. Ese cambio de actitud y expresión no pasó desapercibido para Bailey.
—Lo siento, creo que esta conversación ha traído a tu mente algún recuerdo infeliz. Si no me lo quieres contar, no lo hagas, yo confío en ti —se apresuró a disculparse Bailey con los ojos entornados.
Edmund sacudió la cabeza en gesto de negación mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa amarga. Guardó unos instantes de silencio antes de volver a hablar.
—Es cierto que mi madre pertenece a la familia real de Danontand, pero es una hija ilegítima. Mi padre y ella compartieron una historia tortuosa. Ella… —comenzó él en tono casual.
—Suficiente —cortó Bailey, que agarró a Edmund por el brazo al tiempo que sacudía la cabeza con suavidad—. Tu madre debe de ser una mujer muy agradable, pues si no, los cielos no la habrían bendecido con un hijo tan maravilloso.
Cuando Bailey recordó la manera en la que Gwendolyn la había defendido en la sala de urgencias y las dulces palabras que le dedicó, el corazón de la mujer se inundó de gratitud. Pensaba que Gwendolyn era una dama notable e inteligente, y por eso la pesaba tanto haberle mentido. Si ella descubriese que Zayron no era su nieto biológico, lo más posible es que no fuera tan cariñosa con ellos.
—Es cierto, mi madre es una persona muy juiciosa, así que creo que os llevaréis bien en el futuro. Te puedo garantizar que no tendrás ningún problema con tus suegros —dijo él, pero Bailey no respondió.
Bailey deshizo el abrazo en que aún tenía envuelto a Zayron al tiempo que le dedicaba a Edmund una sonrisa rápida.
—Arranca el coche y llévanos de vuelta al Condominio Shelbert. Quédate a comer con nosotros, yo cocinaré —ofreció ella.
—De acuerdo —convino Edmund al instante. Sin embargo, tras una breve pausa, su tono cambió—. ¿Quién envenenó a los niños?