—¡Ay, no! —exclamó Justo—. ¡He alterado el tablero por accidente! ¡No hay manera de saber quién va ganando ahora!
Carmelo dobló las palmas de las manos sobre el mango de su bastón y no dijo nada. La mirada de Natalia se dirigió a Carmelo y a su mayordomo y se dio cuenta enseguida de su farsa. El intercambio de palabras entre los adultos pasó desapercibido para los niños.
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