—Soy yo. Yo soy el más sucio. —Gaspar sintió que el cristal se cortaba aún más cuando su respuesta no fue lo bastante rápida—. Deje de insistir. S…Sangre. Mi cuello ya está sangrando mucho.
Natalia resopló cuando la asquerosidad de su boca fue desplazada por completo por el hedor de la cobardía.
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