Capítulo 8 Ir por ella en persona
Natalia apagó la luz verde de la sala de autopsias y se quitó la mascarilla y las gafas antes de dirigirse a la zona del despacho.
Cuando estaba a punto de sentarse y firmar el informe de la autopsia, se dio cuenta de que había contenedores de comida apilados en su escritorio. «Sonata» estaba impreso en todas las bolsas de plástico.
—¿Qué es esto, Brandon? —preguntó con las cejas fruncidas.
—Alguien trajo ese pedido para usted, jefa. —Miró los envases con envidia mientras continuaba—: Sonata es el restaurante más fino de Terranova. Al parecer, es sólo para miembros, y conseguir un lugar cuesta un millón. Me pregunto qué clase de persona sería tan poderosa como para conseguir que Sonata entregue comida a estas horas de la noche.
—¿Para mí? —Natalia estaba aún más confundida—. ¿Quién lo pidió?
Brandon tomó una pequeña tarjeta junto a las cajas y la leyó en voz alta.
—Debe ser duro trabajar tan tarde por la noche, Señorita Nava. Excelente noche, Samuel Bonilla.
Después de leerla, se quedó por completo anonadado, y Érica tampoco le encontraba sentido.
No podían negar el hecho de que Natalia era mucho muy hábil como forense. Sin embargo, en términos de apariencia, no destacaba en absoluto. Su rostro era la definición de lo olvidable. No podían creer que Samuel tuviera tan mal gusto como para ir detrás de alguien como Natalia. Sin embargo, las cajas de entrega de Sonata les obligaron a aceptar que había algún tipo de conexión especial entre ambos.
Brandon se armó de valor para preguntar:
—Jefa, ¿qué tipo de relación tiene con Samuel?
—No nos conocemos —insistió ella.
—Debe estar bromeando, jefa.
—Cree lo que quieras. —Le arrebató la tarjeta a Brandon y la tiró a la basura. A continuación, pasó la mirada por los contenedores que tenía delante y ordenó con frialdad:
—Dale esto a la gente que hace horas extras en el departamento forense, Brandon. Si hay demasiado incluso para ellos, dales también a los guardias.
A continuación, sacó unas galletas de su bolso y empezó a comerlas.
Brandon no podía comprender lo que estaba pasando.
—¿No va a comer esta comida de Sonata, jefa? ¿Por qué está comiendo galletas en vez de la comida?
Natalia puso los ojos en blanco.
—¿Tienes algún problema con eso?
Sacudió la cabeza de manera frenética.
—En absoluto. Voy a repartirlas ahora mismo.
Natalia siguió masticando las galletas. Ni siquiera les dedicó una sola mirada a los platos del envío.
No importaba lo lujoso que fuera Sonata. Ella se negaba a aceptar algo que no merecía. Sin embargo, teniendo en cuenta lo difícil que era conseguir comida así, decidió que lo mejor sería compartirla con los demás.
Érica no tocó la comida en absoluto. En cambio, miró de manera fija a Natalia sin pestañear.
No pudo evitar sentir que había algo en Natalia. No sólo era buena en su trabajo, sino que también trataba a peces gordos como Gerardo y Samuel con total neutralidad. Sabía dónde trazar la línea. A pesar de no destacar mucho, se las arreglaba para llamar la atención de los demás sin hacer nada.
—¿Me convida una galleta, Jefa? —preguntó Érica.
Natalia la miró y sonrió.
—¿No vas a comer la comida que compró Samuel?
—No es que lo conozca. Sólo tenía curiosidad por la relación entre ustedes dos. Como dijo que no se conocen, es obvio que tengo que ponerme de su parte, jefa. —Como alguien que había sido testigo de la profesionalidad y la actitud de Natalia en persona, ya había aceptado a Natalia como su superior.
Natalia encontró a Érica bastante interesante y le entregó una galleta.
—Ten, adelante.
Mientras comían las insípidas galletas, no pudieron evitar sonreír mientras se miraban.
Érica se dio cuenta de manera abrupta de que sus ojos eran muy hermosos a pesar de su apariencia promedio. Lo eran en especial cuando sonreía. El aura de su mirada y la astucia de sus ojos se hicieron difíciles de olvidar.
A la mañana siguiente, Samuel estaba frente a una ventana de cristal dentro de un enorme edificio de oficinas, mirando el flujo de autos alrededor de la ciudad.
La camisa negra que llevaba destacaba aún más sus anchos hombros y su estrecha cintura, mientras que su rostro gélido y apuesto le daba el aura de un líder.
—Creo que podría estar utilizando la Red 2G, señor —informó Benito con gravedad—. Natalia no sabe el peso que tiene la Familia Bonilla en Terranova, y tampoco creo que sepa lo lujoso que es el restaurante Sonata. Anoche la vi repartiendo la comida a los guardias donde trabaja.
Los labios de Samuel se movieron.
—Puede que no sea el caso.
Benito apretó los dientes y luego expresó su atrevida opinión.
—Si es cierto que Natalia está al tanto, entonces es muy probable que sólo se haga la difícil. Lo hace para engancharlo y despertar su curiosidad. Si es tan astuta, entonces podría incluso utilizar a Sofía para sus propios beneficios.
Samuel miró a su alrededor antes de golpear la mesa de manera rítmica.
—Veo que tienes una imaginación muy activa, Benito.
—Señor...
—Incluso nuestra propia gente no puede obtener ninguna información sobre ella. ¿Sigues pensando que es una persona corriente? —Samuel lo interrumpió. Se sentó en su silla de oficina con una mirada oscura mientras una sonrisa apenas perceptible afloraba en su rostro—. Su trabajo como forense no es más que la punta del iceberg.
Benito al final cayó en cuenta después de escuchar esas palabras.
—La subestimé, Señor. Lo siento.
—No pasa nada. —Samuel se cruzó de brazos—. Aplaza mi agenda para esta noche. Voy a ir por ella en persona.