Capítulo 220 Salpicado de café
Un hombre como Cristóbal era demasiado imprevisible: su humor oscilaba siempre entre dos extremos.
En un segundo, podía agarrarle el cuello y anhelar matarla. Sin embargo, en el siguiente segundo, podía darle una fruta serpiente de fuego que costaba cientos de millones.
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