Capítulo 14 Enseñando a mi hijo a coquetear
Cuando Samuel terminó de hablar con Natalia, ordenó a Tristán que buscara al chófer para llevarla a casa.
Echó un vistazo a la nota adhesiva que llevaba en la mano y que tenía escrita una ristra de números de teléfono.
«Resultó ser una sorpresa mayor de lo que esperaba. No sólo le agrada a Sofía, ¡también a Franco! Esos dos mocosos no escuchan a nadie más que a mí, por miedo. Ni siquiera nuestros parientes, Tristán y los empleados pueden con ellos. Además, ella tampoco me cae mal. ¡Maldita sea!».
Se escuchó que llamaron a la puerta.
—Adelante.
Samuel tenía una memoria fotográfica, así que ya había memorizado los números de la nota adhesiva en el momento en que ella la escribió. Sin embargo, no tiró la nota y la guardó en su cajón.
Esteban entró y se sentó en el sofá, cruzando las piernas de manera perezosa.
—Sam, cerré el trato con respecto al terreno en el este de la ciudad —anunció con una expresión de entusiasmo en su rostro, como si esperara la aprobación de Samuel.
Éste se limitó a mirarlo con frialdad.
—¿Le enseñaste a Franco a coquetear con las chicas cuando estabas con él?
Con la boca crispada, Esteban rebatió de inmediato:
—¡Dios mío, no! Es el precioso hijo de la Familia Bonilla. Por muy atrevido que sea, ¡nunca me atrevería a enseñarle esto!
—A partir de ahora, cuando estés con Sofía y Franco, no podrás coquetear con mujeres.
—¿Eh? —preguntó Esteban, desconcertado.
—Aunque no les hayas enseñado, ellos pueden aprender observándote. —Estrechando los ojos, Samuel continuó—: Pobre de ti si veo a Franco aprendiendo palabras indecentes de ti.
—¿Indecentes? ¿Mi sobrino? —Esteban miró a Samuel y preguntó con curiosidad—: La personalidad de ese mocoso es igual a la tuya. Distante. No suele escuchar a nadie más que a ti, así que ¿a quién le dirá esas palabras?
—Ya la conoces. Natalia Nava.
Esteban se quedó boquiabierto.
—¿A ella? ¿Qué antecedentes tiene? Sofía está loca por ella, y ahora, hasta a Franco, ese mocoso travieso, ¿Le gusta?
—No lo sé, pero eso no es importante. Sólo me preocupa si puede o no tratar a Sofía.
—Sam, el aspecto de esta mujer es demasiado sencillo. Si no, con su habilidad para tratar a esos dos, más algo de seducción, ¡tal vez pueda convertirse en tu esposa! —comentó Esteban, encogiéndose de hombros.
En el momento en que Esteban terminó de hablar, dos figuras aparecieron en la puerta entreabierta.
—Tío Esteban, ¿estás ciego? —preguntó Franco con el ceño fruncido, su cara reflejaba su disgusto hacia Esteban.
—Ci…¿Ciego yo?...
—¿Cómo que es fea? Si no me crees, pregúntale a Sofía. —El chico dirigió una mirada a su hermana como si esperara su afirmación.
Una expresión seria apareció en el rostro que casi siempre era adorable de Sofía mientras abrazaba a su oso de peluche. Sacudió la cabeza con todas sus fuerzas.
Esteban había visto a Natalia en la vida real. «Su cara está cubierta de pecas y todos sus rasgos son normales, excepto su par de ojos almendrados. ¿Bonita de dónde?».
Sin embargo, al encontrarse con las miradas contrariadas de los hermanos, se volvió a mirar a Samuel con desesperación.
—Sam, vamos, di algo.
De manera inconsciente, Samuel recordó aquel par de ojos brillantes y murmuró:
—Es bastante guapa.
Esteban se quedó sin palabras. «¿Qué dijiste? ¡Esta conversación se acabó! ¡No sólo están los tres del lado de una forastera, sino que además son ciegos!».
Esa noche, Yanara no pudo evitar llamar a la Residencia Bonilla desde su cuarto de hotel.
Habían pasado cinco años y aún no tenía el número de teléfono privado de Samuel. Cuando necesitaba contactar con él, sólo podía llamar al teléfono fijo de la Residencia Bonilla.
Rin, rin, rin...
El teléfono fue finalmente contestado mucho tiempo después.
—Hola, se comunica con la Residencia Bonilla.
—Tristán, soy yo. —Yanara sonrió—. ¿Está Samuel? Quiero hablar de los niños con él.
—Señorita Nava, el Señor Samuel y el Señor Esteban están discutiendo el trabajo en el estudio en este momento. No puede venir al teléfono —respondió Tristán con naturalidad.
—Ya veo... —Una sensación de decepción invadió a Yanara, que agarró la esquina de su vestido con las manos.
Sin embargo, tenía que seguir fingiendo ser una madre cariñosa, así que preguntó con falsa preocupación:
—¿Como se han portado Franco y Sofía estos días? «Tuve que salir temprano debido a un trabajo de última hora antes y no pude pasar mucho tiempo con ellos. No se quejarían a Samuel, ¿verdad?».
Tristán no sabía lo que ocurría entre Yanara, Franco y Sofía. Supuso que no se llevaban bien porque Yanara no vivía con los niños. Por eso, su respuesta fue sincera.
—El Joven y la Señorita están bien, sobre todo debido a que el Señor Samuel trajo hoy una invitada. Pocas veces he visto al Señor Franco ser tan amable con un forastero.
—¿Amable? —Yanara era su tía biológica y fingía ser su madre, pero Franco nunca la había tratado con amabilidad. Antes de hablar, la mordía. Cuando creció, la ignoró o pensó en formas de hacerle la vida imposible—. Tristán, ¿quién era esa invitada? —Yanara fingió preguntar de manera informal.
—Era una chica, y parece que se apellida Nava. —Yanara frunció las cejas.
«¿Nava? ¿No es el mismo que el mío? Además, ¿Franco es en especial cercano a ella y la trata con cariño?». Temerosa de que el secreto enterrado en lo más profundo de su corazón saliera a la luz, sintió que una sensación de inquietud la envolvía.
—Tristán, ¿sabes el nombre completo de esa mujer?
Recordando por un momento, Tristán respondió:
—¿Algo así como Nayeli? Ah, sí, Natalia Nava.