Capítulo 9 Subida a una Hummer
La tarde siguiente, hubo un silencio total en la sala de conferencias. Todos estaban perdidos.
Juan Bermúdez, el policía encargado del caso, empezó a recoger los documentos esparcidos por la mesa.
—Si no hay nada más que añadir, la reunión se da por terminada. Por esta noche, sigue la lista de nombres de chicas que han desaparecido en estos meses. Tenemos que confirmar su identidad.
Justo cuando todos bostezaban y se preparaban para seguir con su trabajo, alguien en la esquina se levantó despacio.
—Tengo una pregunta.
Natalia tenía una mano en el bolsillo de su bata blanca, y había un aura de total tranquilidad a su alrededor.
Todos sus compañeros se voltearon a mirarla sorprendidos y no pudieron evitar empezar a chismear.
—Es una cara nueva. Nunca la había visto antes. ¿Es una nueva forense?
—¿Todos los recién licenciados son así de atrevidos hoy en día? Incluso los más viejos y experimentados de aquí no tienen nada que añadir. ¿Qué podría decir esta mocosa?
—Me encantaría saber qué es lo que tiene en mente con exactitud.
Érica y Brandon se miraron y se comunicaron a través de sus expresiones. Les parecía absurdo que trataran a Natalia como una novata. Estaban ansiosos por presenciar cómo Natalia les daba una bofetada en la cara.
Mientras tanto, a Natalia no le importaba en absoluto lo que decían los demás. Se acercó a Juan y se agachó para recoger un papel raspado del suelo, que tenía una huella.
—Además del informe de la autopsia, también anoté algo de información a mano. Sin embargo, parece que la trataron como si fuera basura —comentó.
Su voz no era abrumadora, pero cada palabra que pronunciaba era firme. Además, su mirada era lo bastante aguda como para atravesar el corazón.
Juan se sintió algo incómodo, pero respondió:
—Pásamelo. Le echaré un vistazo.
—Teniendo en cuenta que lo trató como nada más que basura, estoy bastante segura de que volverá a hacer lo mismo. —Natalia quitó el polvo del papel—. Un informe de autopsia no sólo contiene la hora de la muerte de la víctima y la información del ADN. Ya suturé los cadáveres de las dos víctimas femeninas. Aunque sus rostros están distorsionados hasta resultar irreconocibles, los signos reveladores de sus cuerpos me indican que estaban casadas y con una buena situación económica. Recibían tratamientos de Belleza de manera regular —explicó Natalia—. Teniendo en cuenta todo esto, sólo hay tres personas en la lista de nombres que son posibles candidatas. Si se tiene en cuenta la edad de la víctima, se reduce a dos: Ana Paula Becerril y María Fernanda Cibeles. Puede conseguir que los familiares de esas dos mujeres vengan a hacerse una prueba de ADN. El departamento de investigación tiene que trabajar más y encontrar a la tercera mujer desaparecida antes de que le ocurra algo malo —continuó subrayando—. Sea quien sea este criminal, hace cortes limpios. No tiene ni una gota de simpatía, y además es un asesino en serie, un típico sociópata. Si no nos apresuramos y aprovechamos la oportunidad de meterlo entre rejas, habrá aún más mujeres en peligro.
Natalia colocó el documento delante de Juan, que lo hojeó rápido.
Él se dio cuenta de que todo lo que ella había dicho era la verdad, y era impresionante cómo había reducido una lista de cientos de personas a sólo dos mujeres.
—No tuve tiempo de presentarme a todo el mundo debido a este caso, así que lo haré ahora. Soy Natalia Nava, forense especialista designada de la Unidad de Delitos Mayores. Espero con gusto el trabajar con todos ustedes —saludó con una mirada tranquila.
Los presentes en la sala de conferencias estallaron en un alboroto.
—Pensé que la forense sería una señora de cuarenta años, no alguien tan joven.
—Espera, ¿no significa eso que no tenemos que buscar a todas las personas de la lista de nombres?
—¡Ella es nuestra divina salvadora!
Natalia no prestó atención a sus elogios.
—Es todo lo que tengo que decir, así que me despido. Espero que todos ustedes sigan esforzándose al máximo para que no tenga que hacer horas extras a menudo.
Una imperceptible sonrisa se dibujó en su rostro.
Todos sus compañeros la observaron con asombro mientras se marchaba.
Les había dejado atónitos.
El hecho de que sólo tuviera veinte años no importaba.
No había nadie en la Unidad de Delitos Graves que pudiera igualar su nivel de observancia. Les había ahorrado a todos muchas noches de intensa investigación.
Mientras tanto, en el vestuario, Natalia acababa de quitarse la bata blanca cuando recibió una llamada de Fabián.
—¿Estás tan ocupada que olvidaste de mí, Mami? —preguntó Fabián. A pesar de su refunfuño, no había rastro de culpa en su tono. Por el contrario, era muy enternecedor—. No importa. Puedes olvidarte de mí, pero no te olvides de comer bien y descansar. Hice sopa de setas para ti. Puedes comer un poco cuando regreses a casa.
Natalia no pudo evitar lanzar un beso a su teléfono al imaginarse a Fabián cocinando para ella.
—Te quiero mucho, Corazón.
—Yo también te quiero, Mami.
Tras contarle a Natalia algunas cosas más, Fabián colgó el teléfono de mala gana.
—Jefa, la escuché llamar a alguien «Corazón» por teléfono hace un momento. ¿Era su novio? —Érica no pudo contener su curiosidad.
«¿Novio?».
Natalia dejó escapar una risita y le dio a Érica una palmada en el hombro.
—Sabes, Érica, hay un gran número de personas a las que llamo «Cariño».
Sus palabras dejaron a Érica boquiabierta. Tenía la impresión de que Natalia tenía unos cuantos pretendientes, aparte de Samuel, que había pedido una entrega para ella.
Mientras tanto, Natalia bajó las escaleras y salió del edificio de la Unidad de Delitos Mayores.
Sin embargo, sólo había dado unos pasos cuando una Hummer pulido se detuvo junto a ella.
La puerta se abrió de golpe. Antes de que Natalia pudiera ver quién había salido, la metieron en el asiento trasero.