Capítulo 6 Una sensación de premonición
Natalia y los otros dos fueron al octavo piso del edificio de la Unidad de Delitos Mayores.
La octava planta la compartían los forenses y el departamento de medicina legal. Bajo las brillantes luces del techo, hacía más frío que en otras plantas, tal vez porque estaba más cerca de la morgue.
Natalia no dedicó tiempo a apreciar la nueva oficina. En cambio, se esterilizó enseguida y se dispuso a llevar a los dos forenses a la sala de autopsias.
En el momento en que se dio la vuelta, se dio cuenta de que Érica estaba de pie frente a la ventana con los ojos fijos en el Bentley que todavía estaba ahí.
—¿Sigues pensando en Samuel?
Aunque Natalia vio a través de Érica, ésta negó:
—N…No. Deje de decir tonterías.
—Sólo tú sabrías si estoy diciendo tonterías o no. —Natalia la miró con ojos fríos y continuó—: No voy a interferir en la vida privada de mis subordinados, pero si tus emociones afectan a tus deberes, haré que recojas tus cosas y te vayas de inmediato. Lo haré, aunque tu abuelo sea el jefe de la Unidad de Delitos Mayores.
De mala gana, Érica se mordió los labios, pero no replicó.
Antes de que Natalia asumiera de manera oficial su nuevo cargo, Gerardo ya había aconsejado a Érica que controlara su temperamento y aprendiera de la nueva forense con diligencia. Si Natalia la calificaba con una D al final del año, Gerardo no la encubriría y la despediría como era debido.
Además, también temía que Natalia se quejara de ella ante Gerardo. Pensando en eso, renunció a Samuel y se concentró en su trabajo.
En la sala de autopsias, la sangre de color rojo brillante era neutralizada por la luz quirúrgica verde en la parte superior de la plataforma de disección.
Natalia comenzó a acomodar las partes del cuerpo del cadáver en la plataforma de disección. Luego, suturó las partes del cuerpo.
Sus movimientos eran muy profesionales y sofisticados. Brandon y Érica estaban sorprendidos por cómo la sutura quirúrgica en su mano se movía de forma impecable.
Aunque sabían que Natalia debía ser excepcional para ser una forense designada, no esperaban que fuera tan profesional.
«Tss. ¿Qué no puede oler la peste del cadáver?».
Una vez suturado el cadáver, empezaron a examinar los tejidos dañados, lo que les llevó mucho tiempo.
Por la noche, Yanara se apresuró a ir a la Residencia Bonilla tras terminar sus sesiones de rodaje de ese día.
Por pura apariencia, Yanara visitó la Residencia Bonilla para ver a los gemelos. En realidad, su verdadera intención no era visitar a los gemelos sino a Samuel.
Hace cinco años, pensó que podría aprovecharse de los gemelos y convertirse en la esposa de Samuel. Sin embargo, Samuel sólo reconocía a los gemelos como sus hijos y no a Yanara como su madre biológica.
Nadie de fuera sabía que ella era la madre de Franco y Sofía.
Incluso dentro de la Familia Bonilla, todos sólo la consideraban la madre de los mellizos, pero ninguno la trataba como la Señora de la Familia Bonilla.
En todos esos años, Yanara trató bien a los mellizos con malas intenciones, esperando que mientras fuera la madre de los mellizos sería aceptada por Samuel de un momento a otro.
Sin embargo, pasaron cinco años y todavía no se había convertido en la Señora de la Familia Bonilla.
—Ya está aquí, Señorita Nava —Tristán Fuentes condujo a Yanara por la entrada.
—Tristán, ¿está Samuel en casa?
—El Señor Samuel aún no ha regresado, pero el Señor Franco y la Señorita están en casa. —Tristán trató a Yanara con respeto como madre biológica de los mellizos—. Hace tiempo que no los ve, ¿verdad?
Cuando Yanara escuchó que Samuel no estaba en casa y que los gemelos estaban en casa, enseguida hizo una mueca.
Al fin y al cabo, los gemelos no eran sus hijos biológicos y, sin embargo, no dejaban de meterla en problemas. Estaba bien cuando Samuel estaba cerca, pero cuando no estaba, los gemelos la dejaban de lado sin hablarle.
Aunque quería darles una lección, no podía hacerlo porque eran el total objeto de devoción de Samuel.
Le aterraba que, si los castigaba, Samuel no la dejara entrar más en la Familia Bonilla.
—Señorita Nava.
—¿Sí? —Yanara volvió en sí y contestó con una sonrisa—: Tristán, hace un momento me estaba culpando por ser su madre y no poder estar a su lado todo el tiempo mientras crecían. Aunque los echo mucho de menos, no tengo derecho a estar aquí tan seguido.
En definitiva, Yanara era una hábil actriz que podía hacerse la víctima con facilidad.
Pensando que Yanara de verdad se culpaba a sí misma, Tristán la consoló:
—Señorita Nava, por favor, no piense demasiado en ello. La llevaré verlos ahora.
—Gracias.
Y así, Yanara siguió a Tristán hasta el segundo piso. Entonces, Tristán llamó a la puerta de la habitación de Franco y Sofía.
—Joven Franco, Señorita Sofía, por favor abran la puerta. Su Mami está aquí para verlos. —Creyó que la ignorarían como de costumbre, pero se escuchó una voz procedente del interior de la habitación.
—Señor Tristán, déjela entrar. Sofía y yo queremos estar a solas con ella.
Al oír eso, Tristán se sintió aliviado y dijo:
—Señorita Nava, al fin y al cabo, siempre hay una conexión entre una madre y sus hijos. Sus hijos también la echan mucho de menos.
Yanara forzó una sonrisa en respuesta, pero tuvo una sensación premonitoria.