Capítulo 4 Forense en vez de Médico Prodigio
En los últimos tres años, una Doctora Prodigio se había hecho famosa en todo el mundo gracias al uso de sus conocimientos médicos tradicionales, transmitidos durante cinco mil años en Horizonte Progreso, para curar a innumerables personas con enfermedades complicadas e incurables.
Al principio, todo el mundo pensó que podría descubrir su identidad a través de su apariencia. Pero, cada vez que ejercía la medicina se ponía una cara diferente. Por eso, muchas personas que querían averiguar su identidad no podían identificarla. Incluso las personas más influyentes tenían que enviarle un correo y esperar una cita obedientemente si querían su tratamiento.
En última instancia, seguía dependiendo de si la Doctora Prodigio estaba dispuesta a salvarlos. La mujer no era otra que Natalia, que usaba la máscara hiperrealista.
—Cariño, cien millones es mucho dinero. ¿Quién es el que necesita mi ayuda? ¿Qué enfermedad incurable quiere que cure?
—Mami, la persona que pidió tu ayuda es Julián Tovar, el Presidente de Bienes Raíces Tovar. Tuvo una hemorragia cerebral repentina hace tres meses. Desde el inicio de la enfermedad, la parte inferior de su cuerpo está paralizada, y también tiene dificultades para hablar debido a su sistema nervioso dañado.
Natalia resopló al escuchar el nombre de Julián.
—No voy a ayudarle.
—Mami, ¿cómo puedes responder sin dudar cuando te está ofreciendo cien millones?
—¿Quiere comprar mi conciencia con sólo cien millones? ¡Pero si está dispuesto a perder su conciencia por dinero durante años! ¡B*stardos como él son los que más temen a la muerte! —Un destello lleno de desprecio brilló en los ojos de Natalia mientras arrojaba la máscara hiperrealista sobre la mesa.
—Mami, ¿es esa la razón por la decidiste volver y actuar como forense en lugar de como la Medico Prodigio que eres?
—Los humanos siempre son codiciosos. Aunque los médicos nunca son omnipotentes, algunas personas creen que pueden pedir a los médicos lo imposible siempre que tengan dinero. Prefiero lidiar con los muertos a curar a esa gente. —Natalia no lo negó.
—¡Mami, me encanta tu sentido de la justicia! —La cara de Fabián estaba llena de admiración por Natalia.
Al escuchar eso, Natalia sonrió y respondió:
—Por supuesto. ¿A quién no le gusta?
Cuando Fabián miró la cara de Natalia sin la máscara hiperrealista, pensó de manera inconsciente en la niña encimosa que conocieron en el aeropuerto.
—Mami, la niña que se te encimó hoy se parece un poco a ti...
—¿Ah sí? —Sin poderlo evitar, Natalia recordó a su propia hija al oír eso.
Hace cinco años, después de haber dado a luz a un par de gemelos, éstos le fueron arrebatados por Yanara enseguida.
Con el odio de Yanara hacia ella, las probabilidades de que los bebés sobrevivieran eran escasas.
Su corazón latía con fuerza cuando pensaba en ello.
«¿Mi hija tiene más o menos la misma edad que la linda chiquilla que conocí hoy en el aeropuerto, si es que sigue viva?».
Al día siguiente, sobre las cinco de la mañana, Natalia se despertó con una llamada telefónica.
Contestó al teléfono aturdida y se escuchó la voz de un hombre mayor.
—Natalia, siento mandarte a hacer esto antes de que entres de manera oficial al servicio. Esta mañana se recolectaron del Río Lucis unas bolsas de plástico llenas de partes de cadáveres. Llevaban ahí bastante tiempo, y el tiempo es de suma importancia para la autopsia. Necesito que te presentes al servicio de inmediato.
—Señor Jofré, envíeme la ubicación exacta. Estaré ahí en quince minutos.
Poco después, se frotó los ojos somnolientos y se levantó de la cama tras arropar a Fabián.
Después, se puso la máscara que estaba llena de pecas tras un rápido lavado. El bello rostro que se reflejaba en el espejo se transformó al instante en el de una mujer sencilla, a excepción de sus ojos brillantes.
En menos de quince minutos, llegó al lugar de los hechos. El lugar estaba bloqueado por el listón de seguridad, y un oficial de policía con su uniforme la detuvo en su camino.
—Señora, la carretera está bloqueada. No se permite la entrada a nadie.
—Soy Natalia Nava, la forense designada por la Unidad de Delitos Mayores de Terranova. —Natalia sacó una tarjeta de identificación y se la pasó al policía.
Después de echar un vistazo a la tarjeta de identificación, su expresión cambió de inmediato al mirarla.
La forense designada no estaba bajo ningún sistema o departamento de la Unidad de Crímenes Mayores y sólo recibía órdenes directo del jefe de policía. Además, ella no recibiría ninguna orden de ellos. En cambio, era ella quien les daba órdenes.
Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que no había recuperado el sentido común.
—Disculpe, ¿puedo entrar ahora?
—Por supuesto. Por aquí, por favor. —Indicó el camino a Natalia y la dejó entrar.
Cuando llegó a la orilla del río, vio unas cuantas bolsas de plástico en el suelo, y una de ellas estaba abierta. La bolsa de plástico estaba llena de partes de cuerpos, y el entorno estaba cubierto de manchas de sangre.
En ese momento, otros dos forenses con batas blancas estaban tomando fotos de las bolsas de plástico y se preparaban para volver.
El impacto visual, unido al olor penetrante, hizo que los dos forenses actuaran con lentitud. La forense incluso intentó detenerse a mitad de camino varias veces.
Tras una nueva evaluación, comprendió por qué Gerardo le pedía ayuda con urgencia.
Se arremangó y se puso en cuclillas antes de abrir el instrumental de autopsia que había en el suelo.
—Se están tardando mucho.
Brandon Higareda y Érica Jofré se miraron.
Érica, aterrorizada por la escena y sintiendo que se le revolvía el estómago, se alteró cuando la mujer fea que hablaba sola frente a ella la sermoneó.
—¿Quién te crees que eres? ¿Quién eres tú para darnos lecciones sobre lo que tenemos que hacer?