Evangelina creía ingenuamente que la implacable persecución de Mateo por parte de Verónica se debía a que codiciaba su riqueza. Mientras estas palabras escapaban de sus labios, una sonrisa burlona se dibujó en el rostro tranquilo y sereno de Verónica.
—¿Estás segura de que puedes satisfacerme?
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