Capítulo 5 Dar a luz a un hijo para Mateo
En el salón de la Residencia Borbón, Verónica, que había sido llevada a la fuerza, inventó una excusa para intentar marcharse.
—Se está haciendo tarde, señora. Tengo que ir al hospital a entregar comida a mis padres.
Sin embargo, Jezabel respondió con amabilidad:
—He enviado a alguien para que trasladen a tus padres al hospital privado de la Familia Borbón. Serán atendidos por profesionales, así que puedes estar tranquila.
Al escuchar sus palabras, Verónica se puso en pie de un salto con el ceño profundamente fruncido. Preguntó:
—Señora, al hacer que trasladen a mis padres a otro hospital sin mi permiso, ¿está intentando utilizar la coacción contra mí?
—¿En qué tonterías estás pensando, jovencita? —En lugar de enfurecerse por la pregunta de Verónica, Jezabel se rio—. Hablando de eso, es el destino el que nos ha unido a ti y a mi nieto. También sabes que Mateo «ese granuja» nunca tuvo una mujer a su lado a pesar de su edad. Así que sólo pude recurrir a medios poco escrupulosos drogándolo. Al principio, quería juntarlo con la hija de la familia Saavedra, pero ¿quién iba a saber que acabaría acostándose contigo? Por suerte, tú tampoco estás mal.
Al escuchar sus palabras, Verónica por fin se dio cuenta de por qué drogaron a Mateo.
«¡Resulta que me juntaron con ese imbécil por un cruel giro del destino!».
Justo cuando estaba a punto de hablar, entró un viejo mayordomo de pelo plateado.
—El Señor Mateo está aquí, Doña.
—Dile a ese mocoso que entre.
—Sí, Doña. —El mayordomo se dio la vuelta y se fue.
Mateo entró justo después. Vestido con un traje gris plateado, miró directamente a Verónica antes de dirigir su mirada a Jezabel.
—Abuela.
—Creía que ya no volverías —se burló Jezabel malhumorada. Luego, señaló a Verónica, diciendo—: Bueno, llegas justo a tiempo. Deja que te presente a alguien…
Mateo interrumpió a Jezabel antes de que ésta pudiera terminar su frase.
—Eso puede esperar, abuela. Deja que te presente primero a mi novia.
Atónita, Jezabel pareció bastante sorprendida.
—¿Novia?
Verónica estaba aún más asombrada. Sólo Dios sabía lo agraviada que se sentía en el fondo. Si Jezabel hubiera sabido más de su nieto, ¡no habría perdido la castidad!
—Adelante —dijo Mateo a alguien que estaba al otro lado de la puerta.
Todos centraron de inmediato su mirada en el exterior antes de ver a una mujer vestida con un entallado vestido plisado azul aguamarina que entraba con tacones altos y la cabeza gacha.
«¿Por qué me resulta tan familiar la figura de esta mujer?», pensó Verónica.
—Esta es mi novia, Estefanía —dijo Mateo mientras presentaba a Estefanía a Jezabel.
Al escuchar el nombre de Estefanía, Verónica se quedó de inmediato estupefacta.
Mientras Verónica miraba a Estefanía, ésta también levantó la vista hacia ella. Cuando sus miradas se encontraron, las hermanas apenas pudieron disimular la sorpresa en sus ojos, y tenían las mismas dudas en mente.
«¿Por qué ella? ¿Por qué está aquí?».
Por otro lado, Jezabel, que era mayor y, por tanto, mucho más perspicaz, dio en el clavo al preguntar:
—¿No es Estefanía Landa, la hija superdotada de la Familia Landa, famosa en Florencia por su belleza y talento? ¿Cómo has conseguido que se haga pasar por tu novia?
—Encantada de conocerla, Doña Borbón. —Estefanía saludó con cortesía a Jezabel.
—Hace una semana tuve un accidente de auto y Estefanía fue quien me salvó. Cuando me sacó del auto, le di el anillo que había heredado nuestra familia. Deberías saber lo que significa este anillo, abuela —dijo Mateo mientras levantaba la mano izquierda para mostrar el anillo que llevaba.
Al mirar el anillo de diamantes negros, Verónica recordó al instante lo que había sucedido.
«No me extraña que hubiera un anillo en mi bolsillo después de salvar a Mateo aquel día. Resulta que él me lo puso en el bolsillo cuando le salvé», pensó.
Sin embargo, el anillo desapareció después de que Estefanía apareciera al día siguiente, y ella se preguntó en ese momento dónde había ido a parar. De momento, parecía que Estefanía lo había robado, ¡ya que sabía desde hacía tiempo que el anillo pertenecía a Mateo!
Verónica se levantó.
—Ese anillo es…
—¿Por qué estás aquí, Verónica? No esperaba encontrarte aquí. —Estefanía interrumpió por instinto a Verónica. Reprimiendo la conmoción que llevaba dentro, sujetó la muñeca de Mateo y le dijo:
—Verónica, él es el tipo del que te hablé, el tipo al que me jugué la vida salvando. —Luego, presentó a Verónica a Mateo, diciendo:
—Mateo, ella es Verónica, una amiga que conocí mientras hacía reparto de comida para experimentar la vida.
Verónica estaba en realidad asqueada por las descaradas mentiras de Estefanía. Incluso hubo un momento en que quiso hablar y desenmascarar la naturaleza nauseabunda e hipócrita de la fea mujer, pero decidió no hacerlo al pensarlo mejor.
Lo único que podía probar que Verónica había salvado la vida de Mateo era el anillo, el nombre que había utilizado en el hospital y las imágenes de vigilancia. Sin embargo, el hecho de que Estefanía consiguiera robar el anillo sin que nadie se diera cuenta y engañar a Mateo significaba que debía de haber comprobado las imágenes de vigilancia y estaba por completo preparada. En otras palabras, las imágenes de vigilancia podrían haber sido destruidas por los Landa hacía mucho tiempo.
Si daba un paso al frente y acusaba a Estefanía en ese momento, aunque se quitara el maquillaje, tal vez no tendría pruebas para demostrar que había salvado la vida de Mateo. En lugar de meterse en problemas, mejor esperaba a ver qué pasaba.
Mateo observó a Verónica con ojos estrechos y penetrantes que se volvían cada vez más insondables.
—¿Ah sí?
Estefanía dijo:
—¡Qué casualidad, Verónica! No esperaba encontrarte aquí. ¿Tú también conoces a Mateo? —Recordó que Mateo le había dicho que su familia le había arreglado un matrimonio.
«¿Podría ser Verónica la mujer con la que Doña Borbón está intentando emparejarlo? Pero, ¿cómo llegó a conocer a los Borbón?».
En el fondo, Estefanía estaba en vilo.
Verónica no se molestó en contestar a Estefanía, que era adicta a la actuación. En su lugar, le dijo a Jezabel:
—Señora, como el Señor Mateo ya tiene novia, ya no tengo razón para estar aquí. Me voy ahora. —Estaba sondeando a Jezabel para planear su siguiente movimiento. Tenía que ser cautelosa contra Mateo, que era poderoso y despiadado, y contra los Landa, que la amenazarían a cada momento utilizando a sus padres adoptivos.
Al ver que Verónica se daba la vuelta para marcharse, Jezabel se levantó y la tomó de la mano.
—¡Cálmate, jovencita! Siéntate primero. —Sentó a Verónica en la silla. Luego, le ladró a Mateo:
—¡Ven conmigo, granuja!
—Sí, abuela. —Con eso, Mateo siguió a Jezabel al interior de la habitación sin olvidarse de lanzarle a Verónica una mirada significativa.
Con un chirrido, la puerta de la habitación interior se cerró.
Estefanía no pudo contener más su ira. Se acercó rápido a Verónica y le dijo en voz baja:
—Verónica, tú…
¡Paf! ¡Paf!
Verónica golpeó los oídos de Estefanía dos veces antes de que ésta pudiera terminar su frase.
—¿Qué más sabes aparte de llamarme p*rra? Ah, claro, sabes ser una niña buena quitándole el mérito a los demás. ¿Estoy en lo cierto, hermanita?