Capítulo 97 Pago único de treinta mil
Como el jefe ya lo había dicho, Verónica sólo pudo aceptar el hecho con calma. Después de todo, ésta no era la ciudad donde tenían muchas opciones para elegir.
Sacó de su equipaje la toalla y el gel de baño y se dirigió al estanque de la entrada con una linterna. Sentada en la piedra que se utilizaba para lavar la ropa, Verónica metió un pie en el agua fresca antes de mover las piernas, haciendo que el agua salpicara.
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