Verónica abrió la puerta y bajó del auto. Después se quedó parada junto a la carretera. Vio a Atenea maniobrar con el volante y derrapar de forma perfecta antes de ser engullida a toda velocidad por la noche.
Una vez que volvió en sí, Verónica escuchó su teléfono sonar en su bolsillo.
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