Capítulo 15 Verónica en busca de problemas
Su fría mirada recorrió a Verónica por un momento antes de dirigirse a Javier.
—¿Qué pasa? ¿Te has conseguido otra novia?
Javier tenía una sonrisa malévola mientras rodeaba la cintura de Verónica con un brazo.
—Deja que te la presente: ella es Vero, mi nueva novia. —Luego miró a Verónica—. Y éste es el famoso soltero joven y con talento de Florencia, que es un diablo en el mundo de los negocios, Mateo Borbón.
Aunque Javier elogiaba a Mateo, Verónica percibía la falta de sinceridad de sus palabras y su desagrado por Mateo. Por cierto, a ella tampoco le gustaba Mateo, así que le siguió el juego, volviéndose para mirarlo e inclinando la cabeza. Luego, fingió no conocerlo mientras lo saludaba.
—Así que tú eres Mateo Borbón. Tu nombre te precede. Ahora que nos conocemos, haces honor a tu reputación.
El rostro impecable y apuesto de Mateo se ensombreció visiblemente al escuchar sus palabras.
Incluso su ayudante detrás de él, Tomás, no pudo evitar que las comisuras de sus labios se crisparan locamente.
«Oh cielos… Parece que la Señorita Marín está desafiando al Señor Mateo».
—¿Una mujer tan fea es capaz de captar tu atención? —preguntó Mateo en voz baja.
—Jaja, la belleza está en el ojo del que mira.
—Parece que la vista del Señor Javier no es tan buena. ¿Por qué no le presento a un reputado oftalmólogo?
—Después de estar tan acostumbrado a ver a todas estas mujeres con maquillaje pastoso, siento que una dama como Vero aquí es más agradable a la vista.
—¿Más agradable a la vista? ¿O mejor para seducir?
Los apuestos rasgos de Mateo eran de lo más frígidos, su poderosa aura ejercía presión sobre Verónica. A pesar de ello, Verónica se limitó a ocultar su enfado. No lo reprendió.
—Jajaja… —Al escuchar las palabras de Mateo, Javier echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Pero, de repente, se llevó una mano al pecho. Una oleada de náuseas le golpeó y se inclinó para intentar vomitar. Después de varios momentos de vomitar en seco, no fue capaz de vomitar nada. Entonces pasó un brazo alrededor del hombro de Verónica—. Vero, ayúdame a salir de aquí. Me siento fatal.
Verónica asintió.
—Vamos. —Acomodando el brazo de Javier con naturalidad alrededor de sus hombros, empezó a ayudar a Javier a salir del lavabo. Mateo y Tomás no se apartaron de la puerta ni siquiera cuando la vieron acercarse.
Verónica les lanzó una mirada fría.
—Señor Borbón, por favor, apártese.
«¡Perro que ladra no muerde!».
La aguda mirada de Mateo se clavó en Verónica. Durante ese instante, sus ojos se encontraron y emitieron un aura gélida. Unos segundos después, Mateo retrocedió unos pasos, abriendo paso a Verónica y Javier.
—¡Gracias, Señor Borbón! —Verónica a propósito elevó el tono de su voz. Puede que le estuviera dando las gracias, pero su voz destilaba sarcasmo.
Javier sonrió de inmediato a Mateo después de eso e imitó el tono de Verónica.
—Gracias, Señor Borbón… buaj…
Debido a lo cerca que estaba Javier porque acababan de pasar junto a él, a Verónica le preocupaba que Javier vomitara encima de Mateo cuando vomitara en seco.
Los dos se marcharon.
No fue hasta que desaparecieron más allá del final del pasillo que conducía a los lavabos cuando Tomás formuló por fin su pregunta.
—Señor Mateo, ¿quiere que llame a alguien para que le dé una lección a Javier?
Los ojos de Mateo se entrecerraron un poco, brillando en ellos un destello frío.
—Alzarme en armas por un inútil como él sólo me rebajará a su nivel.
—Pero…
Tomás quiso continuar, pero Mateo ya había empezado a marcharse.
Mientras tanto, Verónica ayudó a Javier a salir del Bar Resplandor. El sirviente de Javier se acercó a saludarlos, después de haber esperado durante horas a su jefe.
—¿Ha vuelto a beber demasiado?
—Date prisa y llévalo a casa. Acuérdate de ponerlo sobrio. —Verónica empujó a Javier hacia su sirviente antes de levantar el brazo para olerlo. El olor a alcohol en ella era penetrante y desagradable a la nariz. Le dieron ganas de vomitar.
—Muchas gracias, Señorita Marín.
—No hace falta que me des las gracias. —Hizo un gesto con la mano antes de darse la vuelta para marcharse, sólo para que Javier la agarrara del brazo de repente.
—¿Mateo Borbón te conoce?
«Está visiblemente borracho, ¿y aun así fue capaz de darse cuenta de un “detalle tan pequeño”?».
Verónica negó con la cabeza.
—¿A qué viene esa broma? Es como una leyenda. Lo único que podemos hacer es mirarlo desde nuestros puestos. ¿Cómo íbamos a conocernos él y yo?
—Jaja, tienes razón, Vero. —Javier levantó la vista y sonrió. Después de despedirse con la mano, subió a su auto. El auto salió del club.
Verónica se quedó un rato en la entrada. Después de ponerse en orden, se dirigió de nuevo al Bar Resplandor. Acababa de dar unos pasos cuando se encontró con Tomás.
—Señorita Marín, el Señor Mateo le pide que vaya.
Verónica le dirigió una mirada de desagrado.
—Vuelve y dile a Mateo que no tengo nada que ver con él. ¿Por qué debería reunirme con él sólo porque él lo dice? ¿De verdad se cree el dios de Florencia?
Era un cabr*n sin corazón. Incluso los animales no lastimarían a sus crías, ¡pero Mateo en realidad quería abortar a un feto que ni siquiera se había formado por completo!
—¡Señorita Marín, ha solicitado su presencia! —Tomás la miró con calma y repitió.
—¡Fuera de mi camino! —Verónica estaba irritada. Su mano ya estaba buscando la porra eléctrica junto a su cadera.
—Si no quiere hacerlo por las buenas, que así sea.
—¡He dicho que fuera de mi camino!
Desde la primera vez que vio a Mateo, Verónica no tuvo el más mínimo interés en él. De hecho, lo detestaba. Así que cuando vio a Tomás de pie, odioso, frente a ella, pensó en el rostro pétreo de Mateo… le repugnó.
En el segundo siguiente, tomó la porra eléctrica y apuntó a Tomás con su mirada de acero. La ira ardía en sus ojos.
Tomás estuvo a punto de actuar entonces contra ella, pero entonces recordó que el futuro heredero de los Borbón seguía en su vientre. Por lo tanto, se retiró a un lado.
Verónica resopló y siguió caminando hacia el interior del club para continuar su patrulla. Sin embargo, nunca imaginó que alguien saldría de repente de la sala 888 cuando ella pasara por delante y la empujaría dentro. La presionaron contra la puerta.
—¿Mateo? ¿Estás loco? Suéltame. —Al ver al hombre que tenía delante, Verónica sintió que la rabia bullía en su interior.
«Qué hombre tan pegajoso».
La gran mano de Mateo la agarró con fuerza por las mejillas. La escarcha flotaba en sus rasgos cincelados.
—¿Has venido a trabajar a un club porque estás a la pesca de nuevos perdedores?
«Esta maldita mujer estaba tan hambrienta como para ir por un hombre lascivo como Javier».
Su agarre era lo bastante fuerte como para hacerle doler la mandíbula, pero Verónica siempre había sido una persona fuerte que nunca se rendía. Frunció el ceño, sus bonitas cejas se fruncieron.
—¿Y qué si estoy pescando chicos con los que podría hacerlo mejor? Me gusta Javier. ¿Tiene esto algo que ver contigo?
Tal vez se debiera al efecto de la psicología inversa, pero acabó «admitiendo» que ligaba con chicos en su intento de provocar a Mateo.
—No ha pasado mucho tiempo desde que te acostaste conmigo, y sin embargo tienes tanta prisa por retorcerte bajo las caricias de otro hombre. ¿Qué tan p*ta eres?
—Je. —Verónica no pudo evitar soltar una risita burlona—. Ambos somos adultos aquí. Es más que normal que dos adultos busquen placer el uno en el otro. Oh, espera… —Entonces frunció las cejas con fuerza. Como si se le hubiera ocurrido algo, una sonrisa malvada apareció en sus labios—. Alguien como tú, que no busca mujeres y que necesita «tomar una pastilla» para meterse en la cama con naturalidad, no lo sabría.
Pronunció las palabras «tomar una pastilla» con mucho énfasis, ralentizando a propósito el ritmo de su discurso, como si se estuviera burlando de Mateo por ser impotente, como si no supiera que ésa era la mayor humillación para un hombre y lo más probable para irritarlo.
Una mirada despiadada apareció entonces en el rostro pétreo de Mateo. Al momento siguiente…