«¡Ese es sin duda nuestro jefe! ¿Por qué le ofreció un cigarrillo a ese viejo ordinario? ¡Incluso se lo encendió!».
Mientras el guardia de seguridad aguzaba el oído al percibir los chismes, Mateo y Cházaro se dirigieron al vestíbulo antes de dirigirse al despacho de la segunda planta.
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