Capítulo 1108 No dejes que otros te persigan
De regreso a casa, Dana iba perdida en sus pensamientos, con aire distraído. Al bajar del auto, se sentó en la entrada del complejo residencial, compró algunas latas de cerveza y las bebió una tras otra. Cuando ya no pudo beber más, se levantó y deambuló por los alrededores, intentando calmarse.
Respiró profundamente mientras contemplaba la brillante luna sobre ella, sin poder evitar extender su mano hacia el cielo. Aquello que parecía estar al alcance se alejaba más conforme estiraba el brazo, tal como la luna. Luis era como ese astro, una presencia brillante en la oscuridad de la noche, pero inalcanzable para ella.
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