Capítulo 10 Haciendo berrinche
—Esas son buenas noticias. Estás embarazada… —Sara regresó en sí mientras abría los ojos—. ¿Es de Adán?
—Hmmm.
—¡Diablos! ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a hablarle de esto?
Lina sacudió la cabeza.
—No; nos vamos a divorciar de todos modos.
Sara hizo una pausa por un momento antes de preguntar:
—Entonces, ¿te quedarás con el bebé?
El silencio cayó sobre las dos chicas, ya que Lina no quería contestar a esa pregunta.
Cuando se enteró del embarazo, su primera reacción fue recurrir al aborto. Sin embargo, después de pensarlo, se dio cuenta de que el bebé no tenía nada que ver con los problemas entre ella y Adán. El bebé era inocente.
Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir cómo la vida de ese bebé se disipó de su cuerpo hace tres años. Ella no quería experimentarlo de nuevo, pero si decidía quedarse con el niño…
Al final, contestó:
—Todavía no estoy segura. Hablemos al respecto después de un tiempo.
Sabiendo que Lina no quería seguir con el tema, Sara cambió de tema.
—Bien. Hay buenas noticias: El collar y el anillo de la colección Primer Amor estuvieron recibiendo respuestas positivas del equipo de nuestra revista ¡También hay reservaciones internas! Estoy segura de que se venderán como pan caliente una vez que salgan a la venta. Lo único que queda es el brazalete… Aún falta una semana antes de la conferencia de prensa. ¿Crees que puedas hacerla a tiempo?
—Sí. Necesito máximo tres días.
Sara soltó un suspiro de alivio.
—Pero, estás embarazada. ¿Puedes encargarte de la producción tú sola? Te expondrás a sustancias químicas en el proceso. Creo que es mejor darle la tarea a la fábrica.
—Está bien. Puedo usar cubrebocas y guantes.
—Entonces, tienes que tener cuidado. Solo infórmame si no puedes por tu cuenta.
Lina sonrió.
—No te preocupes. No será problema.
Saliendo del baño, sostuvo su teléfono, dubitativa, por un largo tiempo, antes de llamar al número de Adán.
Una vez que le dio línea, la voz prepotente de Mía pudo escucharse.
—El Presidente Peralta está conmigo justo ahora, así que trata de no avergonzarte a ti misma.
—Ah. —Lina colgó el teléfono sin pensarlo dos veces.
Desde el otro lado, Adán salió del baño y pudo ver a Mía meter su teléfono entre su ropa. Caminó para tomar la ropa y le preguntó con indiferencia:
—¿Llamó alguien?
Sus ojos titubearon.
—N… no.
Él revisó su historial de contactos solo para ver una llamada entrante de Lina de hace un minuto atrás. Alzó su mirada hacia Mía, quien le explicó:
—Presidente Peralta, Lina preguntó en dónde estaba, pero lo encubrí; ya que sé que no la quiere ver, de todos modos. No le dije nada más.
Él guardó su teléfono mientras se sacudía su excusa tonta de encima. En ese momento, su compañera de trabajo se aproximó mientras brillaba, encantada.
—Presidente Peralta, me alegra que siga aquí. Reservé una habitación privada en el Club Partenón. Pasemos un buen rato.
Adán respondió:
—La Señorita Correa es la protagonista de la colaboración. Disfruten sin mí.
Mía lo llamó al instante:
—Presidente Peralta…
Tras darle un amable asentimiento a su compañera, él salió del lugar y se metió al auto. El conductor le preguntó:
—Presidente Peralta, ¿quiere ir al departamento o a Villa Costa?
Adán agachó la mirada hacia su teléfono y su tranquila voz sonó:
—A Villa Costa.
—Bien.
Se bajó del auto después del camino de treinta minutos cuando su teléfono de repente sonó. Era Lina.
Aunque respondió a la llamada, ella no dijo nada.
Con impaciencia, él se desamarró la corbata mientras se sentaba en el sillón, antes de cuestionar:
—¿Qué pasa?
Al final ella preguntó con cautela:
—¿Sigues… ocupado?
En realidad, le había tomado mucho valor hacer la llamada. Si no le explicaba a Adán sobre su situación, él podría hacerse de la idea incorrecta de que ella solo estaba bromeando, lo que haría más difícil el divorcio. Sin embargo, se sentía bien meterse en sus asuntos con solo una llamada.
—¿Ocupado con qué?
Lina se quedó en silencio por un momento antes de cambiar el tema.
—Lamento mucho lo de hoy. Pasó algo urgente. No fue a propósito.
—Lina Mancera, te esperé una hora. —Su voz era helada.
—Lo siento muchísimo, pero de verdad tuve algo urgente que atender. ¿Qué te parece mañana? A cualquier hora está bien por mí. ¿Por qué no te espero en la Oficina de Asuntos Civiles mañana temprano? Puedes pasar por ahí cuando estés libre.
—Soy un hombre ocupado. Tengo que ir de viaje de negocios a Gerlandia.
Ella se desanimó por las noticias.
—Oh, entonces… hablemos cuando regreses.
Esa era la desventaja de tener como esposo a un presidente; uno tenía que agendar una cita para poder firmar los papeles de divorcio.
Como la llamada no había terminado aún, Adán inquirió:
—¿Quieres chocolate?
Lina se sorprendió por la repentina pregunta. «¿Hmmm?».
Él repitió con impaciencia:
—Iré a Gerlandia, ¿quieres chocolate?
Ella recordó que el compañero de negocios de Gerlandia una vez le regaló un par de cajas de chocolates de sus especialidades locales, que solo fueron colocadas en el escritorio por él, al final.
Aunque él no estuviera interesado en dulces y botanas, ella los amaba. Así que él supuso que sería mejor deshacerse del chocolate al dárselo a ella en lugar de arrojarlos a la basura.
Después de un tiempo, ella respondió:
—No gracias.
Él resopló con frialdad antes de terminar la llamada.
Justo mientras Lina estaba a punto de dormir, Adán la llamó esa vez.
—¿En dónde está la aspirina?
—Está en la cocina. Está en el cajón de hasta arriba de la tercera alacena a la izquierda. Hay bastantes medicinas ahí, si no estás seguro de cuál es…
Su respiración sonaba tranquila, como si estuviera esperándola a que terminara de hablar.
—Puedes despertar a una de las sirvientas.
Él terminó la llamada al segundo siguiente y ella frunció los labios e hizo el teléfono a un lado antes de tirarse a la cama.
«No hay duda de por qué está tan amable el día de hoy; estuvo tomando».
El alcohol siempre hacía a Adán más paciente y accesible. Cuando él la regañaba, ella deseaba poder obligarlo a tomarse un par de botellas de alcohol antes de entrar a la casa.
Por supuesto, ella tenía las ganas, pero no las agallas para hacerlo.
En lugar de despertar a las sirvientas, Adán se masajeó las sienes adoloridas y bebió un vaso de agua fría antes de subir.
Cuando entró a la habitación para agarrar algo de ropa, sus ojos cayeron sobre prendas de mujer que no habían sido tocadas en un largo tiempo. Había pasado un mes desde que Lina se fue de la casa.
Esa tarde, le preguntó a Julio en la entrada de la Oficina de Asuntos Civiles:
—Además el dinero, ¿por qué una mujer insistiría en divorciarse?
En esos días, Adán estaba muy irritado por cómo las cosas estaban resultando. Lina afirmaba que no quería el dinero, sino solo el divorcio, lo cual era escandaloso por completo dado cómo su padre causaba estragos en la compañía.
Incluso así, su actitud era firme, ya que ella no se aprovechó de él por el divorcio. Él no podía entender las razones detrás de su decisión.
—Presidente Peralta, ¿será posible que la Señora solo le esté haciendo berrinche? —Julio expresó su asunción después de una larga pausa.
—¿Haciendo berrinche?