Capítulo 5 Te lo ruego. Por favor sálvame
Por eso Adán nunca había salido con ella. Hasta Óscar solo había visto a Lina dos veces.
Una, porque Adán olvidó llevar un documento y Lina, quien tenía miedo de que podría afectar su trabajo, se lo llevó a su oficina. A pesar de que Adán la trató de forma muy fría y ella se sintió decepcionada, no se quejó. «En verdad lucía muy obediente y sensible».
En la segunda ocasión fue en el banquete de cumpleaños del Gran Señor Peralta, Genaro. Además, por coincidencia era el segundo año de matrimonio de ellos dos. Pero era evidente que no todos en la familia Peralta la trataban con gentileza porque nadie se molestó en presentarla con nadie.
Esa noche, Lina no era diferente a una sirvienta de la familia Peralta. A pesar de que corría de un lado al otro ayudando, nadie lo apreciaba. Por el contrario, pensaban que era irritante y entrometida.
Después de eso, solo se quedó en una esquina mientras se enfrentaba a las burlas de todos. A pesar de esto, ella no se quejó y solo agachó su cabeza mientras se alejaba más del evento.
Según Óscar recordaba, la esposa de Adán era alguien a quien podía molestar ya que no replicaba incluso si estaban abusando de ella.
«Esa feroz mujer no puede ser ella».
Adán seguía sin habla y miraba hacia donde Lina había ido.
Tosiendo un poco, Óscar cambió de tema.
—Me encontré con Javier en la entrada.
—¿Quién? —preguntó Adán.
—El editor en jefe de la Revista Lux.
—Creo que lo conozco.
En vista de que Grupo Peralta había trabajado con ellos algunas veces, Adán conocía al editor en jefe.
—Javier me dijo que encontró a Mance. Si todo sale bien, se convertirá en la diseñadora de su revista. ¿Recuerdas quién es Mance, no?
—No.
«¿Por qué debería recordar gente que no tiene nada que ver conmigo?».
Así, le explicó a Adán.
—Entonces, al menos deberías recordar sobre el Séptimo Concurso del Diseñador Emergente que patrocinaste hace tres años, ¿cierto? Mance ganó el primer lugar ese año. En un principio, tu compañía la habría patrocinado para que siguiera estudiando en Adagio. Pero por alguna razón desconocida, renunció a la oportunidad.
»Escuché que encontró a la persona a cargo del concurso y les pidió que le dieran el dinero en efectivo en lugar de un patrocinio. No obstante, lo rechazaste después de que la persona encargada te preguntara. Ella se desvaneció después de eso. Qué mal, en verdad tenía talento para el diseño.
Adán enfocó su mirada en Óscar poco a poco, estaba pensando en algo más y no escuchó nada de lo que dijo.
—Oh, no lo recuerdo.
Cuando las damas regresaron, era obvio que Javier pudo sentir el mal humor que tenía Lina después de la cena.
En vista de que habría sido incómodo preguntarle de forma directa alzó una ceja mirando a Sara para inquirir.
Pero ella sacudió su cabeza un poco para indicarle que era difícil de explicar.
Javier estacionó el auto en la entrada del apartamento de Sara y exclamó:
—Señora Mancera. Ansío que venga y espero que podamos lograr una fructífera colaboración.
Lina, quien se había calmado un poco, recobró la compostura y asintió:
—Gracias, Señor Manzón. Trabajaré duro para usted.
El editor sonrió y continuó:
—Entonces ya no le quitaré más tiempo. Váyase. Los veo después.
Cuando llegaron a casa, Sara comenzó con la conversación:
—¿Nina, estás enojada por aquellos dos?
Un poco perdida en sus pensamientos, Lina reaccionó hasta después de algunos segundos:
—No. Estaba pensando en el diseño.
El tema que Javier le dio fue «el primer amor», Sara le dijo que esa era la primera cosa que lanzarían después de que firmara como diseñadora porque intentaban penetrar a la demografía de la juventud.
Por ende, ese producto de primera vez era en extremo importante.
De cualquier cosa, el «primer amor» era algo muy extraño para Lina.
La dicha que provenía de pasar tiempo con quien adorabas desapareció después de los tres años de matrimonio.
—Hablando de eso, quería preguntarte. ¿Zenón no te contactó en lo absoluto? —dijo Sara.
Por toda respuesta, Lina sacudió su cabeza.
Hacía tres años, ella había tenido la oportunidad de continuar con sus estudios en Adagio cuando ganó el primer lugar en la competencia, no obstante, lo había rechazado.
En ese entonces, Zenón Buenrostro la visitó algunas veces para preguntarle por sus razones para rechazarlo.
En su expresión se reflejaba la duda, la soledad y la decepción.
A pesar de esto, ella no tenía el valor de decirle la verdad hasta el final y fue hasta el punto de borrar su contacto.
¿Qué podría haber dicho?
«Podría haberle dicho esa noche en la que gané el primer lugar en la competencia… Que cuando estaba inmersa en mi júbilo, recibí la noticia de que mi padre, Jerónimo, le debía a los prestamistas usureros un millón».
Hasta ese momento, ella encontraba difícil superar esa conmoción.
Sara suspiró, se acostó en el sofá:
—Aún creo que lo de ti y Zenón es una lástima. En ese entonces ustedes eran la pareja perfecta. Hasta un ciego podría ver que ambos se gustaban. Eras tan cercana a él. A pesar de que ambos podrían estar juntos después de haber ido a Adagio. Quién podría saber la clase de cosas que podrían pasar…. Ah. El destino en efecto funciona de formas misteriosas —suspiró ella.
—Ahora todo está en el pasado —respondió Lina después de un rato.
—Oye, cambiemos de tema. Cierto, ¿quieres escuchar un chisme respecto a Mía? Déjame decirte que cuando acababa de entrar a la industria para una sesión de fotos de una revista, ni siquiera sabía lo que era una luz de fondo, por lo que ella…
Esa noche, Sara pasó la mitad de la noche haciendo que su mejor amiga se riera por medio de bromas y exageraciones antes de maldecir a la desvergonzada pareja por el resto de la noche.
No obstante, cuando Lina se acostó en la cama, su mente no paraba de repetir las palabras que Mía le decía cuando la vio en el baño.
A pesar de que sabía que esas horribles e indignas palabras no las había dicho Adán, admitía que su descripción no estaría muy alejada de esto.
Al saber que ella era quien había arruinado a Adán, hizo su mejor esfuerzo por ser la esposa perfecta durante su matrimonio. Sin importar los insultos y las burlas de la familia Peralta, nunca se había quejado.
Además, sabía lo mucho que la odiaban.
A pesar de tener un aspecto fuerte, sentía dolor después de recibir incontables comentarios crueles e insultos.
Esa noche, Lina se hizo bolita en su manta y recordó algo en su adormitado estado.
Hacía tres años, al saber que Jerónimo tenía una deuda de un millón, intentó ganar dinero de cualquier manera posible. Hasta doblegó su orgullo y le pidió a la persona a cargo de la competencia que cambiara la oportunidad de ir a Adagio por efectivo.
Hasta ahora, recordaba con claridad lo que la persona le dijo:
—Lo siento, Señora Mance, pero nuestro jefe dijo que esta oportunidad debe de ser otorgada a una persona que tenga una verdadera pasión por el diseño y no a alguien que busca una ganancia monetaria.
Tras escuchar esto, se quedó aturdida por un largo tiempo antes de maldecir a su supuesto jefe durante toda la noche mientras lloraba en casa.
«¿Qué miran? ¿Quién no tiene un sueño puro y simple?».
Después de que Jerónimo desapareciera, los acreedores fueron a tocar su puerta unos días después, obligando a Lina a que eligiera.
Era o cortar una de las manos de su hermano o ir con ellos de forma voluntaria.
Al no tener elección, Lina siguió en silencio a sus captores mientras ignoraba a Luis sin importar lo mucho que le gritara
Los deudores la vendieron al Club Partenón, un lugar a donde los hombres adinerados iban. Era un destino en donde se encontraba el placer, el desenfreno y la emoción. Una noche, le pusieron alguna droga a su bebida.
A pesar de que se había preparado mentalmente para esto, en cuanto un hombre gordo de mediana edad entró a la habitación, pensó de repente en Zenón y en su promesa de encontrarse en Adagio, una promesa que nunca se había cumplido.
Reuniendo toda la fuerza que tenía, Lina empujó al hombre al lado y salió trastabillando de la habitación.
No tardó mucho para que un montón de personas la persiguieran.
Después de escapar y correr por un tiempo desconocido, por fin se encontró con una borrosa figura ante sus ojos. Se estrelló en el suelo y jaló los caros pantalones de su traje.
—Te lo ruego. Por favor sálvame…