Lina llevaba una hora asomada al balcón. Apoyaba los brazos en la barandilla y la cabeza en las manos. Observaba cómo la ráfaga de copos de nieve aumentaba a medida que pasaba el tiempo. Sara salió de la regadera y notó que Lina también seguía en la misma posición con los ojos inmóviles, así que se acercó y miró en la misma dirección.
—¿Qué es lo que te gusta tanto mirar?
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