Capítulo 13 Reliquia de museo
—Como puedes ver, tengo mi propia carrera. ¿Sería tan escandaloso que regrese a mis raíces? —contestó Lina con la asunción de que Adán se estaba refiriendo a la firma de contrato con Joyería Lux
—¿Te pregunté sobre eso? —preguntó en un tono bajo.
—Entonces, ¿de qué estás hablando? —Ella estaba perpleja.
—Dijiste…
Justo cuando Adán estuvo a punto de continuar, Lina sintió náuseas y de repente se cubrió la boca, pero el ahogado sonido de arcadas fue fuerte y claro.
—Presidente Peralta, por favor, aléjate de mí, me siento un poco mal —le advirtió estirando la mano para empujarlo.
—Sigue actuando —dijo con casualidad. «Qué espectáculo tan grande con tal de evitar el tema».
—Ah, estoy expuesta. Ja, ja. ¿Qué es lo que me querías preguntar? Si no hay nada, me retiraré al baño, Presidente Peralta.
Desde el día anterior, en la mañana, sus náuseas matutinas habían sido abrumadoras. Después de un par de arcadas, esa vez sí estuvo a punto de vomitar.
Adán la tomó por la muñeca con fuerza y le preguntó con voz fría:
—¿Qué le pasó a tu primer amor?
Lina se sorprendió por un momento ya que no esperaba que eso fuera lo que le quería preguntar.
—Solo fue… un primer amor —contestó. Alzó la mirada para verlo tras terminar su oración y agregó con solemnidad—: Presidente Peralta, será mejor que este no sea un escándalo que estás tratando de hacer. ¿No crees que es irónico tratar el tema dado el estado actual de nuestra relación?
Ante eso, frunció el ceño y apretó el agarre en su muñeca incluso más fuerte.
—¿Cuál es nuestra relación, entonces?
—En medio de un divorcio.
—Lina Mancera, deja de probar mi paciencia.
«No entiendo; todo lo que quiero es que esté de acuerdo con el divorcio razonable, legal y no agresivo que estoy proponiendo. ¿Cómo estoy probando su paciencia?». Esa extraña sensación regresó justo cuando estuvo a punto de preguntar, pero él seguía agarrando su mano con fuerza.
Apurada, ella tomó un bote de basura cercano y vomitó en él.
Aunque Adán rápido retiró la mano, un par de gotas de vómito le ensuciaron los puños de la camisa.
—¡Lina! —exclamó con el rostro oscureciéndose al instante.
Después de terminar de vomitar, alzó un vaso de agua y se enjuagó la boca antes de disculparse.
—Lo siento, no pude aguantarlo.
Adán se quitó el saco del traje y lo arrojó a un lado antes de abrir la ventana para deshacerse del aroma de la habitación.
—Presiente Peralta, si no te importa, de verdad me tengo que ir. O… si tienes tiempo de divorciarte hoy, dejaré que Sara se encargue de los asuntos de la revista e iré contigo.
Él se giró y la miró inexpresivo. Su rostro se hizo más frío que cuando llegó.
Lina estaba confundida. «¿No puede esperar unos momentos?».
En esa fracción de segundo, hubo un golpeteo en la puerta antes de que sonara la voz de Sara.
—¿Ya terminaron de hablar, Nina? La editora en jefe, Lara, te está buscando.
—Está bien. Ya casi termino. —Ella se giró hacia Adán y se excusó—: Presidente Peralta, me iré ahora. Por favor, espérame afuera un momento.
Sara sacó a Lina del vestidor y quiso correr, pero como Lina estaba embarazada, solo pudo caminar rápido.
—¿No dijiste que me buscaba la editora en jefe? —inquirió Lina.
—Es mentira. Lara está socializando con esos dignatarios. De no haberlo hecho, ¿cómo te podría haber rescatado de ese bast*rdo?
Eso dejó a Lina sin palabras. «Aun así, tiene razón».
Mientras se acercaban a la mesa, una voz desde un lado la llamó:
—Lina.
Ambas chicas se detuvieron al mismo tiempo.
«Pasará lo que tenga que pasar…».
…
—¿Cómo has estado, Lina? —Después de un largo silencio en la entrada del hotel, Zenón no pudo evitar preguntar.
—Estoy bien —Lina respondió apretando los labios.
—Pasó medio mes desde que regresé y te estuve buscando por todas partes. Todos me dicen que no han escuchado de ti en un largo tiempo.
Ante eso, Lina se quedó en silencio. Hace tres años ella había cortado comunicación no solo con Zenón, sino también con todos sus antiguos compañeros de la escuela. No quiso decirle a nadie sobre lo innombrable.
Como humano, era natural querer conservar su pobre y ridícula dignidad.
—¿Te irás de nuevo esta vez? —preguntó con una sonrisa después de un momento.
Zenón se quedó mirándola, impactado.
—Lina, yo…
—¡Zenón! —En ese momento, Ana apareció de la nada y se metió entre los dos.
Sin esperarlo, Lina dio un paso atrás contra la pared tras ella, ya que apenas pudo mantener el equilibrio.
—¡Ana! —Lina exclamó con el corazón acelerado.
—Lina, tu voz es insoportablemente fuerte. Mi primo, Adán está justo aquí adentro, ¿y aquí estás tú, seduciendo a otro hombre en público? ¿No te da vergüenza? —rugió Ana.
Lina no pudo palidecer más en ese momento, ya que su sangre pareció congelársele de la cabeza a los pies.
Jamás consideró ocultarle su matrimonio a Zenón, pero tampoco anticipó que la revelación sería así. «¡De boca de Ana!».
Zenón, que siempre había sido tranquilo, se enfureció y arrojó la mano de Ana lejos, antes de preguntarle:
—Ana, ¿qué estás haciendo aquí?
Sorprendida una vez más por su actitud hacia ella, los ojos de Ana de repente se volvieron rojos y gritó enojada:
—¡Es por tu propio bien Zenón! ¿Por qué no le preguntas lo que le hizo a mi primo? ¿tiene el valor de admitirlo?
—No hay nada que no esté dispuesta a admitir —declaró Lina con calma—. Pero, Ana, te lo advertí, si sigues siendo tan incompetente para caminar como un ser humano normal, tal vez es hora de que te muestre.
Ana se cegó por los celos al punto en el que ya no podía razonar. Jamás había visto a Zenón hablarle con tanta amabilidad, sin embargo, así le hablaba a Lina.
—No eres ninguna reliquia de museo. ¿Crees que eres intocable? —la desafió Ana mientras se preparaba para empujarla de nuevo cuando Zenón intervino.
—Detente, Ana.
—Zenón, ¿desde hace cuánto la conoces? ¿Por qué no crees mis palabras?
—Lina y yo hemos sido amigos por tres años. No necesito que me digas quién es.
Los ojos de Ana se abrieron, sorprendida.
—Ustedes… Si ese es el caso, ¿qué clase de mujer era?