Capítulo 4 A Adán no le gusta su esposa
A los Peralta, a quienes desde un principio no les caía bien Lina, la detestaron aún más cuando salió a la luz la verdad sobre la prueba de embarazo.
Debido a eso, la trataban como si no existiera.
«Con razón Adán estaba tan enojado. Resulta que abordé un punto sensible».
Después de regresar, Lina esperó algunos días más por la respuesta de Adán. Pero no había mensajes nuevos de su parte.
Su breve reunión en el club la había hecho sospechar que la razón por la que estaba tan desesperado en alargar eso era para ofenderla y que la reconocieran como la esposa cornuda.
«¿Está usando esto como venganza por lo que le hice en el pasado?».
A pesar de que él estaba dispuesto a alargar esto, ella no. Solo planeaba tomar acciones hacia el futuro después de arreglar las cosas del divorcio.
De todas maneras, tenía que vivir su vida en lugar de quedarse sin hacer nada como en ese momento.
Después de enterarse que Lina estaba buscando trabajo, Sara dejó la bolsa de patatas que tenía en las manos y dijo con emoción:
—¡Ven a trabajar para nuestra revista! Escuché que están buscando una diseñadora para establecer una marca.
A pesar de que estaba emocionada por lo que le dijo su amiga, Lina frunció el ceño cuando la escuchó:
—¿P… Puedo hacerlo siguiera? Ni siquiera he publicado nada en tres años.
—Cariño, puedes hacerlo. Además, siempre puedes intentarlo. No es como si tuvieras algo que perder.
Lina asintió cuando se dio cuenta de que sus palabras tenían sentido.
—Muy bien.
Sara era de esas personas que actúan en el momento, por lo que le llevó los trabajos que Lina había hecho hacía tres años al editor en jefe al siguiente día.
Después de revisar todo, Javier Manzón, el editor en jefe vio la firma en el diseño y preguntó.
—¿Mance es su amiga?
—Sí. Es en verdad hábil y sus diseños son muy únicos. Perderemos mucho si no la contratamos.
Claro que Javier sabía qué tan competente era, la aparición de Mance en el campo de diseño de joyería era comparable al de una rosa que aparecía por un efímero momento antes de desaparecer.
Alguien dijo que ella perdió su inspiración después de obtener su premio, por lo que dejó de producir más diseños.
Otra persona también había dicho que un individuo adinerado la quería, por lo que se casó por el dinero y vivió una vida tranquila desde ese entonces.
A pesar de todo, había toda clase de rumores en torno a ella.
No obstante, él no esperaba que después de tres años, ella regresaría justo cuando todos estaban a punto de olvidar su existencia.
Así, Javier preguntó:
—¿Está disponible esta noche? Discutámoslo en la cena.
Al saber bien que el trato ya estaba echo a efectos prácticos, Sara asintió al instante.
—Sí. Le diré de inmediato.
…
En la cena, Lina y Javier se estaban llevando bastante bien. A pesar de que ella seguía haciendo énfasis en que no había dibujado nada en los últimos tres años, él declaró que esto no lo molestaba ya que solo quería que ella hiciera un burdo boceto basado en un estilo en específico en menos de una semana.
Si el gran jefe aprobaba su idea, podrían firmar el contrato.
Se hizo bastante tarde después de que terminaron su cena, por lo que Javier les ofreció con amabilidad:
—No es fácil detener un taxi en esta área. Solo para estar seguros, debería llevarlas de regreso.
—Claro, antes iré al inodoro. —Sara miró a Lina—: Nina, ¿quieres venir al baño también?
—Vamos.
—Por favor espérenos un poco, Señor Manzón. Regresaremos pronto —le dijo Sara por cortesía.
—De acuerdo, tómense su tiempo —replicó Javier con una sonrisa.
Después de salir del inodoro, Sara se lavó sus manos mientras decía:
—¡Esto es genial! ¡Lo conseguimos!
Lina, quien no podía creer que las cosas salieran tan bien, seguía un poco intranquila.
—Solo me preocupa que el dibujo que cree no esté a la altura del estándar de tu jefe. Si eso pasa, lo lamentaría tanto por ti y por el Señor Manzón.
A esto, Sara solo le replicó:
—Estás pensándolo demasiado, cariño. Nuestro jefe es un hombre bonachón y viejo. Es muy dulce y en realidad no se ocupa de nada. Por ende, en esencia, el Señor Manzón toma las decisiones de la revista. Solo tómalo como una formalidad. En vista de que el Señor Manzón te valora tanto, casi es un hecho.
Justo cuando terminó de hablar, se escuchó el sonido de unas zapatillas en la entrada del baño.
Entonces Mía apareció frente a ellos.
Sus miradas se encontraron, no esperaban verse ahí, estaban conmocionadas mientras que Mía se mofaba:
—Eres una sanguijuela. Nos sigues a todos lados.
Usó una toallita para secarse sus manos y replicó de forma casual:
—Si estás buscando que te de una golpiza, solo dilo. No tienes que decir nada similar.
—Tú…
Desde el último incidente, Mía sabía que no ganaría contra Lina en una pelea. Además, ahora eran dos contra ella, por lo que las posibilidades estaban en su contra.
—¿Qué ibas a decir? ¿Quieres que calumnie a esa amante con un megáfono? —añadió ella.
Mía replicó de forma burlona:
—Lina, eres una desvergonzada. ¿Te olvidaste de cómo te casaste con Adán en primer ligar? ¿Me estás llamando amante? No veo que seas mejor que yo. ¿En serio crees que solo porque mejoraste tu estatus social puedes ser una p*rra santurrona?
Cuando Sara estaba a punto de responderle, Lina la contuvo.
Miró a Mía con calma y le preguntó:
—¿Adán te dijo eso?
En vista de que Mía no era la más inteligente del mundo, Lina concluyó que se acababa de enterar ya que no había intentado atacarla con eso durante las últimas dos veces que se vieron, sin mencionar que su aspecto era mucho más engreído comparado a cómo se veía antes.
—Así es. Dijo que odiaba a las mujeres como tú y que su mayor arrepentimiento era concerté en el club. Dijo que eres como la m*erda de perro. Después de quitarte, sigues apestando. Preferiría desollarme a tocarte.
Después de perder la ronda en su última batalla, Mía solo sentía miedo cuando notó que Lina no se movía. Así, ella dio un paso hacia atrás para evitar otra bofetada en su rostro.
Para su sorpresa, todo lo que Lina hizo fue arrojar la toallita de papel en la basura y salió del inodoro, no tenía la intención de interactuar con ella en lo absoluto.
Al ver esto, Sara la siguió.
—Nina, que no te afecte lo que dijo esa mujer. Esa pareja desvergonzada, ambos merecen pudrirse. Solo piensa que lo que sale de su boca solo son ladridos… O pedos. Prométeme que no te enojarás…
Antes de poder terminar con su oración, vio al sinvergüenza de pie no muy lejos de ellos mientras charlaba con alguien.
Lina, quien lo trataba como si fuera invisible, ni siquiera le dirigió una mirada y se alejó caminando de prisa.
Óscar Gaona percibió a alguien con sed de sangre en su espalda y se giró tan solo para ver a una mujer que se le acercaba antes de preguntarle:
—¿Esa no es tu esposa? ¿Qué está haciendo aquí?
Al mirar a quien Óscar se refería, Adán frunció el ceño con un dejo de impaciencia en sus ojos.
«Hasta me siguió acá, ¿pero de todos modos está hablando de un divorcio simple? Esta mujer nunca había caído tan bajo».
Al ver que se les acercaba, Adán se preparó para hablar antes de que Lina pasara a su lado sin intención alguna de detenerse o siquiera de lanzarle una mirada.
Pasó sin emoción alguna a su lado como una ráfaga de viento.
Por ende, él se quedó sin palabras al verla.
Por el contrario, Sara, quien estaba siguiendo a Lina, se detuvo y abrió la boca, estaba a punto de reclamarle, pero sintió que podría no ser el mejor momento, por lo que persiguió a su amiga de nuevo.
Mientras Óscar presenciaba toda la situación, solo se pudo reír de forma incómoda.
—¿Reconocí a la persona equivocada?
A Adán no le agradaba su esposa. De hecho, hasta podía decir que la detestaba. Eso era algo que todos en la sociedad de clase alta sabían.