Capítulo 920 Hasta los gallos se despiertan más tarde que tú
El silencio volvió a reinar al otro lado del teléfono. Carolina, obstinada, no colgó, esperando alguna respuesta. Después de un rato, solo se escuchó el tono de ocupado. Frustrada, arrojó el teléfono y se dejó caer boca abajo sobre la cama.
«En realidad», pensó, «aparte de no poder salir de Jacarandas, todo en mi vida ha sido perfecto. Cualquier cosa que deseara, papá me la daba». Lo que Sara había dicho aquel día tenía sentido: Carolina parecía tener una inusual obsesión por las cosas que no podía obtener. Pero Leandro no era como los juguetes y la ropa de su infancia. Cuanto más lo deseaba, más inalcanzable se volvía.
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