Capítulo 277 Mis dos hijos
Era una mujer adulta que había estado casada durante tres años antes de conocer a Santiago, y sabía con certeza cómo atraer a un hombre. Aunque me negaba a usar lo que había aprendido con Nicolás, quería que el hombre en frente de mí se sintiera complacido desde lo más profundo de su corazón. Por ello, aunque no pudimos concretar, le brindé un placer inimaginable. Él tampoco quiso forzarme, debido a la herida que tenía en el abdomen, y me abrazó para darme tranquilidad. De repente, se volvió todo ternura y, dijera lo que dijera en sus brazos, me respondía con palabras dulces. Comprendí, de pronto, algo sobre Santiago. Parecía que, mientras sus deseos estuvieran satisfechos, era como un león domesticado y, sin importar cuánto jugueteara en su territorio, estaba dispuesto a mimarme y consentirme. Al pensarlo, mi corazón se llenó de alegría, como si hubiera descubierto algún secreto suyo.
Era mediodía cuando llegamos a casa y nos adaptamos al huso horario. Habíamos viajado en auto durante algunas horas para llegar al chalé del Monte Amarillo, donde Carlos y una niñera desconocida jugaban con los niños en el patio. Ambos bebés gateaban en el suelo y llevaban juguetes de peluche en las manos. Iban vestidos iguales y se parecían, por lo que me tomó un rato distinguirlos. De pronto, un leve temor me invadió y no me animé a acercarme. Al ver sus dulces rostros, mis ojos se humedecieron y no pude controlar las lágrimas.
Obtiene más cupones de libro que los de la app Recargar
Ir a la app de Joyread
Sigue leyendo más capítulos y descubre más historias interesantes en Joyread