Capítulo 9 ¿Por qué estás tan triste?
Claro que no respondí, a pesar de que él me estaba viendo con hostilidad, así que sin previo aviso bajé en la siguiente parada y no me siguió. Entonces pedí un taxi que me llevó hasta el área en dónde me lo había encontrado porque ahí dejé mi auto y regresé a mi casa.
Era la única persona dentro de ese enorme chalé, por lo que mientras me perdía recordando lo que me había dicho, no pude evitar estar de acuerdo con él; en definitiva, le debía una boda a María. Aunque ella había renunciado a él, la realidad es que él también había renunciado a ella, e incluso si ella no hubiera aceptado los 3 millones, Nicolás de todas formas hubiera terminado su relación. Una vez más confirmaba que no existía el bien o el mal cuando se trataba del amor, y aquella boda extravagante que tuve debió ser de María, no mía.
Mientras todas estas ideas se aglomeraban en mi mente, recibí una llamada de Maya Silva, quien era una de las pocas amistades que tenía. La mujer había abierto un café con gatos llamado Minino Café, en donde podías beber tus bebidas preferidas y al mismo tiempo convivir con los tiernos animales; no obstante, no le había estado yendo bien, de hecho, la única razón por la que el café seguía funcionando era porque yo le había dado parte de mis acciones.
Una vez que acepté la llamada, acerqué el teléfono a mi oreja y dije:
—Hola, Maya.
A lo que ella respondió muy emocionada:
—¿Recuerdas el auditorio que está cerca de mi café? ¡Habrá un concierto de piano esta noche! Y escuché que el artista es un hombre que ha regresado de los Estados Unidos, ¿no se supone que te gusta el piano? ¡Tenemos que ir juntas!
La realidad es que la única razón por la que me gustaba el piano era porque Nicolás sabía tocarlo. Bajé la mirada y miré mi tarjeta de crédito, debo admitir que querer comprar el amor de un extraño tal vez si fue un poco descabellado, así que tal vez darle este dinero a Maya no sea tan mala idea; al menos podría ayudarla a mantener su negocio.
—Estaré ahí en una hora —dije.
Así que me puse de pie e hice el quehacer. Una vez que terminé de limpiar fui al cuarto de baño y me retoqué el maquillaje que había utilizado durante el día y me puse un abrigo azul de tejido. Posteriormente, tomé un taxi hasta su cafetería. Cuando llegué me quedé de pie debajo de la nieve durante algo de tiempo porque tenía la necesidad de respirar el aire frío; luego entré al negocio de mi amiga.
En cuanto Maya me miró dejó las tazas que llevaba con ella y me abrazó con una enorme sonrisa.
—¿En dónde habías estado últimamente? ¡Te desapareciste! —me dijo.
—Lo siento, habían estado ocupada con el trabajo —respondí con una mentira.
Me soltó hasta que escuchó mi respuesta.
—Siéntate, le pediré a alguien que te preparé algo de té. Y una vez que termine con el trabajo vendré contigo.
Así, me senté en silencio en una mesa de la esquina con un gato blanco sobre mis piernas. Estaba disfrutando de la vista ocupada de la calle cuando de repente, miré una silueta alta y corpulente que me pareció conocida; me sorprendí mucho al ver lo solo que se miraba y rápidamente las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. A la distancia miraba ese cuerpo tan familiar y los recuerdos de mi pasado llegaron poco a poco a mi mente, y justo como la chica de 14 años que había seguido a Nicolás a escondidas en el pasado, me encontré a mí misma yendo en su dirección, como si la gravedad me atrajera a él.
En eso el gato que tenía sobre mis piernas bajó asustado por mi repentino movimiento, pero no me importó, ya que mi prioridad era alcanzar a aquel hombre y verlo, aunque sea una última vez. Desgraciadamente cuando salí a la calle llena de peatones él ya no estaba.
Maya se fue detrás de mí cuando se dio cuenta de que salí corriendo de la cafetería y al verme llorando me preguntó preocupada:
—Regina, ¿por qué estás llorando?
Creí... creí haberlo visto. Era aquella misma figura que llevaba guardada en lo más profundo de mi ser, aquel hombre que solía ser amable y dulce conmigo. Entonces me di cuenta de que nadie más me había hecho sentir como Nicolás lo hizo, pues, ¿quién más podría ser sino él? En eso recordé el concierto que Sofía había mencionado y no pude evitar preguntarme si sería el mismo.
«¿Nicolás estará ahí?».
Así que levanté la mirada, pero solo para descubrir que ahora mi amiga también estaba llorando.
—Dios... ¿Por qué estás llorando? —pregunté.
—¿Por qué siempre te ves triste, Gina? —cuestionó y me abrazó—De repente estás llorando, ¿acaso ya olvidaste que has estado casada con él durante tres años?
Se refería a Nicolás, y entendía porque creía que lloraba por él, después de todo, todavía no le había dicho nada de mi divorcio. Parpadeé un par de veces y sonreí levemente.
—Creo que es la nieve, puede que esté haciendo mucho frío y por eso mis ojos lloran.
Entonces regresamos a la cafetería y cuando encontré al gato que había asustado al salir corriendo, lo levanté entre mis brazos y le dije:
—Siento mucho haberte asustado.
Y como si él hubiera entendido mis palabras, me ronroneó y pasó su cabeza por la palma de mi mano. No pude evitar sonreír al ver lo obediente y tierno que era este gatito.
—Buen chico.
Me quedé en el café de Maya hasta tarde, no obstante, de último momento ella me dijo que no podría acompañarme al concierto porque tenía que ocuparse de algo que surgió de improviso y me entregó el boleto que había comprado para mí. Ahora, me había quedado sola dentro de su negocio y coloqué mi tarjeta de crédito a un costado de su computadora antes de irme.
Cuando llegué al auditorio este estaba repleto de personas, pero afortunadamente me las arreglé para encontrar un buen lugar junto a una pareja de jóvenes que no paraban de decirse cosas lindas; tal vez tendrían unos 15 años de edad cada uno. Las personas suelen decir que uno no puede olvidar a su primer amor, y Maya es un claro ejemplo de ello, pues se enamoró a esa edad de un pandillero de nuestra ciudad. A pesar de que el hombre no tenía nada que ofrecerle, ni siquiera una vida estable económicamente hablando o de pareja, Maya estaba tan enamorada de él que en algún momento estuvo a punto de quitarse la vida e incluso sufrió un aborto.
Todavía después de lo sucedido ella insistía con que no había otro hombre que la amara tanto como él a ella. Y hace algunos años me dijo algo que no logro olvidar:
—Puede que sea rudo, pero debajo de esa capa hay un alma pura y limpia. Yo conozco todas sus debilidades y sé lo sentimental y orgulloso que puede llegar a ser, pero también sé que sería capaz de hacer cualquier cosa por amor. Gina, él es un buen hombre, incluso podría compararlo con el Nicolás que conociste hace años. Es un hombre fuerte y fiel a sus propios ideales.
Y así era, porque a pesar de que no tenía nada, fue capaz de dar su propia vida por la de Maya; mi amiga estaba estudiando el último año de preparatoria cuando él la salvó de ser atropellada. Estaba segura de que una parte de ella se había ido con él tras fallecer, porque después de eso, no volvió a salir con nadie. Así que, mirando a la pareja que estaba frente a mí, no pude evitar rezar para que todos aquellos jóvenes enamorados pudieran llevar una vida tranquila.
…
El tiempo pasó rápidamente y ni siquiera presté atención al concierto, pero justo cuando estaba a punto de irme, me detuve por el sonido de una melodía que me resultaba conocida. Tenía los ojos llorosos cuando me giré hacia el escenario y me encontré con un par de manos hermosas que iban y venían entre las teclas blancas y negras; estaba sonando Street Where Wind Resides.
«¿Acaso me recuerda?».
El hombre que tocaba el piano era tan bello y gentil que su rostro rápidamente me llevó a la persona de mis recuerdos, a aquel ser amable y agraciado que todavía no podía olvidar. Una vez que terminó me apresuré a ir tras de él en bastidores, pero al llegar no lo pude encontrar. Tenía tanto miedo de que se hubiera ido, y odiaba la idea de que pronto se convertiría en el prometido de alguien más; antes de eso, tenía que verlo una última vez, deseaba con todo mi corazón verlo y decirle quién era.
Sin embargo, a pesar de seguir buscándolo no obtuve nada; por lo que salí del auditorio sintiéndome totalmente abatida. Al salir por la puerta el cielo ya estaba oscuro y la nieve que caía ahora era más espesa, así que caminé a paso lento por las calles iluminadas, usando mis tacones altos mientras observaba mis alrededores.
Al mismo tiempo que seguía caminando noté la figura de una persona alta frente a mí. Inevitablemente me detuve y miré al hombre... Pude sentir como se me entrecortaba la respiración al verlo en ese abrigo verde oscuro que llevaba sobre una camisa negra de cuello alto; y, alrededor de su cuello portaba una bufanda color beige. Después de todo, me había encontrado con él otra vez.
Mantuve los labios fruncidos en una línea delgada mientras agarraba valor para acercarme y preguntarle por qué había elegido tocar Street Where Wind Resides, pero antes de que tuviera oportunidad de decir algo, el hombre me miró y las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa tan amplia que podría llegarle hasta los ojos.
—Chiquilla, otra vez me estás siguiendo...
Al escucharlo me sorprendí tanto que abrí ligeramente la boca para decir algo, pero las palabras no salieron.
«¿Me llamó chiquilla? ¿Eso significa que recuerda quién soy?».
—¡Nicolás! —exclamé en su dirección.