Capítulo 736 Las repentinas hojas de Ezequiel
Quería darle un poco de calor. El calor que le regalaba su chica. Después de pedírselo una y otra vez, por fin se sentó a su lado y le tomó la mano. Sus palmas estaban heladas, pero se aferró a él con fuerza mientras le decía:
—Estos últimos días quise admitir mi verdadera identidad, pero temía que no me reconocieras, y temo aún más que me hipnotices. Eze, prométeme que nunca me hipnotizarás. Sabes que la hipnosis no puede controlarlo todo para siempre, y si alguna vez lo recuerdo, no te lo perdonaré. Te convertirás en la persona que más odie en este mundo. Así que nunca debes hipnotizarme. Eze, déjame quedarme a tu lado, ¿de acuerdo?
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