Capítulo 2 Seamos pareja
Nicolás parecía confundido luego de escuchar mis palabras.
—¿Qué estás planeando? —preguntó.
Pronto, me di cuenta de que comenzaba a nevar y recordé que mi cumpleaños número 23 sería en menos de dos meses, en vísperas de Navidad. No pude evitar preguntarme para mis adentros si seguiría viva para entonces.
Con mis labios presionados en una línea fina, acaricié levemente mi vientre y dije:
—Sabes que siempre te he querido, así que pensé que podrías salir conmigo durante tres meses y tal vez dejarías atrás los prejuicios que tienes sobre mí.
—No digas tonterías —respondió después de escucharme.
Sus palabras fueron frías y directas, incluso el ambiente dentro de la habitación se sentía diferente, mientras que las lágrimas rodaban por mis mejillas. No obstante, fui capaz de contenerme y dije sin más:
—Nicolás, sé que quieres el divorcio, así que te daré un trato mejor, ¿qué te parece si solo salimos por tres meses? Lo único que tienes que hacer es fingir que eres el esposo perfecto, cuidarme y fingir que me quieres, y una vez que los tres meses hayan terminado, te daré el divorcio; incluso te daré todas las propiedades que están a mi nombre. Solo piénsalo, por una puesta en escena que desarrolles durante tres meses, te dejaré todo lo que es mío con un valor de cientos de millones y el divorcio que siempre has querido; incluso podrás casarte con María luego de eso.
—¿Quieres que finjamos ser pareja? —preguntó él asombrado.
La realidad es que sería actuación solo para mí, para sentirme mejor. Así que, conteniendo todo lo que quería decir, respondí:
—Así es, ¿aceptarás?
—¡Ja! ¿Qué tal si durante tres meses dejas de darme asco?
No dije nada ante sus palabras. Mi única reacción fue ver como el Maybach color negro desaparecía del jardín del chalé.
…
Me desperté a la mañana siguiente con la garganta seca y algo de irritación luego de haber llorado la noche anterior; poco después me puse de pie y me tomé el medicamento que el médico me recetó. También me di un baño y me maquillé para irme al trabajo, pues, aunque era la esposa de Nicolás, también era la presidenta de la empresa Esquivel. Estaba preparando unos documentos dentro de mi oficina cuando de pronto recibí una llamada del presidente Ferreiro.
—¿Te enteraste de que María regresó de los Estados Unidos? Mantente cerca de Nicolás de ahora en adelante, yo me encargaré del resto —dijo el hombre con seriedad, pues me quería prevenir.
Me congelé un momento y cuando recuperé mi capacidad para hablar, pregunté:
—¿Cuándo regresó?
—Ayer.
Así que esa era la razón por la cual Nicolás no me llamó por su nombre anoche, por eso tampoco le importó cuando le sugerí el trato del divorcio; se rehusaba a comportarse de esa manera frente a su amada, María. No quería que ella malinterpreta la relación que había entre nosotros dos, y como no podía seguir aferrándome, decidí que era momento de dejarlo ir. Dejé escapar una leve risita y le respondí al presidente Ferreiro:
—Suegro, quiero el divorcio.
Probablemente lo tomé por sorpresa, porque dejó escapar un fuerte suspiro y me preguntó un poco dudoso:
—¿Qué acabas de...?
—Nicolás no me ama —lo interrumpí—, y su relación con usted comenzó a deteriorarse cuando yo entré a su vida, así que estoy segura de que hasta para usted será mejor que me divorcie de él. —dije. Una parte de mí sabía que el presidente jamás lo aceptaría, tan solo que... Bajé la mirada hacia los documentos de sucesión de bienes que estaban sobre mi escritorio y agregué—: No se preocupe, voy a ceder todos los derechos de mis propiedades y acciones a Nicolás.
El presidente se quedó en silencio luego de escucharme, pero después preguntó con curiosidad:
—¿Por qué tienes tanto apuro de divorciarte? ¿Es por qué María regresó? ¿Por eso también estás dispuesta a ceder tus derechos a la familia Ferreiro? ¿Hay algo que esperas obtener de todo esto?
¿Qué si espero obtener algo? De inmediato me toqué los ojos mientras que las lágrimas rodaban y me vi obligada a contener mi tristeza para responder:
—¿Qué cree que esperaba obtener cuando de tantos prospectos decidí aceptar a Nicolás? —No pude evitar sentirme ridícula una vez que empecé a hablar—. Suegro, todo lo que ustedes querían eran los bienes de la familia Esquivel, así fue desde un principio, mientras que yo solamente lo quería a él...
El presidente se quedó en silencio por unos segundos, luego suspiró y cortó la llamada. Tan pronto como terminamos de hablar, firmé los documentos frente a mí. Cuando mis padres fallecieron fui la única que quedó de mi familia, sin embargo, pronto moriría, y por eso quería dejar todo listo para que Nicolás se hiciera cargo de lo que mi familia había construido.
A pesar de que el hombre no fue capaz de proteger a la mujer que amaba, era brillante cuando se trataba de los negocios; con su forma de ser tan decisiva y despiadada, era un oponente al que muchos de sus enemigos temían. Además, se hizo más fuerte luego de que tuvo que ceder ante su padre hace tres años. Hoy en día, la familia Ferreiro era lo suficientemente fuerte como para acabar por completo con los bienes de los Esquivel.
Aunque cualquiera de sus acciones podría poner en peligro el trabajo de ambas familias, él no tenía miedo, dentro de mí sabía que Nicolás solo estaba esperando por el momento perfecto para hacer su primer ataque; su plan principal era hacerse cargo de la empresa de los Ferreiro para poco después, con María a su lado, derrotar lo que quedaba de los Esquivel. Como sabía que el hombre ya lo tenía planeado, preferí entregarle todo en bandeja de plata, de todas formas, luego de tres meses no habría nadie que pudiera quedarse con los bienes de mi familia. Así que después de firmar los documentos, preparé mi testamento y última voluntad, en donde solamente escribí una pequeña frase:
«Nicolás, espero que todos tus sueños se vuelvan realidad».
Visité al antiguo abogado de la familia, el señor Guillén, quien tenía una expresión de asombro mientras leía y revisaba los documentos que le había entregada. Sonreí un poco cuando leyó en voz alta:
—«Una vez que fallezca dejaré todo en manos de Nicolás, lo único que pido es que toque una canción de piano frente a mi tumba». ¿Y qué canción te gustaría que tocara, Regina? —me preguntó con melancolía mientras esperaba por mi respuesta.
—Street Where Wind Resides —respondí casual.
Terminé de hablar con el señor Guillén y luego llamé a Nicolás; en el momento que respondió, dijo en voz baja:
—¿Y ahora? ¿Por qué me estás llamando de otra vez?
¿Acaba de preguntar por qué lo volvía a llamar? ¡En todo el año solo lo había llamado dos veces y una de esas ocasiones fue anoche! No obstante, no me quedó más remedio que reprimir mi enojo y respondí:
—¿Vendrás a casa para cenar?
—No —respondió en cuanto hice la pregunta.
En eso levanté la mirada y me di cuenta de que, una vez más estaba nevando; mientras atrapaba uno de los copos de nieve sentí como si este estuviera adentrándose en lo más profundo de mi corazón roto.
De repente, dije algo que no esperaba decir:
—Me enteré de que María regresó...
Ni siquiera había terminado de hablar cuando Nicolás me interrumpió.
—¡Ni se te ocurra acercarte a ella! Te lo advierto, Regina, si algo le pasa a María, ¡te mataré y yo mismo te voy a enterrar!
¿Así que pensaba asesinarme y luego enterrarme? Vaya. La verdad es que lo había llamado para decirle que durante la cena de esta noche quería que habláramos sobre nuestro divorcio y poder llegar a un acuerdo; no obstante, con sus comentarios me hizo sentir como que no era más que una mala mujer. Y tal vez, no sería tan malo seguir con esa impresión que tenía de mí.
Así que sonreí con descaro y dije:
—¿Entonces no vendrás a casa esta noche? Porque no puedo prometerte que no haré nada contra ella con los celos que siento en estos momentos.