Capítulo 14 Su llegada
Ya casi no estaba nevando en Bristonia debido a que la temporada de lluvias estaba llegando. Puse el teléfono en mi oreja y oí como Nicolás se quejaba con calma:
—Está lloviendo a cantaros afuera y me estoy empapando, ¿podrías abrirme?
Cualquiera que escuchara su voz con atención podría darse cuenta de que no estaba muy feliz. Me alejé de la ventana y le pregunté:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Regina, ¿olvidaste que acordé ser tu novio?
Resultó que Nicolás todavía lo recordaba.
—Creí que te habías arrepentido —dije.
—¿Es porque no te contacté en estos días?
Suspiré por lo bajo, pero la queja era evidente en mi tono.
—Niña tonta, ¿no te dije que tenía que ocuparme de algunas cosas en la empresa? Prometo que estaré contigo en todo momento si no surge nada urgente en los próximos meses en el trabajo —comentó Nicolás.
Sus palabras fueron cálidas para mi corazón, e incluso me llamó con cariño «niña tonta». Solía creer que no era más un juguete para él.
«Niña tonta», volví a repetirme para mis adentros...
Y hablando de eso, soy ocho años menor que él, yo casi tengo 23 y él tiene 31; cuando me casé con Nicolás yo solo tenía 20 años, por eso Maya dijo que parecía que se estaba aprovechando de mí porque quería estar con una jovencita.
—¿Hola? —dijo Nicolás al teléfono.
Al parecer yo había permanecido mucho tiempo callada.
—¡Nicolás! —grité su nombre de repente.
—¿Sí?
—Ahora te abro la puerta —respondí.
Colgué el teléfono y luego escondí los analgésicos en el dormitorio, después de me senté delante de mi peinador y me maquillé un poco para cubrirme la cicatriz del rostro que yo misma me había hecho cuando me caí. Con el paso de los días me volvía a abrir la herida con las uñas, pues de alguna manera quería descargar mi coraje, además, me servía como recordatorio de que Nicolás me la había provocado; pero ahora que lo pienso, solo me estaba haciendo daño a mí misma, y no era justo que me lastimara por un hombre.
Suspiré, me levanté y bajé para abrirle la puerta. Cuando estaba en la entrada, Nicolás me acarició ligeramente la frente; me quedé atónita cuando sonrió y me preguntó:
—¿Por qué tardaste tanto? ¿Ibas a dejar que me congelara aquí afuera?
—Es que fui al baño —mentí.
El hombre me miró y preguntó:
—¿Acaso te maquillaste?
—No —negué casi por instinto.
—¿Te maquillaste para mí? —preguntó con insistencia.
Me quedé muda por unos segundos, pero finalmente le dije:
—No.
Nicolás se quitó el abrigo mojado que traía puesto y dijo en voz baja:
—Hace rato no tenías los labios pintados, te miré desde afuera, y tu rostro se veía pálido, que, por cierto, verte así de pálida no te favorece, ahora te ves mucho mejor.
Como último recurso para continuar con mi mentira le respondí:
—Estoy acostumbrada a maquillarme cuando me veré con alguien.
Nicolás parecía convencido mientras levantaba una mano y se frotaba la cabeza; luego me pasó por un lado para entrar a la casa y dijo:
—Suena convincente, te conozco desde hace años y siempre estás maquillada. Ahora que lo pienso, nunca te he visto sin maquillaje.
Parecía que tenía la costumbre de quedarme callada cuando hablaba; pero pronto me froté la cabeza y traté de explicarme:
—Heredé el negocio de la familia Esquivel cuando solo tenía 14 años, así que, al mismo tiempo me convertí en la jefa y presidenta. En aquellos años todavía era muy inmadura, así que usaba maquillaje para cubrir mi inmadurez; este es un hábito que me ha acompañado hasta ahora, ya me acostumbré.
Nicolás se acercó a un sofá y preguntó:
—¿Heredaste el negocio de tu familia a los 14 años?
Durante nuestros años de matrimonio, Nicolás jamás había tomado la iniciativa de preguntarme sobre mi vida para conocerme; dado que no podía decirle que estaba decepcionada de su pregunta, le expliqué brevemente:
—Sí, cuando tenía esa edad mis padres fallecieron en un accidente de avión y no tengo otros parientes, así que la empresa pasó a ser completamente mía. Así que, al final no tuve más remedio que convertirme en la presidenta del Corporativo Esquivel.
Nicolás se quedó inmóvil durante lo que pareció ser una eternidad y luego preguntó:
—¿Y qué pasó después? ¿Continuaste con tus estudios?
—No, como no sabía mucho del mundo de los negocios tuve que acercarme a los mayores para aprender de ellos, sobre todo el carisma de ser una líder y las formas en las que podía manejar a la familia hacia un futuro mejor. Luego, me casé contigo cuando tenía 20, así que no tuve tiempo de seguir estudiando. Nadie sabe que la presidente del Corporativo Esquivel es una chica que apenas y se graduó de la secundaria —me reí.
Al oír mis palabras, Nicolás respondió:
—Siempre he pensado que eras una mujer madura en cuanto a temperamento y maquillaje, y, de hecho, ahora ya tienes 23 años... Una mujer de tu edad debería ser vivaz y alegre, así como Sofía; todo lo que deberían hacer es comprar cosméticos caros, ropa bonita y seguir a sus ídolos a todos lados.
—Sofía es tres años mayor que yo —le recordé con una sonrisa.
Nicolás parecía sobresaltado.
—Es cierto, eres más joven que ella...
Sí, soy más joven que Sofía y 7 años más joven que María, vaya.
…
Nicolás no se fue ese día. Mientras yo hablaba por teléfono, él veía una película en la sala de estar y me hacía preguntas normales cuando quería, por ejemplo, me preguntó:
—¿Has tenido citas antes?
A lo que respondí con sinceridad:
—No.
—¿Alguna vez te has enamorado?
Por instinto recordé al Nicolás que conocí cuando tenía 14 años.
«¿Sabrá que soy la niña que lo seguía en el pasado? ¿Aquella noche me llamaría “chiquilla” de pura casualidad o me reconoció?».
Ese día Nicolás había sido demasiado amable para mi sorpresa. Cuando lo recordé, sonreí para mis adentros y dije:
—Sí, sí me he enamorado.
El hombre me miró con curiosidad y preguntó:
—¿Lo conozco?
De repente estiró una de sus manos y me atrajo directamente entre sus brazos; como no estaba acostumbrada a ese tipo de contacto con él, forcejeé un poco, pero solo logré que Nicolás me apretara más contra su pecho y sus labios se acercaron a los míos. Incluso podía sentir su respiración contra mi rostro; a pesar de todo, me sentía un poco insegura en su abrazo.
Mientras tanto, me rozó levemente una mejilla con la comisura de sus labios.
—¿Lo conozco? —volvió a preguntar.
Eso significaba que no se había dado cuenta de que yo era la niña de aquel entonces. Otro día, pero en ese mismo año, me preguntó:
—Chiquilla, ¿por qué me estás siguiendo?
Yo estaba tan nerviosa que le dije con timidez:
—Porque... te quiero.
—Todavía eres muy joven, chiquilla, no sabes lo que es el amor.
—¿Puedes esperarme hasta que sea mayor? —pregunté esperanzada.
Nicolás sonrió y no respondió a mi pregunta, y desde esa noche, no volví a verlo. Mi compañera de escuela me dijo que era voluntario en la academia y que solo había estado dando clases de manera temporal por unos meses. Y ese día había sido el último, además, también había sido el día que le confesé mis sentimientos. Alguna vez pensé que, si se hubiera quedado, también me habría evitado, pero a sus ojos, yo era solo una simple estudiante, así que no tendría por qué hacerlo.
Me decepcioné al darme cuenta de que no sabía que yo era la niña de aquel entonces, pero la forma en que tocaba Street Where Wind Resides, y la manera en que se dirigía a mí como «chiquilla», era mi forma de autoindulgencia. Por otro lado, yo estaba segura de que él era el mismo hombre de mis recuerdos.
Me le quedé viendo con los ojos enrojecidos y dije con sonrisa de autodesprecio:
—No lo conoces, es un hombre del que me enamoré cuando chica, pero yo era tan joven que no me creyó cuando le dije que lo quería.
De repente, Nicolás comenzó a besarme repetidamente en la comisura de los labios y sus manos se hicieron camino sobre mi vestido; al parecer, había olvidado la regla de no sexo. Pero antes de comenzar el camino que no tendría retorno, se detuvo y me abrazo suavemente.
—¿Y ahora? ¿Tú me quieres?