Capítulo 4 Él estaba arruinando a la familia Esquivel
Nicolás se dio cuenta de que estaba yo actuando extraño y se fue a sentar en el sofá con las manos a sus costados mientras esperaba a que terminara de comer; la comida ya estaba fría pues la había dejado en la mesa durante horas, pero eso no me detuvo de comer, a pesar de que era un poco más tardado masticar. Seguramente el hombre perdió la paciencia mientras me esperaba porque de pronto se puso de pie y caminó en mi dirección; luego, con voz fría me preguntó:
—Regina, ¿qué demonios quieres? —Dejé mis cubiertos a un lado del plato y lo miré solo para descubrir que estaba observando la mesa repleta de comida. En eso me preguntó con algo de sorpresa—: ¿Preparaste todo esto?
Me paré para recoger el resto de los platillos y respondí:
—Temprano me dijiste que estarías aquí para la cena y por eso preparé tu comida favorita; me sentía entusiasmada al respecto.
—¿Qué trucos tienes bajo la manga? —me preguntó con el ceño fruncido.
De pronto, la mano con la que estaba recogiendo mi vajilla se detuvo y lo miré directo a sus ojos llenos de frialdad; en ese momento me di cuenta de que la calidez que solía existir en ellos ya no estaba. Pensaba responderle, pero decidí recoger todos los platos y terminar de limpiar en silencio; cuando terminé me asomé a la sala de estar y Nicolás ya no estaba ahí, pero me asomé hacia las escaleras y aunque dudé un poco, fui hasta nuestra habitación. La verdad me tomó por sorpresa encontrarlo sentado en el sofá con una computadora sobre sus piernas.
Ni si quisiera me dijo nada cuando me dirigí al cuarto de baño, y, de hecho, no fue hasta que las yemas de mis dedos quedaron pálidas y arrugadas que salí de la regadera. Pero en el momento en que abrí la puerta del baño, una figura fuerte y dominante me tomó entre sus brazos; no me resistí cuando me llevó hasta la cama y comenzó a penetrarme como solía hacerlo, sin siquiera preocuparse un poco por hacer algún tipo de juego previo. Nicolás estaba cerca de llegar al orgasmo cuando de pronto dijo:
—María me contó que hace tres años tú la obligaste a irse.
A pesar de que parecía que me estaba preguntando, dentro de mí sabía que él ya conocía la historia detrás, así que ni siquiera me molesté en aclararle que la mujer que tanto amaba, hace tres años renunció a su amor por la cantidad de 3 millones. Así que, en efecto, permití que María tomara su propia decisión; incluso le dije que me olvidaría de mi compromiso con él si lo elegía sobre el dinero, pero que, si lo dejaba ir, entonces le daría los 3 millones.
En el fondo, María sabía que, de todas formas, si Nicolás no se casaba conmigo, lo haría con cualquier otra mujer proveniente de una familia adinerada, así que alguien tan ordinaria como ella, sin un antecedente familiar importante, jamás tendría la oportunidad de convertirse en la señora de Ferreiro; por eso eligió el dinero cuando tuvo la oportunidad y se fue al extranjero para comenzar una nueva vida. Imagino que de repente regresó porque tenía la esperanza de poder recuperar a Nicolás; especialmente porque creía que el hombre había llegado a una posición tan buena que ahora nadie podría detenerlo de hacer lo que quisiera. Incluso podría divorciarse de mí y luego casarse con ella.
Permanecí en silencio mientras estaba debajo de su cuerpo; de repente, hizo un movimiento que me generó un cólico terrible en el vientre y mientras me retorcía desesperadamente sobre la cama, Nicolás me preguntó con frialdad:
—¿Por qué me obligaste a casarme contigo si tanto me querías? —Su intención era ridiculizarme. En ese momento las lágrimas comenzaron a aglomerarse en mis ojos, pero el hombre tomó parte de mi cabello entre sus manos y me dio un fuerte jalón—. La familia Esquivel era importante hace tres años, todos y todo estaba bajo tu control, pero ¿qué me dices ahora? ¿Te das cuenta de lo bajo que cayó el apellido de tu familia? —agregó.
En ese momento me mordí el labio inferior porque ese dolor me hacía sentir un poco mejor, sin embargo, pronto percibí el sabor metálico de la sangre dentro de mi boca; al mismo tiempo, me tragué toda la tristeza de mi corazón y contuve las lágrimas que querían salir. Giré mi cabeza hacia un lado al mismo tiempo que el hombre encima de mí seguía haciendo lo que quería con mi cuerpo. A pesar de que estábamos compartiendo el acto más íntimo que cualquier pareja podría tener, no podía evitar sentir que éramos dos extraños; no, de hecho, nuestra relación era peor que eso.
Entonces comencé a reírme luego de escuchar sus palabras.
—Nicolás, solo crees que mi familia se convirtió en tu enemigo porque me odias, pero ¿alguna vez te hicimos algo malo? ¿Cómo se te ocurre decir eso sobre mi familia? Cuando gracias a nosotros los Ferreiro han obtenido el éxito que tienen ahora, a pesar de que en algunas ocasiones estuvimos en peligro como empresa.
El nombre no me respondió, pero cuando se dio cuenta de cómo comenzaba a moverme debajo de él, me dijo de la manera más cruel posible:
—¿No estás muy susceptible el día de hoy?