Capítulo 274 La muerte de mamá
El hedor era tan nauseabundo que casi me hizo vomitar. Apenas podía contenerlo, aun tapándome la nariz, y Roberto me preguntaba si me agradaba.
—¿Qué es ese olor? —Tenía el ceño tan fruncido que me dolía la frente. Antes de que Roberto pudiera responderme, el anciano me miró, aterrorizado, y murmuró algo en francés, pero yo no entendía ni una palabra en ese idioma—. ¿Tú lo encerraste aquí? —le pregunté a Roberto.
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