Capítulo 15 No, me gusta la persona que eres ahora
Nicolás estaba siendo ridículo pues nuestra relación solo duraría dos meses, y él se casaría poco después, no obstante, seguía preguntándome si lo quería. Además, esta relación que teníamos no es más que una farsa, pero podía darme cuenta de que lo hacía por lástima, ya que de alguna forma quería compensarme.
Entonces puse mis brazos alrededor de su cuello y le respondí con una sonrisa:
—Te quiero. Después de todo, la familia Esquivel ya era poderosa por sí sola, así que elegí casarme contigo porque amor.
Jamás le había ocultado lo que sentía.
Al oír mis palabras, Nicolás sonrió mientras me abrazaba fuertemente y me frotaba la espalda con la mano.
—Regina, yo también te quiero —dijo en voz baja.
Me quedé atónita y lo miré incrédula. En eso, recobré la cordura y recordé sus palabras, él había dicho que fingiría quererme, que me mimaría y obedecería mis órdenes mientras estuviéramos juntos para hacerme feliz, así que solo estaba cumpliendo con esa promesa. Podía escuchar sus palabras y creerlas si quería, pero no significaba que fueran reales, en el fondo, sabía que solo sería así por dos meses y el Nicolás que yo conocía, cumpliría con su promesa. También le había dicho a María que se casaría con ella, así que sin duda lo haría; era como cuando decía quererme, a pesar de que claramente no era así.
Sonreí levemente y apoyé la cabeza en su pecho, pero no dije nada. No obstante, Nicolás me abrazó con fuerza y preguntó:
—¿Cuándo te enamoraste de mí?
A lo que murmuré:
—Ya lo olvidé, fue hace mucho.
…
Por la noche, Nicolás durmió conmigo y también cumplió su promesa de no tener relaciones sexuales; lo único que hizo fue abrazarme. Esa era la primera vez que pasaba la noche en mi cama. Pero ese día no pude dormir, así que me levanté temprano para ir al baño y me tomé una pastilla para el dolor antes de que se despertara, y obvio me maquillé. Me había puesto algo ligero, pero suficiente como para cubrir la palidez de mi rostro.
Nicolás se despertó en cuanto terminé de arreglarme, me miró con ojos de cansancio y parecía un poco confundido, luego de un rato se recuperó y dijo:
—Pasé la noche aquí.
A lo que dije en voz baja:
—No estás acostumbrado, ¿cierto?
Teníamos tres años de casados, pero él no estaba acostumbrado a dormir conmigo. El hombre curvó en una ligera sonrisa y respondió:
—No, pero fue muy agradable.
Entonces le pregunté con curiosidad:
—¿Por qué dices eso?
Pero Nicolás no contestó, en su lugar cambió de tema y se levantó al decir:
—Te haré el desayuno, luego tendremos una cita. ¿A dónde quisieras ir?
Una cita... Bajé la mirada y respondí:
—No lo sé.
Nicolás se quedó callado durante unos instantes y después me hizo otra pregunta:
—¿Qué te parece si vamos a Gretaña?
—¿Dónde es eso?
—Mi madre vive ahí.
Sabía que sus padres se habían divorciado cuando él era un niño, pero jamás había conocido a su madre, ella ni siquiera asistió a nuestra boda. Nicolás no estaba de acuerdo en casarse conmigo en aquel entonces, así que era obvio que ni siquiera le avisaría a su madre, aunque tal vez el presidente Ferreiro haya querido hacerlo, estoy segura de que él se lo impidió.
—Sí, está bien. ¿Necesito llevar algo conmigo?
Tal vez sintió que estaba un poco nerviosa y me frotó suavemente el cabello, como si estuviera hablando con un niño.
—No te preocupes, mi madre es una mujer muy relajada.
—¿En serio? Igual debería llevarle un regalo.
Nicolás pareció comprender mi nerviosismo y después de desayunar, me llevó al centro de la ciudad para comprar algunos regalos y también reservó los boletos de avión; estuvimos afuera un rato hasta que se llegó la hora de irnos al aeropuerto. Durante el vuelo estuvo callado, como se supone que debe ser, ambos preferíamos el silencio y tampoco encontramos un tema de conversación interesante.
Al llegar a Gretaña pidió un taxi y nos apresuramos a llegar a la ciudad antes del anochecer. Una vez ahí, ya casi había oscurecido. El pueblo estaba tranquilo y el sol caía tras del bosque en un resplandor dorado. Nicolás pidió al conductor que se detuviera en la entrada del pueblo y luego caminamos alrededor de 8 minutos hasta que llegamos a la casa de su madre. Una vez que estuvimos en la entrada, parecía un poco reacio a llamar.
—¿Qué tienes? ¿No le dijiste a tu madre que vendríamos a visitarla? —le susurré.
A lo que asintió con la cabeza y me explicó:
—No, no le dije. De hecho, no he hablado mucho con ella desde que se divorció de mi padre, no la culpo por el divorcio, pero sí afectó nuestra relación. Así que cada vez que hablábamos por teléfono era demasiado formal y me decía cosas como “no te quedes despierto hasta tarde” o “cuida tu salud”.
Esas eran palabras que una madre normal le diría a sus hijos.
—Te envidio, al menos tu todavía tienes a tu madre para que te diga esas cosas, en cambio yo... ni siquiera he podido encontrar sus cuerpos. Las personas que participaron en el rescato dijeron que el océano era demasiado vasto como para buscar y que tampoco sabían en dónde había caído exactamente el avión. De hecho, lograron rescatar a algunas personas que terminaron en una isla, pero nunca dijeron nada de los demás, así que estoy segura de que mis padres se convirtieron en comida para tiburones porque el área en la que se cree que cayeron era donde más había de estos animales.
Luego de hablar sobre mi triste pasado, Nicolás se disculpó:
—Lo siento, no era mi intención que recordarás esas tristes memorias.
Sonreí y le dije:
—No pasa nada, ya lo superé.
Nicolás hizo una pausa y luego llamó a mi nombre:
—Regina.
Lo miré desconcertada.
—¿Sí?
—Siempre pones esa sonrisa falsa, y no sabes cuanto la odio —dijo con complicidad.
La puesta de sol a la distancia comenzaba a caer y entrecerré los ojos un poco porque la luz me deslumbraba.
—¿Y qué tal ahora? ¿Todavía me odias?
A lo que Nicolás respondió con dulzura:
—No, me gusta la persona que eres ahora.
Pero su amor no era más que una actuación. Con eso en mente sonreí y dije:
—Hay que entrar.
Nicolás tocó la puerta y abrió una mujer de unos 40 años, tenía algunas arrugas en el rostro, pero su comportamiento era refinado; no obstante, parecía sorprendida al vernos, pronto se echó a reír y dijo:
—¡Vaya, esto es tan inesperado! ¿Por qué no me dijiste que vendrías? ¿Ella es mi nuera?
Él asintió con la cabeza y dijo:
—Sí, es que fue algo de último momento, pero quería traer a Regina para que te conociera. ¿Cómo has estado?
La mujer nos saludó y dio la bienvenida.
—Estoy bien, tu hermano mayor vino a verme hace dos días y se fue anoche. Pero ahora es tu turno de venir, esto me agrada. ¿Qué quieres cenar? —le preguntó.
Me quedé sorprendida al saber que Nicolás tenía un hermano mayor. Lo miré confundida, pero él no cambió su expresión y le preguntó a su madre:
—Es una pena que prefieras vivir sola que estar conmigo en Bristonia. Deberías reconsiderar mi propuesta, pues mi hermano está ocupado volando de un lado a otro y no tiene tiempo para ocuparse de ti. No quiero que te quedes aquí, es muy solitario.
Al escucharlo, su madre sonrió.
—Sé que te preocupas por mí, pero ya me acostumbré a vivir aquí. Además, me hice amiga de los vecinos, así que no me siento sola —dijo la mujer.
Nicolás suspiró.
—Pero eso es lo que temo...
—No te preocupes por mí, si me siento sola, prometo que te llamaré o que llamaré a tu hermano mayor, ¿está bien? Pero ¿qué te gustaría comer? Tengo que ir por los ingredientes.
Era curioso porque a mi parecer tenían una muy buena relación, nada parecido a lo que Nicolás había afirmado antes, además se notaba que le preocupaba mucho su madre.
—Lo que quieras está bien, pero tampoco hagas un gran banquete, sino algo simple.
—Está bien. Por lo pronto deberías descansar con tu mujer. Yo iré al mercado. —En eso, la mujer hizo una pausa y luego preguntó—Nick, ¿cómo debería decirle a tu esposa?
—Mi padre la llama Gina —respondió Nicolás.
—En ese caso la llamaré igual. Gina, por favor sirve algo de agua tibia para Calabaza y la dejas en la puerta.
Luego de decir eso, se fue a toda prisa. En cuanto nos dejó solos, le pregunté a Nicolás:
—¿Tu madre ya sabe que nos divorciamos? ¿Y quién es Calabaza?
—Todavía no se lo he dicho —dijo, y luego gritó en dirección al patio—¡Calabaza! —Pronto, un pastor alemán llegó y por instinto salté y traté de correr, pero Nicolás me detuvo de la muñeca y acarició la cabeza del perro y me explicó—: Pensé que sería peligroso para mi madre vivir sola, por eso le compré un perro entrenado por la policía para que la cuide. Es muy protector con su amo.
A lo que le pregunté con cierto nerviosismo:
—No muerde, ¿verdad?
El hombre sonrió y dijo:
—No muerde a sus amigos.
—Pero es la primera vez que me ve...
—Sí, pero mi olor está en ti.
Me quedé sin palabras luego de oírlo.
Debido a esa platica me olvidé por completo de preguntar por su hermano mayor, no fue hasta que terminamos de cenar y que sacamos a Calabaza a dar un paseo que por fin me acordé de él; entonces le pregunté a Nicolás solo por curiosidad, a lo que él me respondió:
—Sí, tengo un hermano mayor, se llama Cristóbal, él se quedó a vivir con mi madre cuando era pequeño.
—Así que, después del divorcio tus padres se quedaron con un hijo cada uno; tu padre se quedó contigo y tu madre con él, pero ¿por qué jamás había escuchado nada de él?
—Mi hermano no es muy cercano a nosotros y rara vez está en Bristonia, poco a poco fue perdiendo el contacto con mi padre. De hecho, desprecia a nuestra familia, así que mi padre decidió comenzar a ignorarlo por orgullo.
Ambos hermanos eran como dos gotas de agua, pues presentía que Nicolás era igual de frío y distante que Cristóbal. Cuando me di cuenta de que la expresión del hombre se iba tensando, decidí no hacer más preguntas. Tras dar un paseo por el pueblo, comenzó a nevar.
Nicolás levantó la mano y me tocó el rostro, cuando sus cálidos dedos acariciaron mis mejillas frías me estremecí de manera involuntaria.
—¿Tienes frío? —preguntó Nicolás con el ceño fruncido.
Sacudí la cabeza y respondí:
—No, no tengo.
Bajo el oscuro cielo, de repente soltó la correa de Calabaza y me abrazó; me había tomado por sorpresa tan tierno gesto y me quedé viendo a la luna. En eso me preguntó:
—Llevas poca ropa, ¿estás segura de que no tienes frío?
Parpadeé tratando de reprimir las emociones de mi corazón y apoyé mi cabeza en su hombro, luego sonreí.
—Cuando estoy contigo no siento frío.
Al oír mi respuesta Nicolás se quedó inmóvil, pero no me soltó y Calabaza tampoco se fue corriendo. Mientras tanto, yo me quedé mirando los copos de nieve que caían y sentí una ráfaga de emociones en mi corazón pensando en lo bonito que sería si me quisiera de verdad. Los seres humanos somos demasiado codiciosos y siempre queremos más.
Suspiré en silencio cuando de repente él me levantó del suelo para cargarme entre sus brazos y yo lo abracé por el cuello para sujetarme. Así, el hombre me llevó hasta nuestra habitación con sus fuertes y esbeltas piernas. Calabaza también fue muy obediente y nos siguió hasta nuestro dormitorio para luego recostarse a un lado de nuestra cama. Nicolás me sentó sobre el colchón y luego estiró la mano para acariciarme la cabeza; últimamente no paraba de hacerlo.
—He venido a este pueblo muchas veces, pero esta es la primera vez que cae nieve. Así que creo que llegamos a tiempo, si tenemos suerte, para mañana todo estará cubierto de blanco.
Me recosté sobre la cama y estiré la mano para tomar la suya, entonces dije con dulzura:
—¿En serio? ¡Parece que tengo suerte! Bristonia es una ciudad tan húmeda que casi siempre está lloviendo y ya me cansé de eso, quiero que nevé más. ¿Puedes prometerme que harás un muñeco de nieve conmigo?
Nicolás me dio una palmadita en la cabeza y contestó:
—Claro. Deberías irte a la cama temprano, voy a hervir algo de agua para lavarte los pies, ¿no quieres desmaquillarte?
A lo que sacudí la cabeza para negarme.
—No, así estoy bien.
Cuando se fue de la habitación me toqué la cicatriz de la cara, me negaba a que me viera sí. Tal vez era porque no me quedaba mucho tiempo de vida, pero seguí haciéndome daño, sobre todo porque moriría dentro de unos meses, no obstante, mis acciones eran en vano porque todavía sentía una terrible tristeza dentro de mí. No podía evitar pensar que, si él no me hubiera obligado a abortar, habría dejado mi legado en este mundo, pues al menos tendría un hijo biológico.
De repente, sentí algo de pena al pensar en mis padres y en toda la familia Esquivel, después de todo, le había dejado mi empresa a un hombre con el que no tenía parentesco. Al final, la familia no tendría un heredero y al pensar en ello sentía un gran peso en mi corazón, ahora estaba triste por los Esquivel y por mí misma.
Veinte minutos después, Nicolás se había duchado y regresó a la habitación con una olla de agua caliente para lavarme los pies, después me abrazó y nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente me desperté, pero la nieve todavía no se había amontonado afuera, así que no había suficiente para hacer un muñeco de nieve, me sentí un poco decepcionada, pero Nicolás insistió con que solo debíamos quedarnos más tiempo.
Durante los siguientes días la nieve siguió sin ser suficiente, sin embargo, el hombre en todo momento fue muy amable y me cuido, tampoco me desobedeció, justo como lo había prometido. Pensé que llevar esta vida tranquila con él duraría mucho tiempo, sin embargo, pronto recibió una llamada de María. En ese momento estábamos acurrucados en la habitación viendo una película de acción cuando sonó su teléfono y alcancé a escuchar como María lloraba.
—Nicolás, te extraño mucho...
Bastó que dijera esas palabras el hombre se puso de pie y salió de la habitación, por mi lado, desvié la mirada y me quedé mirando la nieve de afuera. Al parecer, por fin nevaría lo suficiente.