Santiago jamás me había demostrado alguna muestra de afecto en público, así que me sorprendió con que hubiera abierto una cuenta de Twitter con su nombre; sujeté la tableta temblorosamente entre mis manos y observé asombrada la cantidad de seguidores que tenía: eran doscientos mil y seguían en aumentos.
—¡Es demasiado popular! —No pude evitar exclamar.
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