Capítulo 867 No tengo intenciones de irme
Antes de que todas las palabras de Romualdo salieran de su boca, Mateo agarró su muñeca y la retorció con fuerza. Luego, con un clic tan fuerte que todos pudieron escuchar, el brazo entero de Romualdo cayó fláccidamente a su lado mientras dejaba escapar un aullido porcino. Los otros jóvenes ricos quedaron atónitos ante la vista; ¡nunca habían visto un ataque tan despiadado!
—¡Mátenlo! —rugió Lagos—: ¡Mátenlo ya!
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