Capítulo 3 El hombre en la habitación de su esposa
Luego de cerrar la puerta, José miró a Mateo con respeto y dijo:
—Soy José Higuera. ¿Puedo saber su nombre, señor?
—Mi nombre es Mateo Lara.
—¡Así que tú eres el señor Lara! —José tomó un respiro profundo y miró a Natalia, quien estaba acostada en la cama.
—¿Aun necesita ayuda, señor Lara? —preguntó en voz baja.
Mateo se quedó en silencio por un momento y de pronto tomó una pluma y papel para escribir algunos detalles en ella.
—Por favor, consígame estas hierbas. —Mateo le entregó la receta y comenzó a buscar entre sus bolsillos, pero solo pudo encontrar algunos billetes chicos.
Mateo se sintió incómodo pues sabía que había demasiadas hierbas valiosas y costosas escritas en ella. Si pudiera conseguir todo en la lista, costaría más de 2 mil. Con ese poco dinero que tenía, no podía pagar nada. Al notar la situación, José tomó el papel de sus manos y dijo con voz temblorosa:
—Señor Lara, mis palabras aún tienen algo de peso en esta farmacia, ¡así que no debe pagar por esas hierbas!
Mateo lo miró y después asintió lentamente, expresando su gratitud hacia José.
—Gracias señor Higuera, pero no quiero estar en deuda con nadie. Por favor tome diez porciones de cada hierba para mí y dejaré que use esta receta para su propio uso.
Si cualquier otra persona ordinaria le hubiera dicho eso, José hubiera pensado que estaban siendo irrespetuosos, pero ya que venía de Mateo, lo tomó como si fueran las palabras de un ser divino. Además de Mateo, nadie más podría haber obtenido la habilidad divina de acupuntura, ¡y una receta de él era un tesoro invaluable!
—¡Gracias, señor Lara!
José le agradeció y se fue enseguida mientras sostenía el papel como si fuera un regalo precioso. Poco después, regresó con paquetes de diferentes tamaños en sus manos.
—Señor Lara, estas son las hierbas que pidió. Por favor tome un vistazo —dijo José.
A primera vista, Mateo se dio cuenta de que José fue meticuloso en su deber; cada hierba estaba empacada de forma adecuada y por su color y su esencia, Mateo supo que todas eran hierbas de alta calidad.
Además de heredar los conocimientos de toda la vida de su antepasado con el dije de jade, Mateo también obtuvo toda su experiencia médica. Aunque él nunca había visto esas hierbas antes, podía saber su calidad con tan solo un vistazo.
—¡Muchas gracias, señor Higuera! —exclamó Mateo y después tomó las hierbas mientras separaba una porción con cautela.
José también llevó una máquina para hervir las hierbas y contuvo su respiración al estar parado a un lado de Mateo, observando. El remedio era importante, pero lo que era más crucial era la manera en que las hierbas se hervían. Muchas mezclas de hierbas exclusivas requerían métodos de preparación especiales o perdían sus propiedades medicinales. Ya que Mateo le propuso darle la prescripción, él tendría que enseñarle todo sobre ello a José, lo cual hizo sin contenerse. En lugar de echar todas las hierbas en olla, Mateo añadió una secuencia específica mientras le explicaba a José:
—El momento, la temperatura, la secuencia y la naturaleza de las hierbas son elementos importantes. Tendrá que recordar cada paso y no cometer errores en el proceso, o de lo contrario los efectos medicinales se reducirán.
Como un niño de primaria, José tomó notas con una pluma y papel de forma respetuosa mientras intentaba recordar todo de memoria. Después de una hora, el brebaje estaba listo. Al abrir la tapa, un aroma refrescante flotó en el aire sin ningún rastro de olor desagradable. Con tan solo respirar la fragancia, José podía sentir una sensación de vigor y no pudo evitar exclamar:
—Señor Lara, ¿qué es esta medicina? ¿Có... cómo puede ser este aroma tan refrescante?
—Son pastillas rejuvenecedoras mini; tienen efectos milagrosos para las heridas. ¡Quien las tome puede mejorar su longevidad y fuerza de sus cuerpos!
—¿Pastillas?
José estaba confundido. «¿No estaba haciendo una medicina líquida?» José miró por encima de la olla y notó que había algunas docenas de pastillas negras al final del contenedor.
—Esto... ¿Esto es una técnica de cultivación de pastillas? —José agrandó los ojos pues solo había escuchado de este método, pero nunca lo había visto antes.
Mateo sacó una pastilla y la mezcló con agua para después meterla por la garganta de Natalia. Con los ojos grandes y sin parpadear, José notó que las heridas de Natalia se estaban curando poco a poco frente a sus ojos.
—¡E... esto es un milagro! —gritó de sorpresa, pues nunca había visto algo así antes.
José dirigió su mirada hacia las pastillas y estaba seguro de que cualquiera de ellas podría venderse a un precio inimaginable. Al ver cómo se curaban las heridas de Natalia, Mateo suspiró; su vida estaba a salvo por ahora. Después, sacó 3 pastillas y se las entregó a José.
—Estos son regalos para usted.
—¡Muchas gracias, señor Lara! —José extendió ambas de sus manos y tomó las pastillas sin dudarlo. Él nunca fue una persona que codiciara ventajas pequeñas ¡pero ni siquiera el dinero podía comprarle a un hombre estas bolitas!
José guardó las pastillas en su bolsillo con cautela y después miró a Mateo con el rostro lleno de admiración. Él no podía imaginarse como un joven podía tener habilidades médicas tan milagrosas, ¡estaba seguro de que los logros futuros de Mateo no serían algo que pudiera contenerse únicamente en Eastcliff!
Aunque Natalia estaba a salvo, su respiración seguía inestable, así que Mateo se quedó a su lado para vigilarla. Ella era la única familia de Mateo en el mundo y sin importar qué, él no dejaría que nada le sucediera. Mientras tanto, José llegaba de vez en cuando para ver cómo estaban y también les mandaba comida. Sin embargo, Mateo no tenía nada de ánimos de comer. No fue sino hasta después de las diez de la noche, cuando la respiración de Natalia regresó a la normalidad, que Mateo por fin pudo suspirar de alivio. Esta vez, ¡había salvado la vida de Natalia de las puertas del infierno!
De pronto, Mateo sintió una punzada de hambre y comenzó a devorar los platillos fríos a su lado, acabando con todo. Después, sacó su teléfono y lo pensó por mucho tiempo hasta que por fin decidió llamar a Sasha. Aunque ella no tenía muchos sentimientos por Mateo, seguían casados desde hace tres años y era muy doloroso ver lo cruel que era con él. Después de sonar un par de veces, la llamada se conectó y su corazón casi sale por su garganta mientras decía:
—Sasha...
Justo cuando empezó a hablar, una voz masculina sonó desde el otro lado de la línea.
—¡No soy Sasha!
La expresión en el rostro de Mateo cambió. Ya eran casi las 11 de la noche, así que, ¿por qué un hombre contestó el teléfono de su esposa?
—¿Quién eres? —preguntó con una voz profunda—. ¿En dónde está Sasha?
—¿Sasha? ¡Se está duchando después de todo el ejercicio que acaba de hacer! —dijo el hombre de forma engreída—. Sobre quién soy, ¿no quieres adivinarlo? —dijo con una risita.
—¿Por qué tienes el teléfono de Sasha? ¿En.…en dónde se está duchando? —preguntó Mateo con preocupación.
El hombre estalló de risa y respondió:
—Estamos en la misma habitación, así que es normal que tenga su teléfono mientras ella se ducha. Y por supuesto que se está duchando en el baño. ¿Acaso creías que en una cocina?
—¿Por qué están en la misma habitación?
—Ya es tarde, y es común que un hombre y una mujer estén en la misma habitación. —El hombre se rio y después continuó—. Oye, ¿no crees que estás arruinando la tarde con tu llamada?
—¡Oye! —Mateo estaba tan furioso que apenas podía hablar bien—. ¿Quién eres?
—No tienes por qué saberlo, pero yo sé quién eres. —El hombre resopló—. Eres Mateo, el esposo inútil de Sasha, ¿cierto? Escuché que ni siquiera puedes hacer que se acueste contigo después de 3 años de matrimonio.
El hombre hizo una pausa y después se burló de él.
—No tienes idea de lo suave que es la piel de tu esposa, ¿cierto?
El hombre continuó riéndose y después terminó la llamada enseguida, dejando a Mateo furioso. Él lo llamó de nuevo después de eso, pero nadie contestó. A pesar de varios intentos, nadie atendía sus llamadas para Sasha. Había perdido la cuenta de cuántas veces llamó y solo se detuvo cuando su teléfono por fin se quedó sin batería.
Mateo se quedó arraigado al suelo como un zombi, inexpresivo. Él sentía que le habían perforado el corazón pues nunca pensó que su esposa lo engañara después de 3 años de matrimonio. No era de extrañar que había ignorado sus llamadas y por qué los Coronel lo trataba tan mal. «¡Con que esto era lo que decidieron hacer desde el principio!».
Mateo se quedó en silencio por un largo rato y de pronto su pecho ardió de furia y se levantó de golpe de su asiento.
—¡No olvidaré este asunto, Coronel! ¡Quiero ser más fuerte y haré que cada uno de ustedes se arrepienta de esto! —juró con los dientes apretados.