Capítulo 4 Autos prestados para ir al aeropuerto
Durante la noche, Mateo vigiló a Natalia y no la dejó sola ni un segundo. Por fortuna, la farmacia Cárdenas estaba abierta las 24 horas. José le ordenó al personal que ayudaran a Mateo en lo que pudiera y nadie lo molestó.
Mateo tampoco estuvo desocupado toda la noche, por supuesto; había una cantidad enorme de información del dije de jade, pero había una habilidad importante en particular en la llamada habilidad divina. Esa era la habilidad que convirtió a Cristopher Lara en el mejor espadachín del mundo, y, además de brindarle poderes creativos y habilidades médicas milagrosas para curar a los demás, también era una forma de artes marciales formidables que podían eliminar al mal.
Después de tomar las tres mini pastillas rejuvenecedoras, Mateo hizo que los efectos de la hierba trabajaran y circularan por su cuerpo, activando el cultivo de la habilidad divina. Para una persona ordinaria sería extremadamente difícil entrenar esa habilidad y alcanzar cualquier logro, pero ya que Mateo había heredado los recuerdos de Cristopher, quien había estudiado dicha habilidad a fondo y entendía todo por completo, eso significaba que él ya la tenía dominada de manera tan perfecta como el mismo Cristopher. Solo necesitaba la mitad del esfuerzo para re-cultivar la habilidad y dentro de una noche, él la había desarrollado al primer nivel y tenía el Qi esencial fluyendo por su cuerpo.
Mientras el cielo se aclaraba poco a poco, Mateo salió del cuarto, justo después de asegurarse que la respiración de Natalia se había estabilizado. Detrás de la farmacia había un patio grande que parecía un parque pequeño y estaba lleno de árboles. Mateo sacó una aguja de plata que José le dejó la noche anterior, la tomó entre dos dedos de su mano y la lanzó suavemente; cual daga de dardos, la aguja se clavó en el tronco de un árbol cercano. Era una aguja delgada, así que una persona ordinaria necesitaría mucha práctica tan solo para poder pincharla por la piel. Sin embargo, Mateo pudo atravesar la mitad de la aguja en el tronco sin siquiera doblarla, a pesar de su dura corteza. Cualquiera que presenciara eso, se quedaría impactado. Y ese era el poder de la habilidad divina. Si esa aguja atravesaba la piel de una persona, ¿la mataría? Después, Mateo comenzó a practicar una serie de artes marciales. Con el Qi fluyendo por su cuerpo, sus movimientos se volvieron poderosos e imponentes. Luego, tomó una ducha y su teléfono comenzó a sonar después de salir de la habitación. En cuanto contestó la llamada la voz de Elena Flores, su suegra, bombardeó sus oídos frenéticamente:
—Mateo, ¿en dónde demonios has estado?
En esa familia, Elena tenía el peor temperamento de todos los que lo odiaban, porque sentía que él había destruido la vida de su hija y la de su familia. Mateo contuvo su furia y dijo en voz baja:
—Estoy cuidando de Natalia...
—No me vengas con eso. No me interesa ella, ¡quiero que regreses en este mismo instante! —gritó a través del teléfono—. Y también consigue un auto para que nos recojas. Sasha regresa hoy, ¡así que iremos al aeropuerto!
—Yo...
Antes de que Mateo pudiera responder, Elena ya le había colgado. Un rastro de ira apareció en su rostro mientras pensaba en la forma que los Coronel le daban órdenes como les diera la gana, sin siquiera pensar en sus sentimientos. En ese momento, tuvo un impulso de volver a llamarla y negarse a lo que le pidió, pero luego de considerarlo por un momento, decidió hacerle caso.
Para Mateo, la actitud que los Coronel demostraban no era importante; él estaba más interesado en saber lo que Sasha estaba haciendo. Además de eso, también necesitaba verificar si ella lo había engañado. Cuando estaba a punto de salir, se encontró con José, quien caminaba en su dirección.
—¡Buenos días, señor Lara! —José lucía alegre y radiante. La noche anterior, le dio una de las mini pastillas rejuvenecedoras a su jefe, Salvador Cárdenas.
Los antecedentes de Salvador eran de rango bajo y él luchó para subir, aguantando muchas heridas en el camino. Ahora que estaba viejo, su vieja enfermedad volvía seguido y le causaba un dolor insoportable. Sin embargo, esas heridas que le habían preocupado por años se curaron en una noche después de tomar la pastilla. Por ello, Salvador estaba emocionado y no dudo en pedirle otra pastilla a José, pues quería presentárselas a sus inversionistas principales. Su emoción creció cuando se enteró de que José podía producir más de esas pastillas en el futuro y decidió transferir un 15% de las acciones de la farmacia Cárdenas a José. Luego de eso, José se convirtió en el segundo mayor accionista de la farmacia Cárdenas.
Salvador era una persona firme y meticulosa, así que sabía muy bien que el estatus de José crecería ahora que podía producir esas pastillas. Cuando ese momento llegara, muchos querrían quedarse con José. Sin importar cuando dinero ofreciera, Salvador pensaba que, de alguna manera, alguien más podría superar su oferta. Dicho esto, las cosas serían diferentes si él le ofrecía sus acciones a José pues eso lo ataría a la farmacia Cárdenas sin permitir que se fuera. Las farmacias Cárdenas estaban por todo Eastcliff, monopolizando la mitad de los negocios de hierbas medicinales que valían decenas de millones. Con el 15% de las acciones, valía al menos unos millones. Además, el valor aumentaría con la producción de las mini pastillas rejuvenecedoras. Ahora, José sentía admiración y gratitud hacia Mateo e incluso hacia una ligera reverencia para mostrarle respeto cuando estaba frente a él.
—¡Buenos días! —saludó Mateo—. Señor Higuera, ¿lo puedo molestar con algunas cosas?
José sonrió al escuchar su pregunta repentina.
—Señor Lara, por favor no sea tan formal conmigo. ¡Solo hágame saber si necesita algo!
Para José, era un honor que Mateo le pidiera su ayuda.
—Mi hermana necesita descansar en un lugar tranquilo por un tiempo. ¿Será posible que se quede aquí y que usted me ayude a cuidar de ella, por favor?
—¡No se preocupe, señor Lara! —accedió José enseguida—. Yo mismo estaré aquí para vigilar el lugar. Además, contrataré al mejor personal médico para que cuiden a la señorita Natalia.
—¡Muchas gracias, señor Higuera! —dijo Mateo y asintió mientras hacía una nota mental de la amabilidad de José.
—Es lo que debo hacer —dijo José con una sonrisa.
—Ya que está decidido, entonces lo dejaré en sus manos —Mateo se detuvo en seco cuando llegó a la entrada—. Por cierto, señor Higuera, ¿conoce algún servicio de alquiler de vehículos por aquí?
—¿Alquiler de vehículos? —José estaba confundido—. ¿Qué tipo de vehículo quiere rentar y para qué lo necesita?
—Voy a recoger a alguien del aeropuerto.
—¿Cuántos asientos necesita?
—Basta con un sedán normal.
—¡Entonces no hace falta rentar uno! —José soltó una risita—. Tengo un auto que no suelo conducir. Puede usarlo, señor Lara —ofreció y antes de terminar de hablar, le hizo una seña a su conductor para que trajera su auto.
Un sedán negro salió del establecimiento de la farmacia; tenía un logo peculiar, como dos M amontonadas. El auto se acercó hacia él poco a poco; su chasis era mucho más largo que el de un sedán normal e incluso más largo que el BMW Serie 7 que había visto antes, lo cual hizo que el auto luciera caro y elegante. No había nada especial acerca de la matrícula, pero el logo pequeño estaba en el parabrisas. Parecía como algún tipo de permiso entrada-salida, aunque Mateo no tenía idea de lo que era.
—Señor Lara, compré este auto hace un par de años, pero no lo he conducido. Usted puede usarlo por ahora.
Aunque Mateo no reconocía el vehículo, sabía que debía ser uno costoso. Con el estatus de José, no había manera de que pudiera manejar un auto ordinario. A pesar de ello, Mateo aceptó la oferta, puesto que necesitaba un auto en ese momento. Además, ¡la receta que le dio a José valía más que cientos de este sedán!
—¡Gracias de nuevo, señor Higuera!
—No es nada, señor Lara —contestó mientras agitaba sus manos con nerviosismo. Después, Mateo asintió y se retiró.