Mateo no quería molestarla si tenía otras opciones. Cualquier fuerza parecería débil e insignificante frente a los Noriega. Eso hacía que las únicas fuerzas en las que Mateo podía confiar en Catán fueran los Bello y Ana.
Por supuesto, nunca consideraría confiar en los Bello a menos que no hubiera otra opción. Sabía muy bien que incluso la más mínima confrontación podría significar un desastre si los dos colosos de las fuerzas se enfrentaban en Pontevedra.
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