En efecto, tras un momento, la mirada de Lin Fan emanaba un aura asesina. Podía soportar que lo insultaran, pero no que lo hicieran con su mujer. Zhou Junyu, sin embargo, seguía siendo arrogante. Miraba con atención a Lin Fan con una expresión engreída.
—¡Hermanos, tenemos que aceptar el hecho de que, como hombres, tenemos que dar y recibir para vivir una buena vida!
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