En ese momento, el ambiente en el estadio estaba extremadamente silencioso. Había alrededor diez mil personas, pero ninguna hacía ruido. Todos cerraron sus ojos porque no podían evitar sumergirse en la música tan confortante. Podían sentir como si sus corazones estuvieran alentando y bailando al ritmo de la melodía; era realmente una pieza divina.
Solo el comienzo del concierto ya había dejado anonadados a todo el público. Esta pieza había superado a todos en el ámbito de la música de piano y alcanzó una exaltación espiritual y física.
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