Capítulo 2 La gracia salvadora de un baozi
Había un total de tres coches en el garaje de la familia Bai. Un Mercedes Benz S600, un Maserati y un monopatín eléctrico que Lin Fan usaba para hacer las compras.
La hermosa presidenta, Bai Yi estaba acostumbrada a salir en su Mercedes Benz S600. El coche era elegante, sin ser muy llamativo. Sin embargo, justo cuando Bai Yi estaba por abrir la puerta del coche y acomodarse en el asiento delantero, una mano gigante se lo impidió.
—¿Eh? —Bai Yi se sorprendió y miró a Lin Fan completamente perpleja.
—¡Déjame conducir hoy!
Lin Fan esbozó una débil sonrisa y se sentó en el asiento del conductor mientras Bai Yi lo observaba sorprendida.
—¿Sabes manejar? —Bai Yi estaba perpleja.
Durante los tres años que estuvieron casados, nunca había visto a Lin Fan conducir un coche. Usualmente, salía en el monopatín eléctrico. Tampoco había visto su licencia de conducir.
«Bueno, pues…»
—¡Te darás cuenta en un instante!
Lin Fan no dio ninguna explicación mientras se colocaba el cinturón de seguridad con una vaga sonrisa.
Examinando la escena, y aunque estaba desconcertada, Bai Yi no se reusó. En cambio, se movió hacia el asiento del pasajero. No estaba segura por qué, pero en ese momento, Bai Yi notó un gran cambio en Lin Fan. Lin Fan había sabido ser servil y tímido en el pasado; pero ahora, lucía una sonrisa que reflejaba cierta confianza; como si todo estuviera bajo su control.
Se dice que un hombre seguro de sí mismo es más atractivo. Y en este momento, a los ojos de Bai Yi, esta versión de Lin Fan era bastante atractiva.
Las puertas del coche se cerraron. Para sorpresa de Bai Yi, Lin Fan no encendió el coche. En sus ojos podía vislumbrarse una mirada nostálgica y melancólica.
—¿Recuerdas todavía la tienda de Baozi de Casa Bai?
«¿Cómo?»
Bai Yi quedó atónita.
Por supuesto que lo recordaba. En su niñez, la relación entre sus padres y su abuelo era difícil. Su familia de tres fue expulsada del resto de la familia Bai por su abuelo. Tenían que ganarse la vida trabajando en una tienda de baozi. ¿Cómo podría olvidarlo? Sin embargo, no entendía por qué Lin Fan había sacado este tema a colación.
Mientras observaba a Bai Yi, la imagen de ella como una pequeña niña con una nariz mocosa y una cola de cabello se le vino a la mente. Eso había sido diez años atrás. A sus trece años, su diabólico maestro le ordenó asesinar. Tenía encargado seguir al feroz líder de una organización que después lo llevó a territorio Yanhuang. ¡Esa batalla!
El joven Lin Fan mató a un total de treinta y dos asesinos profesionales que pertenecían a una misteriosa organización. Aunque asesinó con éxito al atroz líder en la batalla final, Lin Fan fue herido de gravedad y su vida corrió peligro.
Esto sucedió una mañana temprano. Hacía frío y las calles de la ciudad de Jiang estaban desoladas. Solo había una tienda de baozi con las luces encendidas. En ese momento, Lin Fan se arrastraba por las calles con la idea de irse de allí. La sangre rojo escarlata se extendió en una larga mancha que cubría toda la calle. Realmente pensó que iba a morir. El hambre, el dolor y el cansancio deterioraban su mente sin respiro; pero justo cuando ya casi no podía seguir aferrándose a su vida, una pequeña niña apareció delante suyo. ¡Así es! Era la joven Bai Yi.
—Señor, ¿tiene hambre? Tome. Es un baozi grande recién hecho en la tienda de mi familia. ¡Coma un poco!
Lin Fan Siempre recordaría la dulce sonrisa de la pequeña Bai Yi. Era como un caramelo, y él podía sentir la calidez de ella hasta los huesos. Fue ese baozi caliente lo que le dio al joven Lin Fan algo de fortaleza. Fue como un milagro que lo rescató de una situación desoladora. Luego de eso, abandonó Yanhuang. Completó la última misión que su maestro le encargó y con tal solo trece años, se convirtió en el nuevo rey internacional del mundo oscuro. Pero, aunque era invencible y arrasaba, con una victoria tras otra, en el extranjero, no podía olvidar a la pequeña Bai Yi ni a ese baozi caliente manchado con sangre.
—¿Te encuentras bien, Lin Fan?
Bai Yi frunció el ceño levemente en ese momento. Intuía que Lin Fan estaba rodeado por un aire de pena y anhelo. Esa peculiar atmósfera le hizo dudar de que la persona que se encontraba en frente suyo fuera su inútil esposo, quien vivía con ella desde hacía tres años.
—No es nada. ¡Vámonos!
Lin Fan respiró profundamente y bloqueó de su mente los recuerdos del pasado. Después, encendió el coche y salió de la casa de la familia Bai. En la calle, había un continuo flujo de coches que se movían en distintas direcciones. Sin embargo, Bai Yi notó que las habilidades de manejo de Lin Fan eran excelentes. No solo conducía de tal manera que no se sentía ningún tipo de bache en la calle, sino que también, conducía a una velocidad inusualmente rápida, frenando y acelerando entre filas de coches.
La sorpresa en los hermosos ojos de Bai Yi incrementaba cada vez más. Solo entonces entendió que su inútil esposo había resultado no ser tan inútil. Sin embargo, poco sabía que Lin Fan no solo conducía el Mercedes Benz rápido y seguro, pero también esquivaba una cámara de seguridad tras otra. Cada vez que el coche entraba dentro del campo de visión de la cámara, la matrícula del vehículo era bloqueada por el coche de adelante o el de atrás o entraba en el punto ciego de la cámara. ¡Una habilidad nata!
Esto tenía que ver con la habilidad instintiva de Lin Fan. La razón por la que no había conducido el coche nunca, ni en tres años, había sido para encubrir esta habilidad. Y ahora, en tanto que Lin Fan lo deseara, no existía cámara en el mundo que pudiera capturar su imagen.
El Mercedes Benz se adelantó con rapidez, lo que sorprendió a Bai Yi. Cuando frenaron en el cruce, Bai Yi estuvo a punto de preguntarle a donde había aprendido a conducir, pero el ojo de Lin Fan comenzó a latir y la expresión en su rostro cambió drásticamente.
—¡Cuidado!
Mientras hablaba, Lin Fan giró el volante repentinamente, el Mercedes Benz crujió. De inmediato, el coche cruzó hacia el otro carril. Mientras tanto, se escuchó un zumbido. El Lamborghini de atrás emitió un sonido parecido al de una bestia mientras aceleraba hacia el mismo lugar en donde el Mercedes Benz había frenado unos segundos antes, dejando una larga marca de neumáticos.
—¡Eso estuvo cerca!
Estuvo a tan solo décimas de segundos de diferencia. Si Lin Fan hubiera actuado tan solo un poco más lento, el Lamborghini los habría hecho añicos.
Sabiendo el escalofriante grado de fuerza de un Lamborghini, el Mercedes y sus dos pasajeros habrían terminado convertidos en carne picada. Bai Yi quedó tan aterrorizada que su bello rostro se puso tan pálido como un papel y un sudor frio la recorrió.
Y eso no era todo. Lo que amargó a Lin Fan fue que adentro del Lamborghini se encontraban dos hombres jóvenes. Parecía que estaban muy sorprendidos de no haber chocado con el Mercedes Benz. Justo después de eso, los dos hombres comenzaron a reírse de manera incontrolable.
—¡Ey! ¿Esa no es Bai Yi, la número uno en el ranking de presidentas más lindas en la ciudad de Jiang? ¿Qué dices? ¡Bájate del coche y ven a divertirte con nosotros!
—Sí, ¡caramba! No hay dudas de que eres la presidenta más linda de Jiang. ¡Qué rostro más hermoso! Ven aquí. ¡Nosotros te trataremos bien y te prometemos hacerte pasar un buen rato!
¡Qué palabras más obscenas! En ese momento, los dos jóvenes miraron a Bai Yi, que estaba adentro del Mercedes Benz, con una expresión llena de maldad y vulgaridad.
—¡Xu Ziheng! ¡Zhang Tian!
Al su lado, el bello rostro de Bai Yi palideció de manera instantánea al ver a los dos hombres.
Ella sabía, sin embargo, que Xu Ziheng era un joven amo de Taianlong Group: una compañía a la cabeza de los tres emprendimientos insignia de la ciudad de Jiang. Él pertenecía a la segunda generación de ricos vanidosos y los dos eran conocidos por ser los rufianes jóvenes de esa ciudad. Hace ya un tiempo, ambos habían intentado conquistarla, pero ella los rechazó cada vez. Nunca hubiera imaginado que se volverían a encontrar aquí.
Y esto no terminaba aquí. La mirada de Xu Ziheng se movió hacia el asiento del conductor en donde estaba Lin Fan. No podía evitar sorprenderse, mientras aparecía cierto desprecio en sus ojos.
—¡Ja, ja, ja! Bai Yi, ¿este es el inútil de tu marido? Se rumorea que es un bueno para nada. Qué cosa más rara. Ja, ja…
Las palabras de Xu Ziheng fueron pronunciadas con sarcasmo.
Y junto a él, Zhang Tian se reía a carcajadas.
—Bai Yi, ¿qué ves en él? Sin trabajo, sin atractivo. ¡Sin habilidades! ¿Será que es bueno en la cama? Ja, ja.
Los ojos de los jóvenes maestros estaban llenos de celos y desprecio. Para ellos, solo jóvenes maestros ricos como ellos eran buen partido para mujeres como la diosa Bai Yi. Pero ahora, era aparente que el valor y el encanto de ella habían sido desperdiciados en esa porquería inútil de marido, Lin Fan.
Al escuchar estos comentarios humillantes, un rastro de frío glacial se vio reflejando en la mirada de Lin Fan. Antes de que pudiera comenzar a hablar, Bai Yi, que se encontraba a su lado, lo convenció rápidamente.
—Lin Fan, ¡vámonos! ¡Ignóralos!
El rostro de Bai Yi estaba pálido y podía verse en su expresión que estaba preocupada. Era claro que no podían darse el lujo de ofender a estos dos rufianes. Al darse cuenta de esto, lo único que pudo hacer Lin Fan fue asentir con la cabeza. Cuando se encendió la luz verde, pisó el acelerador de inmediato y se alejó en su Mercedes Benz. Sin embargo, y aunque su intención fuera escapar, esto no significaba que Xu Ziheng and Zhang Tian, quienes estaban en su Lamborghini, los dejarían escapar.
—¿Qué? ¿Cómo se atreven a huir de alguien como yo? ¡Par de idiotas!
Mientras decía esto, Xu Ziheng hizo una mueca de desprecio e inmediatamente pisó el acelerador. El Lamborghini parecía una flecha voladora recién disparada. Con un ruidoso rugido salió disparado hacia el Mercedes de adelante, siguiéndolo rápidamente. Resultó que era uno de los miembros más importantes del Club de coches de carrera. Además, era uno de los mejores pilotos del círculo automovilístico de aficionados de carreras en la ciudad de Jiang. Con este Lamborghini importado y tuneado, alcanzar al Mercedes Benz conducido por este yerno vividor inútil, era pan comido.
Con un zumbido, en un abrir y cerrar de ojos, se podía ver al Lamborghini acercándose cada vez más. ¡Cien metros! ¡Cincuenta! ¡Treinta!