Por la noche, en la sala privada de un karaoke, Lin Zhanao bebía y cantaba con unos amigos, quienes tenían los brazos alrededor de dos seductoras mujeres. Mientras cantaban, tocaban a las mujeres y de vez en cuando estallaban de risa. Aun así, cada vez que Lin Zhanao reía, también maldecía.
—Maldito sea ese desgraciado Lin Fan. Hemos arrasado con toda la ciudad de Jiang. Esta vez, está acabado.
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