Las arrogantes e imperiosas palabras de Yen Chen sonaban demasiado amenazadoras. En cuanto terminó la frase, la puerta de la cabina privada se abrió de golpe. Un grupo de guardaespaldas vestidos de negro se precipitaron al interior, uno tras otro. Eran diez. Lucían maliciosos mientras fijaban sus escalofriantes miradas sobre Chang Yuan. Era como si fueran capaces de abalanzarse sobre Chang Yuan y partirlo en dos si Ye Chen daba la orden.
El rostro de Chang Yuan palideció de miedo al contemplar la escena. Por su frente, gotas de sudor frío goteaban sin cesar mientras tartamudeaba:
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