Lin Fan estaba furioso. No quería ser calculador, pero, dado que lo habían tratado como un imbécil repetidas veces, no le importaba enseñarles quiénes eran los verdaderos idiotas.
—No tiene por qué temerle, señor, ya que estamos aquí para apoyarlo; para que no se atreva a hacerle nada —se burló Jin Chengen y fulminó a Lin Fan con la mirada.
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