Capítulo 160 Amarte es mi condena: ¡la nueva señora!
Majo no podía conciliar el sueño, deambulaba por el despacho, jamás había tocado las cosas de Salvador, pero ahora quería saber qué era lo que encontró en contra de sus enemigos, así que abrió los cajones, y encontró ahí unas fotografías, las agarró, y miró con ternura, en esas imágenes, aparecía él de niño, ladeó los labios, era un muchachito bastante flaco, sin ninguna gracia, su único atractivo era ese color de ojos que hacía contraste con su piel bronceada, suspiró profundo, ahí salía abrazado a su hermana, ella era una chica muy linda, de sonrisa amplia, mirada dulce.
—La muerte de ambos, no quedará impune, lo juro. —Apretó los puños, entonces cuando encendió su computador, miró la alerta secreta, arrugó el ceño, abrió el mensaje.
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