Capítulo 141 Amarte es mi condena: perdiendo el control
Y luego de haber compartido ese momento tan íntimo, tan alucinante, Majo descansaba plácidamente en la cama, como ajena a todo lo que estaba por suceder; sin embargo, Salvador sabía que tanta calma no era buena, conocía a sus enemigos, los había estudiado durante años, y requería aliados, pensó que Abel Zapata podría ser uno de ellos, necesitaba contactar y hablar en persona con él.
Entonces dejó a Majo en la cama, sintió la imperiosa necesidad de mirar los documentos que ella había traído, fue hasta la sala, las cosas estaban intactas, inhaló una gran bocanada de aire, agarró el portafolio, y cuando sus dedos estaban por abrir las cerraduras, desistió.
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