Capítulo 47 Tenemos que acabar con esos criminales
Salvador se quedó helado, estático, al notar como Majo lo apuntaba con el arma, veía como las manos de ella temblaban, en cualquier momento podía halar el gatillo y disparar.
—Suelta el arma, no te hice nada malo, no te he tocado, lo juro —aseguró—, vas a cometer una locura de la cual te vas a arrepentir. —Carraspeó y jadeó profundo.
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