Capítulo 302 Un privilegio
Esa noche, solo abracé a Milena, pero no me atreví a hacer nada más que eso, pues tenía miedo de hacerle daño al bebé. Mientras tanto, ella intentó excitarme con travesuras: me abrazaba, me besaba de vez en cuando mientras se reía. Después de una larga noche, logré controlar mis ganas y aguanté hasta la mañana siguiente. Al amanecer, Rosalí regresó y entró con una mirada infeliz.
—Iba a disfrutar en paz la vista de las hermosas luces, pero esas malditas moscas no nos dejaban tranquilas a mí y a Media Cara; así que acabé reservando una habitación en el segundo piso de un hotel y contemplé la vista desde arriba.
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