Capítulo 291 La batalla de la tierra amarilla
La caída no duró mucho tiempo; sin embargo, a mí me pareció una eternidad. Cuando estábamos a punto de tocar el suelo, por mi mente continuaban pasando recuerdos del pasado. Me asusté porque, de repente, Haydé clavó sus uñas en las rocas y se produjeron varias chispas en el camino. Por suerte redujo la velocidad a la que descendíamos. Cuando por fin nuestros pies tocaron el suelo, Haydé se rio y dijo:
—Señor, usted es muy asustadizo.
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