Capítulo 1 Mi hermana de piernas largas
Crecí en una familia muy injusta; mi hermana estudiaba para su examen de ingreso a la universidad todas las noches, mientras yo tenía que realizar las tareas domésticas. Tenía que lavar la ropa de toda la familia, incluso la ropa interior de mi hermana, solo para que ella no perdiera su preciado tiempo, aun cuando yo también estaba en mi último año. En ocasiones, me reprendían con severidad cuando posponía quehaceres para dedicarme a estudiar. Todo esto sucedía porque yo era adoptado. Mis padres habían fallecido en un accidente automovilístico y no tenía ningún otro familiar.
Mateo Yera era el compañero de armas de mi padre, así que me acogió en su hogar. Fue muy bueno conmigo, pero Milena Zabaleta y Rosalí Yera me detestaban, sobre todo esta última. Milena era la mejor amiga de su difunta esposa, que ayudaba a administrar las finanzas de la familia. Afirmaba que quería ayudar a su mejor amiga a criar a su hija, pero yo sabía muy bien que en realidad quería casarse con Mateo debido a que este era muy rico. Por otra parte, Rosalí era su hija. Me trató mal desde el día en que su padre me llevó a la residencia, así que Milena se unió a ella para acosarme. Estábamos en la misma clase, pero ella siempre me menospreciaba delante de nuestros compañeros, al afirmar que yo era un inútil que vivía a costillas de su familia. Solo obtenía ropa nueva en Año Nuevo; aun así, siempre les decía a todos que era su padre quien me la compraba. Luego, escupía sobre ella e incluso le hacía garabatos con un bolígrafo, pues afirmaba que como era su padre quien la pagaba, podía hacer lo que quisiera. Por lo tanto, yo era algo así como su mascota en nuestra clase y muchos me despreciaban por ello.
Sin embargo, seguía esforzándome en exceso pues mi mayor sueño era salir de allí y tener mi propia vida. Por eso, a menudo me quedaba hasta tarde y estudiaba mucho. Al final, mis resultados incluso superaron a los de Rosalí. Esto le causó gran alegría a Mateo, quien me dio dos mil como recompensa.
Por aquel entonces, nuestra clase estaba organizando un viaje en yate para la graduación. Yo también quería ir, pues tenía algunos buenos compañeros y como no tenía pensado volver una vez que me fuera a la universidad, deseaba conservar buenos recuerdos junto a ellos. La noche antes de partir, tomé agua como de costumbre para lavar los pies de Rosalí y Milena. Esto era algo que me habían obligado a hacer durante todos esos años. Mateo se ausentaba a menudo por motivos de trabajo, así que ellas aprovechaban la oportunidad para abusar de mí. Las dos eran muy bellas, siempre llevaban camisones súper cortos de tirantes finos que dejaban ver sus largas y esbeltas piernas. Los demás pensaban que les encantaba lucir sensuales en la residencia, pero yo sabía que era por causa de las fotografías. Eran famosas en TikTok, donde acumulaban muchísimos seguidores que atraían con su sensualidad. Ambas eran unas p*rras, aunque no me atrevía a decirle nada a Mateo puesto que no quería que se viera involucrado en un conflicto familiar.
Mientras lavaba los pies de Rosalí, esta levantó con indiferencia una pierna y la colocó sobre mi hombro después de que la hubiera lavado. Luego la secó allí mismo y también en mi pecho, mientras ensuciaba mi ropa, sin importarle lo corto que era su vestido. Sin embargo, no me atreví a mirar porque sabía que me sacarían los ojos. A fin de cuentas, ellas consideraban que no tenía ni siquiera derecho a mirarlas. En ese momento, estaban conversando sobre el viaje en yate del próximo día y su entusiasmo crecía a medida que seguían hablando. De repente, Milena me ordenó:
—Quédate en la residencia mañana y vigila las cosas.
Me asusté al oír sus palabras.
—¿No te dio el Señor Mateo dos mil más para que me llevaran con ustedes?
Rosalí, sin embargo, lo negó con vehemencia.
—¿Cuándo hizo eso? Si quieres ir, tienes que pagarte el viaje. No uses el dinero de mi padre. Sé que te dio dos mil como recompensa.
«¡Qué p*rras! Bueno, no esperaba nada diferente de ellas». De repente, Milena sacó una camiseta y unos pantalones cortos.
—Te compré ropa nueva, cariño. Son de marca como te gusta y cuestan exactamente dos mil.
En ese momento perdí el control. ¡Era mi dinero! Levanté la cabeza para mirar la ropa, pero todo lo que alcancé a ver fueron sus piernas estiradas que dejaban al descubierto la ropa interior morada y casi transparente que llevaba debajo del vestido súper corto. Me quedé tan aturdido que me sorprendió mirándola y me tumbó de una patada, luego colocó los pies sobre mi rostro mientras gruñía con repulsión:
»Bestia horrorosa, ¿crees que eres digno de mirarme? Un ser tan detestable como tú no merece ni siquiera contemplar mi ropa interior.
En ese momento sentí una gran humillación. «¡Sí, soy una bestia horrorosa! Mi rostro está lleno de cicatrices de acné, lo que me hace lucir espantoso. Sin embargo, ¡eso es porque nunca me compraste ningún limpiador o jabón facial! A veces, ni siquiera tengo jabón y me veo obligado a usar detergente para bañarme. ¿Podría ser algo más que una bestia horrorosa con tales condiciones de vida?». Mientras contenía las lágrimas, continué lavándoles los pies, pero ellas siguieron conversando y riendo sin preocuparse por mí. Cuando terminé, saqué los dos mil que me había dado Mateo. Al arrebatármelos de un tirón, Rosalí exclamó:
—¡Qué sanguijuela tan desvergonzada! ¡Qué descaro que hayas querido usar el dinero de mi padre para irte de viaje! Hoy te perdonaré puesto que tu dinero sirvió para comprarme ropa nueva. —Al decir esto se marchó muy feliz con Milena. Entretanto, mis manos se cerraron en puños mientras el odio invadía mi corazón.
Su ropa nueva seguía en el sofá, una camiseta y unos pantalones cortos muy sensuales que sin duda alguna llamarían la atención de todos durante el viaje en yate. «¡Se compraron con mi dinero!». De repente, recordé que al día siguiente ella debía bailar jazz para toda nuestra clase. Lleno de rabia tomé unas tijeras y corté casi todos los hilos. Si sus movimientos son lo suficientemente enérgicos, los pantalones se abrirán y la avergonzarán ante toda la clase. «¡Esa será mi venganza!». Después de hacer esto, ahogué toda mi ira y me fui a la cama.
Al otro día, tuve que levantarme temprano y ayudarlas a organizar su equipaje. Ellas salieron encantadas de la residencia, llamando la atención, mientras que yo, la bestia horrorosa, solo tenía derecho a llevar sus maletas. Cuando llegamos al muelle, nuestros compañeros ya estaban allí. Todos subieron al yate, uno tras otro. Quería saludar a mis amigos, pero tenía que ayudar a Milena y a Rosalí a desempacar. Al hacerlo, sentí un gran decaimiento y deseos de vomitar. «Al parecer estoy mareado. Es una pena, pues aún no he tenido tiempo para disfrutar del viaje». Como no podía soportar las náuseas que tenía mientras desempacaba, me acosté en mi cama y me dormí. Mientras dormía aturdido, sentí que el yate se movía con fuerza y, de repente, ¡alguien me dio una bofetada! Abrí los ojos y vi que Rosalí estaba en mi habitación.
»¡Tráeme la medicina para el mareo! Este yate se mueve mucho —exigió Rosalí. Le respondí con debilidad que no tenía ganas de moverme, puesto que yo también estaba mareado—. ¡Bestia horrorosa, te dije que fueras a buscarla, así que hazlo!
Indignada, levantó su pierna y la estampó en mi rostro. Débil por causa del mareo, se cayó encima de mí. De repente, sus pantalones cortos se desgarraron y cayeron al suelo, mientras dejaban al descubierto su piel suave e impecable. No le podía quitar los ojos de encima. «¡Es una persona detestable, pero también muy hermosa!».
»¡Vete a la m*erda! —Al notar que los hilos habían sido cortados, Rosalí me miró con odio—. ¿Fue obra tuya? Eres un maldito asqueroso, bestia horrorosa y huérfano bast*rdo.
Levantó la pierna para darme una patada mientras se agarraba los pantalones, pero el yate se movió tan fuerte que perdió el equilibrio. ¡Bam! De repente la embarcación se volcó y las ventanillas se hicieron añicos. El agua de mar helada entró a raudales en la habitación, mientras amenazaba con ahogarnos en un abrir y cerrar de ojos. Aterrorizado, me agarré a la barandilla de la cama. Rosalí, sin embargo, estaba sumergida en el agua, e incluso sus pantalones cortos habían sido arrastrados por la corriente.
»¡Ayuda! —Presa del pánico, me rodeó de forma brusca la cintura con sus largas piernas y colocó sus brazos alrededor de mi cuello, mientras gritaba—: ¡Socorro! ¡Ayúdame!