Capítulo 5 La batalla nocturna
La ira y el deseo se entrelazaron dentro de mí. «¡Quiero que esta p*rra, Rosalí Yera, pague! ¿No me despreciaste por ser feo? Bueno, ¡solo quiero hacerte mi mujer!». Arrodillada en el suelo, Milena me imploró en voz alta. Luego, se quitó la ropa y dijo:
—¡Déjala ir y tómame a mí en su lugar, Josué! ¡Yo te satisfaré! Te llevaré al cielo, pero por favor, déjala ir.
Le lancé una mirada y le dije con tono de burla:
—¡Sigue soñando! Esta es mi venganza.
Con la mente perturbada por la tortura, Rosalí murmuró aturdida:
—Papá... Sálvame, papá...
En ese momento, sentí como si me hubieran clavado un puñal en el corazón. Recordé como Mateo me había cuidado todos esos años. «No tengo padres. ¡Fue el Señor Mateo quien me crio!». No perdoné a Rosalí porque se me ablandara el corazón, sino porque Mateo me dijo una vez que un hombre debe ser indomable. Incluso mi nombre, Josué Yera, me lo puso al afirmar que daba igual si un hombre nacía pobre, pues lo más importante era ser un caballero. «Hace tiempo que me considera su hijo, sin embargo, ¿estoy actuando... de acuerdo con sus enseñanzas?». Todo mi deseo se desvaneció. Al cerrar mi mano en un puño, golpeé con fuerza el rostro de Rosalí una y otra vez.
—¡Eres una p*rra! Las he aguantado a los dos durante tantos años, ¿por qué no me dieron una oportunidad? ¿Por qué quieren matarme? —Puse toda mi fuerza en cada golpe.
Mientras lloraba por la paliza, Rosalí se lamentó en voz alta:
—¡Lo siento! ¡Me equivoqué! Por favor, no me pegues más.
—¡Maldita p*rra! Me has insultado durante tantos años, ¡y aun así querías condenarme a muerte! No voy a dejar que te salgas con la tuya con facilidad.
La escupí en el rostro una vez más, antes de abalanzarme sobre ella y morderle el labio. Aterrorizada, Rosalí ni siquiera se atrevió a defenderse. En cambio, sacó la lengua y respondió a mi beso. «Qué dulce... Maldita sea, ¿cómo puede ser tan hermosa y su saliva tan dulce? En realidad, me gusta mucho. De hecho, ¡soy yo el que da lástima aquí! Me considera un ser detestable y aun así he estado albergando sentimientos por ella todos estos años, ¡solo porque su belleza es impresionante! ¡Soy un miserable!». Sin embargo, en el momento en que supe que ella quería que muriera, mis sentimientos desaparecieron. Luego le mordí el labio con fuerza para que sangrara.
»¡Quiero que recuerdes esta lección! —le grité con saña.
Sin embargo, en ese preciso momento, algo me golpeó con fuerza por la espalda. «¿Podría ser Milena?». Mi cabeza se echó hacia atrás por el dolor, y entonces percibí un haz de luz en movimiento. «¡Alguien me está apuntando con la linterna de un teléfono!».
—¡M*erda! ¡Maldito seas, feo bast*rdo! ¡Suelta a mi novia!
«¡Es Daniel Trejo, el novio de Rosalí!». En el momento en que esta lo vio, gritó:
—¡Sálvame, Daniel!
Cuando alcancé a ver a Daniel, una pizca de miedo me invadió por instinto, pues él y Rosalí solían intimidarme todo el tiempo. Asistía a nuestra clase; adinerado y apuesto, su honradez era un éxito entre las chicas. Sin embargo, ¡esto último era solo una farsa! «Me ha insultado junto a Rosalí durante tres años, pero nuestros compañeros se limitan a hacerse los de la vista gorda ante su comportamiento porque él es el príncipe encantador y yo soy la bestia horrorosa. Ahora que me ha sorprendido agrediendo sexualmente a su novia, ¡sin duda alguna no lo dejará pasar!». Sin embargo, estaba al borde de la locura, así que le grité:
—¡No soy un feo bast*rdo! ¡Tengo un nombre y es Josué Yera! ¡Quiero que todos los que me maltrataron paguen por lo que hicieron! Sí, ¡agredí a tu novia! Si tienes alguna objeción al respecto, ¡ven y acaba conmigo!
Sus manos se cerraron en puños, Daniel sonrió furioso.
—¡Está bien! ¡Lo haré de inmediato!
Al decir esto, bajó de un salto puesto que tal altura no era nada para él. Su familia tenía dinero para pagar un entrenador y le gustaba hacer ejercicio, por lo que todos sus músculos estaban bien definidos. En cuanto a mí, como Milena nunca me había dado un plato de comida decente, podría considerarse un gran milagro que no me hubiera muerto de hambre. Si bien tenía suficiente fuerza como para someter a una chica débil como Rosalí, lucía patético ante Daniel, pues yo era solo piel y huesos. Mientras avanzaba en mi dirección como una montaña, me empujó con violencia y caí al suelo de inmediato. «¡M*erda! ¡No voy a admitir la derrota!». Al levantarme, me dirigí hacia él con toda mi fuerza y lo golpeé duro en la sien. Sin embargo, mi puñetazo ni siquiera le hizo daño. Me levantó de forma brusca y me arrojó sin piedad al suelo. Mi fuerza se desvaneció ante el impacto, y el dolor invadió todo mi cuerpo. El odio se apoderó de mí, y me molesté por no estar a su altura a pesar de haberlo dado todo.
—¡Aah!
Al gritarle, me lancé sobre él, pero se limitó a burlarse y a llamarme perro inútil antes de asestarme un golpe en el estómago. Sin embargo, no me di por vencido y en su lugar lo ataqué de nuevo, lo agarré por el torso y le mordí el rostro con saña. «¡Nunca más permitiré que nadie me intimide! ¡Jamás!». Daniel gritó por la mordida y me golpeó en el estómago con los puños.
—¡Suéltame! ¡Suéltame!
Sus continuos golpes me debilitaron poco a poco y mi vista también comenzó a ceder. Al final, me quedé sin energías... y me desplomé despacio sobre el suelo.
»¡Voy a matarte, bast*rdo! —gritó Daniel mientras se cubría el rostro con una mano.
Luego, tomó de forma brusca una piedra del suelo y arremetió contra mí. Abrí la boca y solté una carcajada lastimera, mientras juraba que encontraría la oportunidad de matarlo si no lo hacía él primero. Al oír esto, Daniel dijo:
»¡Maldita sea! ¿Crees que no tengo el valor para hacerlo? —En ese momento, levantó la roca.
Entonces, lo miré fijo. «Si pudiera ver mi rostro ahora, ¡seguro estaría rebosante de odio!». De repente, vislumbré una enorme sombra a sus espaldas. Al instante, todo mi cuerpo se estremeció de miedo. «Es... ¡un oso! ¡Es el oso que se comió a Waldo!». Al verlo, Milena gritó de terror. Inconsciente del peligro que lo acechaba, Daniel quizás supuso que ella estaba asustada por él, pues incluso se giró y le miró los muslos mientras aseguraba con lujuria:
»¡No tenga miedo, Señorita Zabaleta! ¡Voy a matar a este feo bast*rdo ahora mismo!
Milena se arrastró hacia abajo, sin importarle si su pierna podía lograr tal hazaña. Al hacerlo, alertó al oso de nuestra presencia y este se abalanzó sobre nosotros de inmediato. Cuando Daniel miró hacia atrás al oír el ajetreo, se quedó atónito antes de intentar huir. Sin embargo, no pudo hacer nada, pues el oso le dio un zarpazo. «¡Oh, Dios mío!». Vi cómo perdía la mitad del rostro antes de desplomarse en el suelo. Al estampar una pata sobre él, el oso pardo dirigió un rugido bestial hacia nosotros. ¡Grrr! Mientras temblaba de miedo pude incluso sentir su repugnante hedor. Rosalí, por su parte, se lamentaba y gritaba:
—¡Finge que estás muerta! Mamá, ¡date prisa y hazlo!
Mientras intentaba controlar mi miedo, exclamé:
—¡No servirá de nada que finja su muerte! ¡Debemos intentar alejarnos bien despacio!
Me arriesgué a asumir que el oso no tenía hambre. «El pensamiento de un animal es en extremo simple, por lo tanto, no tiene motivos para atacarnos». Así que me puse de pie con valentía mientras el oso seguía gruñéndome. En ese momento, Milena rompió a llorar de forma abrupta.
—¡Ahora me duele aún más la pierna, Josué! ¡Por favor, llévame en tus brazos! ¡Te lo ruego! ¡Estoy arrepentida!