Capítulo 15 No quiero morir aquí
Quería ver si Juan era capaz de atrapar algunos cangrejos con el objeto que había fabricado. Después de guardar nuestra comida, nos fuimos a la playa con mucho ánimo. Juan cortó su ropa para atarla a la jaula antes de poner dentro una salchicha, mientras, Rosalí observaba con una sonrisa en el rostro.
—¡Te comerás esta salchicha si no atrapas ningún cangrejo al final del día!
—¡Los atraparé!
Juan parecía confiado en la trampa que había fabricado. Lanzó la jaula al mar, y para fijarla en el lugar ató el extremo de la cuerda a una roca que tenía al lado. Después dijo:
»Ahora solo tenemos que esperar. Podemos sacarlos más tarde.
—¿Cuánto tiempo tenemos que esperar?
—Puedo estimar con seguridad que serán dos horas. Deberías hacer cualquier otra cosa que necesites mientras yo me quedo aquí.
Asentí con la cabeza antes de entrar en el bosque con las chicas, pues teníamos muchas otras cosas que hacer, como conseguir más agua.
—Estoy pensando en buscar algo de arcilla para hacer algunas vasijas. Aprendí como hacerlas durante la clase de cerámica. Aunque no luzcan muy bien, serán muy útiles para almacenar agua —dijo Naomi mientras caminaba a mi lado.
—Sí que nos hace falta almacenar más agua y sería una molestia si solo tenemos botellas de agua mineral para usar cada vez que lo necesitemos. Vamos, hagamos esto juntos —asentí con una sonrisa.
—Me da náuseas tener barro en las manos —dijo Rosalí—. Pueden hacer lo que quieran, pero no voy a acompañarlos.
Me resigné a aceptar que no nos acompañara, pues así era Rosalí. Debido a su belleza siempre hacía las cosas a su manera, así que ya estaba acostumbrado. Después de buscar el agua, le hice compañía a Naomi mientras conseguíamos arcilla para hacer algunas vasijas. Cuando se acercaba la hora, les comenté a las chicas que vería a Juan, así que debían seguir trabajando en las vasijas. Sin embargo, Rosalí no quería porque tendría que ensuciarse las manos y prefirió ir conmigo.
Cuando llegamos a la playa Juan estaba sacando la jaula del agua. En cuanto salió, pudimos ver que estaba llena de cangrejos. Corrí hacia él emocionado y dije muy animado:
—¡Es increíble!
—¡Si la ponemos cuatro veces al día, tendremos suficiente para alimentarnos todos! Esta trampa solo es un prototipo, más adelante haré una más grande y mejor —aclaró Juan con una sonrisita.
—¡No sabía que un gordito como tú pudiera ser tan capaz! —exclamó Rosalí.
—¡Eh!
Cuando estábamos celebrando se escuchó un grito que venía de atrás. Al voltearme, vi a un grupo de personas que salía del bosque y se dirigía hacia nosotros. El rostro de Juan se puso pálido en cuanto vio al hombre que iba a la cabeza. El mismo tenía una complexión robusta, así como un tatuaje en el hombro de una cabeza de tigre.
—En... Enrique —Juan temblaba mientras exclamaba—: ¡Es Enrique de la clase Tres!
«¿Por qué está Enrique Laguardia aquí?». Me sorprendió haberlos encontrado tan pronto. Por lo que pude ver, era evidente que tenía muchos recursos, pues llevaba un cigarrillo en la boca mientras caminaba hacia mí. Antes de decir algo, sus hombres empezaron a insultarme.
—¡Bast*rdo apestoso! ¿Eres Josué Yera?
—¿Cómo te atreves a tomar nuestro botín? ¿Tienes ganas de morir?
Rosalí estaba asustada por la imponente multitud.
—¿Qué debemos hacer? No esperaba que nos encontraran tan pronto —preguntó aterrada.
—Enrique, ¿cómo nos has encontrado tan rápido? —cuestioné con el ceño fruncido.
—¡Ni siquiera los buscaba! No mereces mi atención, ¡maldito idiota! —maldijo Enrique en voz alta—. Venimos a la playa todos los días a buscar provisiones que llegan hasta la orilla y alguien te vio por casualidad, imbécil de m*erda.
«Es eso... ¡Seguro que tenemos una suerte de m*erda!». Pensé mientras me mostraba calmado como fachada.
—Podemos intercambiar.
—¿Qué te hace pensar que eres un candidato adecuado? ¡En lugar de eso, deberías decirle a Rosalí que me haga sexo oral mientras está de rodillas! ¡La suerte sí que está de mi lado para haberme encontrado a la segunda chica más linda del colegio! —replicó Enrique con un tono de burla.
Esas palabras provocaron que Rosalí frunciera el ceño y pude percibir que le molestaba que se refirieran a ella como la segunda después de Yanet, que era la chica más linda. Debido al marcado contraste de sus personalidades, todos consideraban que Yanet estaba en primer lugar. Mientras tanto, intenté negociar con Enrique con amabilidad.
—Enrique, todos necesitamos provisiones para sobrevivir en la isla, por lo que no tengo más remedio que tomarlas. Estudiamos en el mismo colegio, así que estás siendo prepotente con las chicas.
—¿Prepotente? —Como si hubiera escuchado una broma, Enrique comenzó a reírse—. ¡El único propósito de las mujeres en esta isla es ser nuestras esclavas! —Se volteó para llamar a alguien—: ¡Ven aquí!
Una chica corrió hacia él al instante. De inmediato la reconocí, era Margarita Lemus, la representante de higiene de mi clase. Solía ser una chica alegre que se mezclaba bien con mis otros compañeros de clase, así que me pregunté por qué estaría con Enrique. Por su parte, este le dio un pellizco en el rostro mientras se reía.
»Estoy de mal humor, ¿qué crees que debes hacer?
En cuanto escuchó lo que dijo, se arrodilló ante él. ¡Demonios! La visión de Enrique humillando a una chica frente mí no me gustó nada. Rosalí retrocedió con desprecio al ver lo que hizo.
—¿Cómo te atreves a hacer eso? Es una violación de la ley.
—¡En esta isla, yo soy la ley! —De repente, Enrique le dio una patada a Margarita a pesar de que esta le hacía sexo oral.
Margarita ni siquiera se atrevió a mostrar su descontento mientras se arrodillaba ante él una vez más.
—Es mi culpa por no hacer un trabajo adecuado, así que por favor no se enfade conmigo, Mi Señor.
«¿Acaba de llamarle Mi Señor? ¡Seguro que se cree el rey del mundo!».
Entretanto, Enrique miraba a Rosalí de manera lujuriosa.
—Rosalí, los dos hombres tendrán que morir, pero tú puedes vivir. Necesito una reina a mi lado, ¿te gustaría ser mi reina?
Juan se paró de inmediato delante de Rosalí, pero a ella le dio repugnancia, así que optó por esconderse detrás de mí al darle un empujón. Al ver eso, amenacé a Enrique con un cuchillo en la mano:
—Esta es una isla desierta sin medicinas ni médicos. Mientras tú posees los medios para herirme, ¡yo también!
—¿Te estás burlando de mí? ¿Es todo lo que tienes? ¿Un cuchillo? ¿Quién no tiene un maldito cuchillo? —Dejó escapar una risita cuando desenvainó un machete.
El hecho de que tuviera un arma tan enorme me dejó atónito, más aún cuando los otros que estaban detrás de él desenvainaron sus machetes uno a uno. «¡Oh Dios! No es posible que los hayan obtenido de las provisiones de la playa. ¿Dónde los consiguieron?». Enrique seguía sonriendo mientras explicaba:
»¿Te acuerdas de esos a los que espantaste? ¡Esos cobardes están muertos! ¡Se han convertido en nuestro suministro de alimentos! Recogeré un poco de sal marina para convertirlos en carne curada.
Rosalí se asustó mucho al escuchar esas palabras.
—¿Has perdido la cabeza?
—¡La crueldad es la única manera de asegurar nuestra supervivencia en esta isla! ¡No necesito cobardes, sino guerreros! ¡Mátenlos a todos, menos a Rosalí! ¡La fecundaré y la convertiré en la primera mujer que dé a luz a un niño en esta isla!
Tan pronto como Enrique dio la orden, las personas que estaban detrás de él se precipitaron hacia nosotros.
—¡Corre, Juan!
Empujé a Juan hacia el mar en un ataque de pánico al recordar que era un buen nadador, pues creció en una aldea de pescadores. Dado que tenían tantas armas, supuse que debíamos evadir todas las que pudiéramos. Después de empujarlo, tomé la mano de Rosalí y huimos del lugar. Sin embargo, ella corría despacio, así que tuve que llevarla en brazos mientras corría. Como empecé a correr despacio, casi me corta uno de ellos. «¡Son de verdad! ¡No quiero morir aquí!».