Capítulo 8 La persona que amo
«¡M*erda! ¡Golpearon a mis amigos!». Sin dudarlo ni un segundo, corrí en dirección a donde se ponía el sol.
—¡Debajo de la colina, cerca del oeste! ¡Recuerda venir a buscar a Yanet! —gritó la chica.
Al aumentar la velocidad, pude sentir el susurro del viento. «Mis amigos...». A todos nos habían acosado. Solo los que habían experimentado algo así, podían entender lo que se sentía. Los cuatro éramos los mejores amigos. Nos habíamos prometido trabajar duro juntos y luchar por una vida mejor en la que nadie nos intimidara. Nuestra relación era muy sincera, ¡sobre todo con esa persona especial! Después de correr durante unos diez minutos, por fin divisé la pequeña colina. Al acercarme, escuché a alguien hablando. En lugar de correr hacia allí, subí despacio la colina para comprobar lo qué estaba pasando. Justo debajo, había un grupo de personas; eran alumnos de la clase Tres. Nuestra escuela constaba de doce clases, y la número Tres era conocida como la más terrible de todas. Cuando asignaron las clases, enviaron a los estudiantes con las calificaciones más bajas a la número Tres, por lo que la mayoría eran considerados rufianes. Con sus cabellos teñidos y sus atuendos de bandidos, habían capturado un conejo salvaje en algún lugar y se estaban divirtiendo mientras lo desollaban. «¡M*erda! Sin duda, son unos rufianes, pues solo alguien así llevaría una navaja a una excursión escolar». Una vez que terminaron de desollar el conejo, se lo tiraron a un gordito. El gordito era Juan Batista, uno de mis mejores amigos. Como Juan era rellenito, lo acosaban a menudo por su físico. En este momento, estaba intentando perforar madera para hacer fuego.
—¡M*erda! —gritó uno de los rufianes al darle a Juan una fuerte patada—. Ya ha pasado media hora, ¿puedes hacerlo o no?
—Nunca he hecho esto antes, ¡y ya me estoy esforzando al máximo! —explicó Juan, gritando de dolor.
Desde lo alto de la colina miraba alrededor y no vi a nadie más que a él. En ese momento, me percaté que cerca, detrás de un arbusto, había una chica escondida observando la situación. Sentí que mi corazón se aceleraba y supe que era la persona que había estado buscando: Naomi Bravo. Era la única chica en nuestro grupo de cuatro, también conocida como la bella del rostro marcado. La mitad de su rostro era en verdad hermosa, pero tenía una marca de nacimiento en el otro lado, por lo que a menudo se burlaban de ella. Debido a su baja autoestima, Naomi utilizaba su cabello para cubrir una parte de su rostro, de ahí el apodo. Los compañeros de clase malvados se burlaban de ella apartándole el cabello del rostro, e incluso la llamaban monstruo. Humillada, Naomi lloraba todos los días. Al final, se unió a nuestro grupo. Teníamos una buena relación, aunque un poco confusa. Cuando se sentía mal, yo la abrazaba. A veces, cuando yo no estaba bien, ella me abrazaba. Incluso nos prometimos que, si no encontrábamos pareja en el futuro, estaríamos juntos. Solo por esta razón, ¿cómo podría permitir que le ocurriera algo malo?
Naomi estaba escondida tras un arbusto alto y no se atrevía a salir. Bajé de colina despacio y me acerqué por detrás. Al estar cerca, me abalancé sobre ella de repente y le cubrí la boca. Asustada por completo, estuvo a punto de gritar, pero por fortuna mis manos sellaban sus labios. Al darse la vuelta para mirarme, abrió los ojos al instante y me abrazó con fuerza mientras su cuerpo temblaba. Le devolví el abrazo y susurré con suavidad en su oído:
—Todo está bien. Ya estoy aquí.
—Pensé que habías muerto... —Su voz se escuchaba quebrada y su cuerpo seguía temblando de miedo—. Te he echado mucho de menos y estaba muy preocupada. Te amo.
Tocó un punto en mi corazón. Era la primera vez que Naomi me confesaba algo así. Nuestra relación era estrecha, pero no tan directa. Su beso tenía un sabor dulce como la miel. La mitad de su rostro era bonito, pero para mí, ella era bella en general.
»Tenía miedo de no poder esperar hasta el día adecuado, así que pensaba decírtelo antes. Te amo mucho y he estado guardando esto dentro de mí. Al principio, quería confesártelo durante este viaje, pero gracias al cielo, pude encontrarme contigo una vez más —se lamentaba mientras me besaba.
—Naomi... —dije con suavidad mientras la besaba—, vamos a un lugar más seguro.
La conduje hasta la colina, pensé que sería más conveniente observar la clase Tres desde allí. Le pasé una botella de agua y bebió unos cuantos tragos para saciar su sed. Después me abrazó y se acurrucó junto a mí con fuerza.
—Deja que te bese un poco más. Tenía tanto miedo de morir antes de poder decirte lo que siento por ti.
—Naomi...
—Me compré a propósito este vestido floreado, para poder ponérmelo el día en que te confesara mi amor. Recuerdo que la letra de una de tus canciones favoritas dice algo así: Me casaré contigo, la chica del vestido con flores...
Me sentí muy conmovido. Sabía que Naomi no estaba segura de sí misma, ni era tan hermosa como Rosalí, y tampoco era tan amable como Yanet, pero me amaba mucho y siempre había estado a mi lado. Lucía sencillamente adorable con el vestido de flores. Se acurrucaba junto a mí con atrevimiento y se acercó tanto, como si quisiera quedarse a mi lado para siempre. Justo en ese momento, Juan logró encender el fuego. Los vándalos lo patearon a un lado, se reunieron alrededor del fuego y comenzaron a asar la carne de conejo. Juan rogaba para que le dieran un pedazo de carne; al parecer ya estaba hambriento. Sin embargo, uno de ellos se burló:
—¿Probar un pedazo? ¡Ni pensarlo! Es una buena oportunidad para que te pongas a dieta. ¡Deberías agradecernos!
¡Era indignante! Al ver eso, a mí también me dio hambre, pues no había comido nada desde ayer. «Ay, tengo mucha hambre».
—Cuando atraparon a Juan, hace un momento, mencionaron que como estaba tan gordo, podrían comérselo si no encontraban comida alrededor. Estoy preocupada, ¿y si no están bromeando? —dijo Naomi.
—En circunstancias desesperadas, sí podrían —asentí.
—¿Has pensado en una forma de salvarlo? Estas personas han ido demasiado lejos. No solo robaron nuestro escondite en la cueva, sino que incluso golpearon a Juan. Para salvarme, me pidió que huyera.
—¿Cueva? ¿Quieres decir que pasarán la noche allí?
—¡Lo más probable!
—Será mejor que nos pongamos en marcha primero... —dije—. Verlos comer me hace pasar hambre y ahora empiezo a ver las estrellas. Tenemos que prepararnos y protegernos. Solo entonces podremos salvar a Juan. Al anochecer puedes llevarme a la cueva y esperaremos la oportunidad para salvarlo.
—De acuerdo.
Nos retiramos de la colina a escondidas. Podíamos ver como los vándalos disfrutaban de la carne asada, tenía tanta hambre que hasta me dieron ganas de agarrar un manojo de hierbas para masticarlo. Naomi también estaba hambrienta. Apenas tenía energía para caminar y se aferraba a mis manos. En cuanto llegamos a la playa, vi a Rosalí y a Milena acostadas en la arena, incapaces de moverse. Cuando nos acercamos, Rosalí dijo:
—Tengo tanta hambre que no puedo mover un dedo... ¿Por qué has traído a Media Cara aquí?
Al escuchar esto Naomi bajó la cabeza avergonzada.
—¡Cierra tu boca sucia! —dije furioso.
Al principio, pensé que «la bella del rostro marcado» ya era un apodo insultante, pero ¡demonios, no! ¡Rosalí la llamó «Media Cara»! ¡Ella sí que es lo peor!
—No conseguiste ningún alimento para nosotros, sin embargo, has traído a otra persona para comer nuestra parte. Josué, sé dónde podemos conseguir comida, pero yo no puedo. ¿Ayudarías? —se quejó Rosalí molesta.
Al oír que había comida, mi ánimo mejoró.
—¿Dónde está?
—Nuestra comida... se está comiendo a Daniel ahora —dijo.